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injusto reportaje de «the new york times» sobre la crisis en españa

Cuando la «Dama Gris» se viste de amarillo

En el trabajo de Suzanne Daley, con fotografías del español Samuel Aranda, se dibuja una realidad estremecedora y sangrante de España que ha levantado ampollas

Cuando la «Dama Gris» se viste de amarillo

alejandro carra

Interpretar la realidad para sus lectores es una de las funciones básicas de la prensa desde que en 1947 la comisión Hutchins llegó en EE.UU. a la conclusión de que no bastaba con reproducir los hechos verazmente sino que era necesario informar de la verdad que encierran estos. Pero no siempre se consigue. « The New York Times », el diario que desde su primer número quiso marcar distancias con el periodismo sensacionalista –« Todas las noticias aptas para ser publicadas, afirmaba bajo su cabecera»– y que sigue siendo uno de los referentes de la prensa mundial, acaba de publicar esta semana un reportaje tan demoledor como injusto sobre la situación socioeconómica de España.

El trabajo de Daley y Aranda ha levantado ampollas

En el trabajo de Suzanne Daley, con fotografías del español Samuel Aranda, ganador del World Press Photo 2011, se dibuja una realidad estremecedora y sangrante de España que ha levantado ampollas, y no sin razón. La estructura informativa es simple pero eficaz; a un texto trufado de testimonios y datos ciertamente llamativos, pero muy parciales, le apuntalan unas fotografías impactantes en blanco y negro, lo que da ya una primera idea del dramatismo que trata de inducirse en el lector. Son relatos en primera persona de personas anónimas, funcionarios y miembros de organizaciones como Cáritas, avalados por fotografías descarnadas de una familia esperando su desahucio, de un joven buscando en un contenedor de basura, de comedores sociales y gente recibiendo alimentos y hasta de las pintorescas protestas –«Robin Hood raids», las denomina la redactora– que los miembros del sindicato de Sánchez Gordillo han llevado a cabo este verano en Andalucía. Son ciertas, pero igualmente pinceladas hiperrealistas de un lienzo al que le faltan muchos trazos por dar (no hay más que ver la imagen del joven sindicalista del SAT, desnudo de cintura para arriba, cuyas costillas conducen inconscientemente al lector a un escenario de hambruna que no se da en las calles de España). Un deprimente mosaico que nos obliga a recordar que detrás de esos hechos veraces retratados por Aranda y narrados por Daley hay una verdad que ha quedado muy lejos de ser explicada honestamente a los lectores de la «Dama Gris», estos días enfundada en su peor traje amarillo.

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