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Franco exigió a Hitler Marruecos y rectificar la frontera española en los Pirineos para entrar en la II Guerra Mundial

ABC accede a la correspondencia inédita entre Serrano Suñer, en misión oficial a Berlín, y Francisco Franco, nada más finalizar los encuentros del ministro con las autoridades nazis en 1940. Serrano Suñer escribió una carta de 30 páginas que Franco subrayó con su lápiz de dos puntas (rojo lo malo, azul lo bueno) y que comienza con un «Querido Paco»

Luis Togores

En 1940, la España de Franco era por agradecimiento, convicción y admiración, abierta y mayoritariamente germanófila. La fulminante victoria alemana en Polonia y, sobre todo, la derrota total de Francia, en menos de 45 días de combate, estaba muy presente en el ánimo de Serrano Suñer, cuando el cuñadísimo y su séquito llegaron a Berlín para negociar en persona con el Führer la posibilidad de que España entrase en la Segunda Guerra Mundial. A través de la correspondencia entre Franco y Serrano Suñer, una documentación hasta ahora inédita , ABC ha podido reconstruir detalles que pueden ayudar a conocer mejor lo que ocurrió hace algo más de tres cuartos de siglo.

Con Berlín aún festejando la victoria sobre Francia tres meses antes, Serrano Suñer, en ese momento ministro de Gobernación, se adentró en un territorio político ajeno y peligroso para abordar asuntos tan delicados como el futuro de Marruecos y Canarias o la amenaza de un desembarco británico en el norte de España.

Si Franco había escogido para la misión en Berlín a su cuñado, al que pronto iba a nombrar ministro de Exteriores, era precisamente porque conocía lo que tenían en la cabeza Hitler, Ribbentrop, Goering y otros jerarcas nazis sobre el futuro del mundo. El tema español estaba en ese momento de máxima actualidad en la capital germana, que cada noche recibía la puntual visita de los aviones de la RAF británica recordando lo urgente de tomar Gibraltar y cualquier territorio en la órbita de Londres.

A finales del verano de 1940, Serrano se entrevistó primero con el ministro de Exteriores alemán, Joachim von Ribbentrop, el diplomático encargado de tejer las líneas del Eje, y más tarde con el propio Adolf Hitler. Sin embargo, la toma de contacto con Ribbentrop no fue la imaginada. En una carta escrita el 18 de septiembre, el ministro franquista reconoció a Francisco Franco (al que se dirige en su correspondencia como «querido Paco») que «...la primera impresión fue realmente mala». A la falta de empatía entre ambos políticos, se sumó el reproche de Serrano de que fue la sangre española la primera que se vertió «contra las injusticias del viejo orden político» , para acto seguido poner de manifiesto el agotamiento total de España.

El precio de una alianza

Después de tres años de durísima Guerra Civil, el país dirigido por Franco no se encontraba en condiciones de intervenir en un nuevo conflicto armado. Según el informe que le envió a Franco, Serrano comunicó a un pétreo Ribbentrop que «España entraría en guerra siempre que se resolvieran sus necesidades mínimas en orden a los abastecimientos, gasolina y material de guerra...». E l alemán reaccionó con una actitud «solemne y aparatosa» , que solo dejó entrever cierta alegría cuando conoció «de labios míos –en palabras de Serrano Suñer– como persona próxima a ti, la disposición de España y su propósito de intervenir en la guerra en cuanto dispusiera de aquellos medios».

Fragmento de la carta de Hitler a Franco Matias Nieto Koenig

Si contaba con los medios militares y tecnológicos, Franco estaba dispuesto a dar el sí quiero. Y, en una demostración de eficiencia alemana, a primera hora de esa misma tarde, poco después de la entrevista con Ribbentrop, llegó a manos del español una nota del propio Hitler solicitando conocer exactamente el calibre de los cañones que necesitaba España (30,5 y 38 centímetros) para asaltar Gibraltar.

Más allá de los aspectos técnicos, Serrano trasladó en esa misma reunión los deseos de expansión territorial a los que aspiraba la España nacional a cambio de su entrada en la guerra: «Me referí enseguida a tu programa respecto a Marruecos. Nuestra expansión legítima es la que comienza junto a Argel en el Oranesado y acaba en la bahía del Galgo, más la ampliación de la Guinea… Ribbentrop estuvo muy reservado como siempre han estado aquí con relación a este programa. Por fin dijo (como algún día había que decirlo, dijo que nosotros estamos conformes en principio con esta aspiración de España y no hemos hablado concretamente porque detrás de todo esto hay el gran problema para el futuro de la defensa de Europa-África que van a constituir bajo la dirección de Alemania un bloque en el mundo que podrá ser atacado por EE.UU».

Sin los americanos aún en la guerra y los ingleses sobreviviendo a duras penas en el norte de África, la diplomacia nazi estaban conforme con apoyar la expansión española en Marruecos, en tanto, y así lo reclamó Ribbentrop, Franco cediera a Alemania bases militares en este territorio. Le exigía bases en Agadir y en la Isla de Mogador, además de en Canarias. En este punto, Serrano Suñer aseguró por carta a Franco que se llenó de ira al escucharlo «dispuesto a salir de Alemania en aquel mismo momento»: «Sin duda, el Sr. Ministro no ha sido bien entendido por el intérprete y si realmente ha querido decir eso es que no tendrá en cuenta que las Canarias no son colonias españolas, sino un trozo mismo del territorio de mi Patria, una provincia española más igual que Burgos o Madrid».

Fragmento de la carta de Hitler a Franco Matias Nieto Koenig

El ministro alemán se vio obligado a rebajar el tono y afirmó que no había querido ofender a los españoles, aunque sí insistió en su exigencia de bases en aquel futuro Marruecos español. La tensión terminó de desinflarse cuando aquella noche se celebró una cena de gala como preámbulo a la entrevista de los españoles con Hitler. Durante la fiesta, Ribbentrop se mostró inesperadamente simpático y habló de una Europa en la que Alemania tendría «una posición predominante» y el dominio de África sería compartido con Italia y España, mientras a «los países pequeños se les dejaría vivir con cierta independencia política pero no militar». No así a Francia, «destrozada y anulada en la paz» que «no contaría para nada» en el continente africano.

Día D para la diplomacia

Al día siguiente, Serrano se entrevistó con Hitler en la Cancillería del Reich, tras recorrer Berlín entre aplausos y vítores. La entrevista se desarrolló con gran cordialidad: «Me dijo que le alegraba mucho de conocerme personalmente. Que sabía que tú y yo (menos mal) inspiramos personalmente los artículos de “Arriba” que eran en realidad la única forma política interesante de relación entre Alemania y España que se mantenía (y pensar, dije para mis adentros, que esto he tenido que hacerlo casi clandestinamente sin más apoyo que el tuyo y con la hostilidad de algunos ministros…)».

La correspondencia del emisario español con su cuñado está repleta de veladas, y no tan veladas, reivindicaciones a su papel como el ministro más favorable a una alianza con Alemania; además de la reglamentaria adulación hacia el jefe del Estado español: «(...) tu prestigio aquí hoy creo apreciar fríamente sigue totalmente intacto. No así de España con todos sus viejos resabios, sus ceporros y sus calamidades, pero sí el tuyo, el de la esperanza de una España mejor y el de la raza». Un tono meloso hacia Franco que no restaba, por ello, gravedad a los temas que estaban sobre la mesa en aquella cita.

Sin hacer referencia en ningún momento a la URSS, Hitler aludió al peligro del expansionismo de EE.UU. y a «una lucha entre el continente europeo y el americano» . Un choque de titanes en el que Gibraltar, en manos británicas, iba a ocupar un papel preponderante. A la petición de artillería pesada para la toma del Peñón, el Führer la denegó definitivamente afirmando que la destrucción de la base británica se podría hacer mediante ataques aéreos siempre que se facilitaran aeropuertos cerca de Gibraltar. Del mismo modo, ante los temores de un desembarco británico en Santander, Hitler aseguró que esto era absolutamente imposible ya que Alemania dominaba el aire y esto era «la seguridad para la frontera de Europa desde Noruega hasta el Norte de África».

Fragmento de la carta de Hitler a Franco Matias Nieto Koenig

« El Führer me dijo que Alemania reconocería con gusto las pretensiones españolas sobre Marruecos , sin más limitaciones que las de asegurar a Alemania por medio de tratados favorables de comercio una participación en materias primas en esta zona de Marruecos», relató por carta el ministro de Gobernación sobre uno de los asuntos más importantes en materia exterior para España. Los materiales a los que se refería el líder nazi eran básicamente sustancias para la fabricación de explosivos, tales como fosfatos y manganeso.

Cuando el ministro español le anunció «muy rápidamente» el deseo de España de rectificar la frontera del Pirineo, Adolf Hitler retuvo a Serrano Suñer y con un gesto de gran alegría le dijo que «no podía uno fiarse nunca de la amistad de Francia ; y puesto que las cincuenta veces que él había tendido la mano a este país, aun a costa de renunciar a tierra tan alemana como Alsacia-Lorena, habían sido en vano...». En la animadversión hacia esta «Francia enemiga», se encontraron Hitler y Serrano, hasta el punto de recibir «enormemente satisfecho» esta propuesta que pudo haber supuesto que el Rosellón pasara a manos españolas.

Fragmento de la carta de Hitler a Franco Matias Nieto Koenig

Antes de despedirse, Hitler planteó la necesidad de una futura entrevista con Franco, que se produciría en Hendaya el 23 de octubre de 1940. Serrano señaló en sus amplias conclusiones dirigidas a Franco que «esta gente está muy segura de su poder...» y apuntó lo fructífero de la visita: «Se le ha tirado de la lengua y han soltado todo lo que tenían dentro» . Nadie sabe con certeza lo que pensaba Serrano en su interior sobre los alemanes.

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