Los proetarras reclutaban chicas para aliviar la soledad de terroristas presos
Un etarra, al director de una cárcel tras una de esas visitas: «Me ha dado a entender que, en su labor humanitaria, entraba para darme un alivio»
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Iniciar sesiónLa degradación moral del mundo proetarra no solo se circunscribía a su justificación de los asesinatos, los secuestros y las bombas. Durante muchos años, al igual que en las herriko tabernas se hicieron recogidas de dinero para ayudar a los terroristas presos y a sus ... familias, desde el entorno de Gestoras pro Amnistía también se captó a mujeres 'patriotas' para que entraran en contacto con reclusos , en especial aquellos jóvenes que no tenían pareja, para aliviar su soledad. Eran conocidas en algunos ámbitos de la lucha contra el terrorismo como el 'comando visitadoras' de ETA -otros, menos sutiles, hablaban de un 'comando pikadoras', no porque formaran parte de la banda, sino por su función-. Cuando un año más se celebra el 8-M es preciso recordar que nadie, o muy pocos de ese entorno, tan proclive ahora a incendiarias soflamas de feminismo radical, se ha referido todavía a ello; todo lo más, han intentado negar la evidencia.
A este asunto se refiere, por ejemplo, Manuel Avilés Gómez, que fue director de la cárcel de Nanclares de Oca (Álava), en un libro de reciente aparición titulado 'De prisiones, putas y pistolas. El desmantelamiento de ETA en la cárceles', en el que relata un episodio protagonizado por un preso etarra que le contó cómo en un vis a vis había rechazado tener relaciones con una mujer, a la que ni siquiera conocía, por ser poco agraciada físicamente. Y solicitaba que, ante ello, no le contara el encuentro íntimo como realmente realizado , al no haberse llegado a consumar...
«Yo a esa tía que ha venido no la conocía de nada y cuando hemos entrado en la habitación y se ha quitado las mallas que llevaba, tenía más pelos en las piernas que yo», le dijo a Avilés el terrorista tras aquel episodio. Y cuando éste le preguntó cómo era posible que no conociera a su visitante, si el cura del pueblo había firmado un documento en el que certificaba que era su esposa, con la que había convivido, repuso: «Ha llegado y me ha dicho que viene del pueblo a visitarme porque es solidaria y apoya a los presos. Me ha dado a entender que, en su labor humanitaria, entraba para darme un alivio, y cuando se ha quitado las mallas me he quedado espantado (...) El cura firma lo que le pongan delante y lo mismo le da decir que convives con tu madre que con la vaca del caserío del tío Kepa».
Gestoras pro Amnistía
Podría haber sido un episodio único, sin duda, pero fuentes de la lucha contra el terrorismo consultadas por ABC confirman que este tipo de cosas eran frecuentes. «Gestoras pro Aministía -recuerdan- nació para apoyar a los presos y que no se desmarcaran de la disciplina de la organización. Y como parte de ese apoyo estaba el de procurar que los reclusos no se sintieran solos, de forma particular los que tenían por delante condenas largas».
Es en ese contexto en el que se producían este tipo de situaciones: «Si un etarra no recibía visitas, o muy pocas, de familiares o amigos, y además no tenía pareja, desde ese entorno se le procuraban... Era en los propios pueblos o barrios de procedencia de los etarras donde se organizaba todo. Primero acudían a verle en grupo, a partir de ahí podía comenzar un intercambio epistolar entre los dos y no pocas veces aquello acababa en un vis a vis», tal como se ha visto en el caso de la prisión de Nanclares.
Al final, como en otras organizaciones sectarias y terroristas -uno de los ejemplos claros es Daesh, donde la mujer es reservada para tener y educar a los hijos en el yihadismo, como 'descanso del guerrero' y a veces, también para perpetrar ataques-, estas chicas se convertían en meras herramientas para 'mantener la moral de la tropa'. En ocasiones, eso sí, lo que había empezado de esta forma peculiar acababa en parejas estables, aunque no es menos cierto que también a veces duraban lo que tardaba el hombre en salir de prisión. Hay casos conocidos y acreditados que no se detallan por afectar a la intimidad de estos individuos.
Aunque se trata de una situación que vista con los ojos de hoy demuestra el machismo que imperaba en una organización de extrema izquierda y autodenominada revolucionaria -entonces no había una conciencia tan clara de esa patología-, es un aspecto de la lucha contra el terrorismo poco recogido en los medios.
A finales de 2009 el sociólogo vasco Javier Elzo se refería a ello en una entrevista en 'El País' «Hay que humanizar el trato a los presos… Siguen siendo hombres y ETA les proporciona visitadoras para sus relaciones sexuales...», explicaba de manera muy explícita. Y en octubre de 2010 un reportaje en ese medio hablaba de que «jóvenes simpatizantes de la causa se 'ennovian' con presos a los que solo conocen por los periódicos para servir de soporte anímico e ideológico y de alivio sexual del guerrero en los vis a vis carcelarios».
«Muchas chicas que participaron en esto lo hacían por admiración a los 'gudaris', que eran envueltos con un siniestro halo de heroísmo por el mundo abertzale... Y los presos, por su parte, aislados en las cárceles, lo veían como una forma fácil de satisfacer sus deseos en un entorno hostil y que se prolongaba mucho en el tiempo», explican las fuentes consultadas. «Aunque también hay que admitir que muchas chicas no tenían demasiado éxito en su vida normal y esto les permitía relacionarse», añaden, solo a efectos descriptivos. «Era lo que se vivía en esa época y se veía con cierta naturalidad», remachan.
En el foco
Por supuesto, las Fuerzas de Seguridad tenían el foco sobre las 'visitadoras', por si alguna de ellas daba un paso más y se convertía en colaboradora de ETA. «Investigarlas era muy difícil, porque los vis a vis no se pueden controlar , es ilegal y cualquier investigación surgida de uno de esos encuentros hubiese sido nula. Sí sabíamos quiénes iban a ver a los presos, de dónde salían y mirábamos su entorno... Casi ninguna de ellas se integró después en la organización, aunque fuera gente del mundo abertzale radical y justificaran y dieran apoyo a los terroristas.
Es probable, en cualquier caso, que en esos encuentros íntimos se intercambiaran mensajes de forma oral, nunca por escrito. Eso se reservaba para las visitas de los internos más veteranos de la banda, que luego eran los que distribuían los papeles por los distintos módulos», concluyen las fuentes consultadas por ABC.
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