Hablan los pioneros de la Constitución
Fernando Suárez, último ministro vivo de Franco: «No trajimos la democracia para que se insulten»
Nadie simboliza hoy mejor la Transición: miembro del último Gobierno de Franco, Suárez (León, 1933) fue quien se enfrentó dialécticamente a los inmovilistas en defensa de la Reforma política y la reconciliación de los españoles. Fue en noviembre de 1976, y como procurador en Cortes por designación de Don Juan Carlos se enfrentó con quienes rechazaban la idea de una España unida y un Rey para todos los españoles
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Iniciar sesiónEs usted el último ministro de Franco.
Vivo, sí.
Pero, permítame: por encima de todo, usted fue destacado integrante del equipo que defendió la Reforma Política en 1976.
Usted no había nacido (risas).
La verdad es que no, pero lo hemos estudiado, usted lo sabe ... bien. Y digo más, en aquella sesión usted asumió el papel más difícil: responder sobre la marcha a quienes de ninguna manera aceptaban la reconciliación de los españoles.
La dialéctica me tocó a mí, sí. Miguel hizo un discurso espléndido de presentación con toda su autoridad de Primo de Rivera, pero el debate lo llevamos Blas Piñar, Fernández de la Vega y yo.
Ellos se oponían a la Reforma. Fue el choque real entre el inmovilismo y el aperturismo.
Y ganó Torcuato Fernández-Miranda.
Sí, pero quien saltó al ruedo fue usted, y hubo un momento en el que Fernández de la Vega se refirió a la otra España como «misérrima oposición».
Tío de María Teresa, por cierto. Dijo aquello de la «misérrima oposición» y yo le dije que precisamente se trataba de que no se volviese a utilizar esa terminología.
De alguna manera, esa «misérrima oposición» a la que se referían los inmovilistas en 1976 bien podría ser hoy el vicepresidente Iglesias; y fíjese que fue usted quien defendió entonces que hoy Iglesias esté sentado en el Hemiciclo; y sin embargo hoy él defiende que usted sea procesado, como el señor Rodolfo Martín Villa.
Eso es juvenil. Yo lo atribuyo a su juventud. Es una inexperiencia de lo que es la Historia de España. Nosotros con todo orgullo podemos decir que es la primera vez que hay un cambio de régimen sin violencia ninguna, por acuerdo nacional. Que a mí me intente procesar el vicepresidente, es que yo creo que no lo ha pensando bien. Estoy seguro de que evolucionará y será más reflexivo en el futuro.
«Que a mí me quiera procesar el vicepresidente Iglesias... yo creo que no lo ha pensado bien»
¿Cree que se moderará?
Espero. Recuerde cómo empezó Lerroux: diciendo «alzad el velo de las novicias», y acabó presidiendo un Gobierno de derechas. Yo creo en la evolución, la reflexión y la madurez. Plantear esos temas no lleva a ninguna parte, y no me causa ninguna inquietud, como tampoco la juez argentina Servini. No me quita el sueño de ninguna manera. Estoy muy tranquilo, me siento muy respetado y la inmensa mayoría de los personajes de la época nos tuvieron un gran respeto y yo me entendí con ellos. Lo que está en las actas es lo que importa.
¿La Historia se repite?
Yo espero que no, de ninguna manera. Se repiten algunos errores de algunos políticos. Tenga en cuenta, por ejemplo, a Indalecio Prieto. Una de las cosas en las que más insistió fue en el error de haberse entendido con los comunistas, y ya en el exilio dijo: «Con los comunistas nunca más». Y ahora eso parece que no lo saben, que no lo entienden. Es sorprendente.
Ministro de Franco y también defensor de la Reforma Política como procurador designado por el Rey. ¿Por qué le gustaría que se le recuerde?
Eso es muy complejo. Estoy encantado de lo que hice en el Parlamento. Soy el único español que ha estado sentado en el Hemiciclo por cuatro cauces distintos, una cosa insólita. Estoy muy orgulloso de lo que hicimos en cada una de esas fases. En la última etapa, en la oposición a Felipe González, fuimos una oposición leal. Creo que no tienen queja de nuestro comportamiento. Jamás hubo un insulto. Un insulto en el hemiciclo yo no lo he visto hasta ahora.
¿Se ha devaluado demasiado el debate político?
Es muy desagradable. No trajimos la democracia para insultarse, sino para convivir, entendernos, dialogar, discutir, pero no para que se insulten. La situación actual es muy sorprendente para cualquiera que la vea sin prejuicios: ¿Tiene sentido que hayan rehabilitado a Negrín, que fue expulsado del partido por sus contemporáneos, y a la vez no se puede hablar del general Moscardó? ¿Pero qué ha pasado en España para que se pierda el sentido común de esta manera?
El Ayuntamiento de Madrid ha retirado la calle a Largo Caballero.
No conozco a nadie de la derecha que protestara cuando se instalaron en Madrid las estatuas de Largo y de Indalecio. Eran Historia de España, para bien o para mal, habían influido, y se les colocó haciendo esquina con la estatua de Franco. Cuando venían amigos míos extranjeros yo les llevaba a ver esa esquina para que vieran que, por fin, los españoles aunque fuera en bronce se habían reconciliado. Y de pronto quitan la estatua de Franco porque no era demócrata y mantienen la de Largo Caballero, que en su fase final tenía de demócrata... Cuando perdió las elecciones de 1933 perdió la cabeza y se lanzó al sovietismo puro y duro, pero su obra de ministro había sido muy importante, y a esa etapa yo le tengo respeto. Todo eso lo han destrozado a lo bobo.
«Quitar la calle a Largo Caballero es un camino pueril. Estoy más de acuerdo con que se ponga calle a quien no la tiene»
El Ayuntamiento actuó en aplicación de la Ley de Memoria histórica.
Lo atribuyo casi todo a la juventud de los protagonistas. Los jóvenes de la derecha tampoco saben mucho la historia. Si nos quitan una calle, vamos a quitarles otra. Es un camino pueril. Estoy más de acuerdo con que se ponga a quien no la tiene que con que se quite a quien en algún momento la mereció.
Desde la Transición, la derecha no logró aunar una alternativa ganadora hasta 1990, y no ganó hasta el 96. Veinte años después, otra vez la división de la derecha.
¡Hay tres! Es un disparate mayúsculo. Es producto de que no se ha estudiado bien el proceso histórico español. No conocen la Historia de España, y no saben dónde están. No saben que unos son herederos de la izquierda con todos sus defectos e inconvenientes, y se las dan de demócratas purísimos, y otros de la derecha acomplejados por sus antecesores.
Ahora de Franco es mejor no hablar.
Dame una sola razón por la cual el vicepresidente de un Gobierno de Su Majestad pueda decir que trabaja para traer la República y yo no pueda decir que me gusta el Plan Badajoz. ¿En virtud de qué? Eso no puede ser, no puede durar, es efímero. La sociedad española debe recuperar el buen sentido.
¿Es usted optimista o pesimista?
No quiero ser pesimista, aunque no podía esperar cosas que han pasado. El tema de Su Majestad el Rey es un tema muy fuerte, me ha entristecido mucho, mucho, mucho, y tiene peso político. Pero no creo que la sociedad española se deje alucinar hasta el punto de volver a empezar. Yo creo que no.
La novedad en este momento es que la Monarquía es el objetivo de los socios del presidente del Gobierno, unos formando parte del Ejecutivo y otros desde fuera. ¿Hay riesgo para la Corona?
Yo no lo espero. Y quiero ser muy claro en eso: a mí Don Juan Carlos como persona me ha defraudado, me ha entristecido, pero como Rey le sigo teniendo más admiración que desprecio. Su reinado es extraordinario. El ser humano ha tenido sus debilidades, que todavía no las tengo claras porque no están demostradas, pero en principio te decepciona. Pero eso no afecta a su hijo, que es ejemplar. Está siendo un reinado ejemplar.
Aunque el Gobierno no se lo pone nada fácil al Rey.
De lo que yo me quejo, si acaso, es de que el Rey no gobierna, pero reina, y debe reinar. Y el Gobierno tiene que aceptar que reine, no le puede establecer limitaciones. Si quiere ir a Cataluña no se lo pueden impedir, de ninguna manera. Hay mucha opinión española que no quiere de ninguna manera riesgos. La Constitución está garantizada y modificarla no es sencillo; espero que España no consienta la sustitución de la Monarquía por un proceso revolucionario.
Usted también fue eurodiputado. ¿Es Europa la solución, que diría Ortega?
Europa también tiene lo suyo... pero el hecho de estar en un club de democracias espero que sea una resistencia fuerte a cualquier aventura. Democráticamente en España es imposible acabar con la Monarquía, porque la quiere la mayoría del pueblo español. No es que quiera la Monarquía, quiere estabilidad. Por eso la Reforma Política fue también viable: porque había un afán de paz y de democracia, pero sobre todo de tranquilidad: que no pasara nada; y no pasó, salvo los crímenes individuales.
Usted estuvo en el Hemiciclo el día de la proclamación de Don Juan Carlos, del que acabamos de cumplir 45 años ¿Qué recuerda?
La naturalidad. No hubo ni la más mínima dificultad. Ahora todo el mundo presume de que estuvo brindando y no es verdad. La sociedad española estuvo triste con la muerte de Franco porque llevaba 40 años, era una costumbre, y se produjeron aquellas colas del Palacio de Oriente, el funeral, la homilía de Tarancón en los Jerónimos y antes en El Pardo en la capilla ardiente; esta última se ha olvidado. Fue todo muy natural y el pueblo español aceptó la sucesión. Fue mucho menos difícil de lo que parece, porque la sociedad española estaba muy consciente, muy madura y muy responsable. Y yo espero que lo siga siendo.
«Don Juan Carlos me ha decepcionado como persona, pero como Rey su reinado es extraordinario»
¿La Constitución es la mejor posible?
No, de ninguna manera, desde el primer día. Ese matiz es muy importante. La Constitución no nos gustaba del todo, ni a Fraga, que es uno de los redactores, pero la vida constitucional sí. Votar no a la Constitución parecía que era votar no a la vida constitucional, y eso no se podía hacer. Así que aceptamos votar la Constitución, pero sabiendo que había algunos extremos inaceptables, como el de las nacionalidades. La derecha nunca lo aceptó. Eso es una espoleta retardada, y se cumple la profecía de Torcuato: naciones sin Estado propenden a ser estados. Pero insisto: votar que no habría sido hacer imposible la vida constitucional, no había otra mejor. No era fácil. Y la aceptamos y la cumplimos al pie de la letra. Nadie dirá que nos hemos salido de la Constitución ni un ápice. Es más, cuando la puso en riesgo Tejero allí estuvimos en primera fila. La conducta de Alianza Popular, con Fraga secuestrado, fue inequívoca.
¿Ese fue el momento más trágico de nuestra Democracia?
Sí, ese día sí tuve yo inquietud.
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