Partido (por la mitad) Socialista Obrero Español
Remar en invierno. Desde primera hora de la mañana el Guadalquivir era un trajín continuo de piraguas que dibujaban una raya en el agua
ÁLVARO MARTÍNEZ
Remar en invierno. Desde primera hora de la mañana el Guadalquivir era un trajín continuo de piraguas que dibujaban una raya en el agua, rítmicamente, con ese cadencioso pero incesante movimiento que hace que la nave vaya para adelante. A un costado del lecho del ... río, en el hotel Renacimiento, una pizca más de la mitad de los representantes del socialismo español decidió que su timonel sea a partir de ahora Alfredo Pérez Rubalcaba, en contra de la opinión de la mitad de los remeros que querían bogar para otro lado.
Eran las cinco y veinte de la tarde cuando culminaba el proceso de votación y el escrutinio, muy ajustado, daba por terminada la batalla del 38 Congreso del PSOE en la que Pepe (Rubalcaba) paró a Messi (Carme Chacón),por utilizar los avatares que la exministra de Defensa eligió en la víspera para definir el partido que se disputaba en la sevillana isla de la Cartuja. El retraso en comunicar la noticia convirtió el lugar en un cocedero de nervios y rumores, con especulaciones sobre un hipotético segundo recuento de votos debido a lo estrecho de la diferencia. No fue así.
Lo cierto es que la mitad de los delegados ha dado el timón a la persona que llevó al partido al peor resultado electoral de su historia. Lo que deja en peor lugar a la derrotada en esta lid. La política tiene demasiados meandros como para hacerla comprensible. Si no, no sería política, serían matemáticas. Visto con perspectiva, el tufillo jacobino del discurso de la candidata pudo haber retraído a parte de los delegados hasta conducirla a la orilla de la derrota. «Los ha asustado», comentaba un jefe de delegación rubalcabista para encajar el resultado en la lógica final.
El desconsuelo entre los chaconistas, salpicados en todos los escenarios del congreso (plenario, Ágora, hall, cafetería y entorno exterior) fue evidente al conocerse el ahogamiento de su Messi. En verano le cortaron las alas para que no se presentase a las elecciones generales y ahora, en invierno, las urnas internas le hielan la carrera. Y otra vez la misma persona, ese Pepe, llamado Rubalcaba, que siempre llama dos veces en los peores sueños de Carme Chacón.
Pesadillas, en su caso, tiene otro Pepe. José Antonio Griñán, dedicado en las últimas semanas a apostar por la candidatura derrotada y en vísperas de las elecciones andaluzas, acaba de darse con el remo en el ojo bueno. «Ya estamos...», como en el chiste del timonel tuerto del barco de galeotes ciegos: «Ya estamos, y se bajaron todos y se ahogaron». Cierto es que lo tenía muy difícil (el paro, el escándalo tentacular de los ERE irregulares, contestación endógena y fuego amigo...), pero tras esta derrota la misión se observa imposible, y la costa de la victoria, inalcanzable. Desairado queda también el locuaz Tomás Gómez, que apoyó decididamente a Chacón y que tiene viejas querellas con el nuevo secretario general desde aquellas primarias de Madrid con Trinidad Jiménez, que por cierto forma parte del nuevo equipo de mando. Hace tiempo que Gómez sufre de anosmia. No huele una.
La noche había sido larga. Diseminados por una ciudad recorrida por cañones de aire helado que cortaban las calles, los delegados habían hecho micro-cónclaves y recogido, quizás sobre una servilleta de papel tras la cena, el estado de fuerzas. Pero el conteo no dejaba de ser una quiniela que debería resolverse tras escuchar los discursos de por la mañana de los candidatos. Y así fue. Tenía cada uno 45 minutos y terminaron por hablar un cuarto de hora más. Máxima expectación en el plenario y en el Ágora, abarrotado por los militantes sin derecho a voto.
En el fondo, los discursos de Rubalcaba y Chacón fueron muy parecidos: ambos se presentaron como el futuro, ambos atacaron duramente al PP y a la Iglesia (un clásico del progresismo como Dios manda) ante el alborozo de la concurrencia, ambos dijeron literalmente que no darán «un paso atrás», ambos se deshicieron en elogios rayanos con la pelotería hacia Andalucía (la delegación clave para la victoria), ambos reivindicaron a Rodríguez Zapatero y se metieron con los banqueros, el capitalismo y los especuladores, ambos hicieron guiños de rosca de almíbar hacia los alcaldes y los concejales y ambos aseguraron «a mí no me van a doblar» y «no voy a dar ni un paso atrás». Punto por punto, el esquema de cada intervención fue el mismo. Incluso en las elusiones, porque ambos se presentaron como la renovación y pasaron de puntillas sobre su presencia en el proyecto zapaterista, donde, ambos también, fueron voces de referencia. Esa especie de «yo pasaba por allí», orillando el papel de perdedores sin matices el 20-N (cada uno en su ámbito de responsabilidad), fue demasiado estrepitoso. Estos dos «renovadores» llevan años, 30 él y 12 ella, ocupando cargos orgánicos en el partido.
Discurso contra mitin
En lo formal la diferencia fue mayor. Como apuntaba un sabio de Marchena en el bullicio del Ágora atestado de invitados, la distancia fue la misma que separa a un discurso (Rubalcaba) de un mitin (Chacón). Porque a la contención didáctica del exvicepresidente y a ese movimiento de manos de estrado y pizarra, le siguió el éxtasis de la exministra en su subida al Carmelo. Empezaba la frase en tono bajo, exponiendo la idea a modo de salmodia, pero iba encendiendo el verbo y el gesto hasta arrancar la ovación. Si por aplausos fuese, Chacón obtuvo el triple en número e intensidad. Los cosechados por Rubalcaba fueron más desganados, salvo cuando propuso revisar los acuerdos con la Santa Sede o cuando le propinó un pescozón «al banquero que dijo que la culpa de la crisis era de los políticos». En ese momento incendió de palmas el auditorio. El discurso contra el capital y los poderosos conserva gran poder de combustión en manos de un progresista hecho y derecho. Sobre todo cuando ha perdido todo el poder.
Uno tras otro, dirigentes y delegados fueron saliendo del hotel masticando la palabra «unidad» en la boca, como persuadiéndose a sí mismos de que no hay otro camino. Remeros todos en la travesía del desierto. Con Pepe al timón.
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