Sabino Fernández Campo: «¡Ah!, pero, ¿hay que morirse»

Sabino Fernández Campo: «¡Ah!, pero, ¿hay que morirse»

Con ironía y aplastante vitalidad Sabino Fernández Campo escribió esta frase cuando contaba con 76 años. Lo hizo en el semanario «Blanco y Negro» en un cuestionario en el que una de las preguntas rezaba así: «¿Cómo quisiera morirme?». No obstante, la cruda realidad hizo ... añicos este domingo el imposible deseo del que fuera secretario general y jefe de la Casa del Rey entre 1977 y 1993. Sabino Fernández Campo, conde de Latores, fallecía a los 91 años en la Clínica Ruber Internacional de Madrid, donde había sido ingresado el pasado 12 de octubre para ser sometido a una operación intestinal.

En este test de personalidad, Fernández Campo revela también su amor por la verdad y su espíritu discreto. Contesta que sus políticos favoritos son «los dignos» y que lo que más detesta es «la falsedad, la ingratitud y la ordinariez». Rechaza desvelar ninguno de sus defectos y a la pregunta de «Principales defectos» responde: «Todos son principales». Asimismo cuando tiene que nombrar las faltas que le inspiran más indulgencia afirma: «Procuro que sean las mías, pero no lo consigo».

El conde de Latores era profundamente religioso. Algo que deja ver cuando le piden que elija el hecho histórico que prefiere. Entonces, no deja lugar a dudas: «El nacimiento de Jesús». Decía que tenía «mucha esperanza de salvarme; pero tal vez me pueda salvar el pensamiento de que no merezco salvarme».

Para él, la lealtad era «decir siempre lo que sientes y estar dispuesto a dejar tu puesto si lo que dices no gusta». «La lealtad estriba muchas veces en la más absoluta sinceridad», decía. No en vano, afirma en el cuestionario de «Blanco y Negro» que los heróes novelescos que más admira son Don Quijote y Sancho.

Asimismo, deja bien claro sus orígenes asturianos a la hora de decantarse por una comida y bebida: «Les fabes- con todo- y la sidra». Asturiano hasta la médula, imaginaba el Cielo como «un lugar lleno de prados verdes y cielos con neblina». Adoraba su tierra, pero no fue él, sino el Rey, quien escogió el nombre de Latores para acompañar al título de conde que le concedió Don Juan Carlos.

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