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Las salas de cine de San Sebastián no quieren proyectar «El infierno vasco»

Las salas de cine de San Sebastián no quieren proyectar «El infierno vasco»

«El Infierno Vasco», documental de Iñaki Arteta que recoge testimonios de empresarios, jueces, políticos, periodistas, profesores y ertzainas que tuvieron que abandonar el País Vasco por la presión del terrorismo, se estrenará el próximo día 7 de noviembre en Madrid, Barcelona, Bilbao, Vitoria, Santander, Pamplona, Gerona y Albacete, pero no en San Sebastián, donde el director, según explicó ayer a ABC, no encuentra sala que quiera proyectar su película.

Nadie ha dicho a Iñaki Arteta que el problema sea el tema que aborda el documental. Tampoco los dos párrocos que en su día se negaron a celebrar un funeral por Gregorio Ordóñez dijeron a la familia del dirigente del PP vasco asesinado por ETA que no querían meterse en líos. Pero el caso es que Arteta no consigue sala que se arriesgue, ante el ambiente hostil hacia las víctimas que se respira en algunas localidades vascas.

«Valentía y coraje»

San Sebastián es una de las ciudades donde más sentido tiene proyectar esta película que, según dijo ayer Iñaki Areta en su presentación en Bilbao, intenta que los ciudadanos se pongan en la piel de la gente perseguida en el País Vasco y rompan su indiferencia. Sólo como pase especial, dentro de un Festival de Cine y Derechos Humanos, pudo verse en la capital guipuzcoana una única proyección del documental, de 103 minutos de duración.

Según el cineasta ha intentado, con este documental, dar voz a quienes en los últimos treinta años se vieron obligados a marcharse por la presión insoportable de ETA y de su entorno. En esta meritoria labor, el realizador se ha encontrado con ejemplos de «valentía y coraje».

El empresario Ricardo Benedí explicó en la presentación de la película que había participado en ella para denunciar la falta de libertad con la que conviven muchas personas en el País Vasco. Él no se ha ido, a pesar de que tiene que vivir protegido por negarse a pagar «ni un euro» a ETA, banda terrorista que le ha enviado varias cartas reclamándole el denominado «impuesto revolucionario».

El documental presenta testimonios humanos como el del propio Benedí, que ayer explicaba que no quería protagonismo, pero que alguien tenía que contar lo que pasa, lo que muchos callan «por miedo, pánico o, también, timidez».

Benedí, quien fue elegido en julio de 2004 empresario vasco del año -antes de significarse públicamente en la batalla por la libertad en el País Vasco- añadió que su participación en la película de Iñaki Arteta ha sido de las cosas «más importantes» que ha hecho en su vida. Este empresario piensa que alguien tiene que denunciar la falta «de libertad de expresión y de movimiento» en la que viven decenas de miles de personas en el País Vasco entre otras decenas de miles a las que «les da exactamente igual». Su objetivo va más allá de la denuncia y lo que pretende es «cambiar las cosas» en el seno de lo que califica como una «democracia contaminada».

En la presentación estuvo también el vicepresidente de la Fundación para la Libertad, Javier Elorrieta, quien consideró asombroso que «denunciar en estos momentos la falta de libertad en el País Vasco resulte más arriesgado de lo que fue luchar contra el franquismo, porque entonces uno se jugaba la cárcel, pero ahora lo que se pone en peligro es la propia vida».

Temor reconocido

Elorrieta contó que cuando volvió del exilio en el año 1977 -después de que se aprobara la Ley de Amnistía- lo que de ningún modo estaba previsto en su horizonte vital era que tuviera que arriesgar su vida por defender la libertad en un régimen teóricamente democrático.

Reconoce que aunque se ha enfrentado a ETA y su entorno él también ha sentido miedo y algunas de sus decisiones han estado afectadas por ese temor, como el no atreverse a firmar con su nombre y apellido un artículo que escribió tras el asesinato de la ex etarra Dolores González Catarain, conocida como «Yoyes», por parte de pistoleros etarras en Villafranca de Ordicia.

Otro asesinato, el de su compañero de pluma y amigo José Luis López de la Calle, marcó también un punto de inflexión en su vida y empezó a plantearse vivir fuera. En estos momentos ya no reside en el País Vasco, aunque no se ha alejado de su familia, que sigue allí y que sufrió con él el acoso, «ni de la brisa del Cantábrico».

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