Los desafíos del Gobierno: El margen de la política exterior española
Revisar el evanescente lugar de España en Europa, un Mediterráneo y un mundo en continuo cambio requiere de rigor y análisis permanentes
Tras la victoria del Partido Popular es necesario relanzar una política exterior bajo mínimos. Para acometer esta difícil tarea, hay que tener en cuenta al menos tres elementos que condicionan o facilitan este empeño y dibujan el margen posible. Se trata de la ... crisis económica y sus emergencias, la clara decisión de los españoles de confiar el nuevo gobierno al PP y el hundimiento de la política exterior durante la etapa Zapatero-Moratinos.
Las principales decisiones de política doméstica y de política exterior tienen como referente a Bruselas desde el principio de la transición. Pero con la crisis de la moneda única más que nunca la capital europea es el terreno principal de juego . El nuevo gobierno debe volcarse en la defensa diaria de nuestros intereses ante las instituciones comunitarias, el cumplimiento estricto de nuestras obligaciones como Estado miembro, la formulación de iniciativas europeas y las reformas en casa. A toda velocidad, España tiene que aparecer de nuevo como el país más fiable y serio del sur de la Unión, incluso antes de que se forme el nuevo gobierno.
En segundo lugar, el voto del 20 de noviembre por sí mismo fortalece la posición europea e internacional de España. El mensaje de los ciudadanos a través de las urnas ha sido muy positivo; hay país y el ejecutivo nace de una importante mayoría, con setenta y seis escaños más que el primer partido de la oposición. El nuevo gobierno contará con un gran respaldo democrático y esto facilita que sea escuchado y respetado desde el primer momento por sus interlocutores europeos e internacionales.
En tercer lugar, hay que reconstruir reputación y consensos . España ha perdido mucho peso tras casi ocho años en los que se ha combinado la pasividad con decisiones excéntricas, no conectadas con nuestros intereses y con nuestra identidad occidental y democrática. Ha habido una disminución de prestigio que tan solo se corrige volviendo a construir un relato sobre España como un país con el que se puede contar, un interlocutor obligado al menos en Europa, Iberoamérica y Norte de África. Para ello, se debe actuar con modestia y realismo y establecer pocas prioridades (Bruselas, Berlín y Washington). No hay fines sin medios, por lo que es preciso abordar en serio la reforma de cómo se hace política exterior. El objetivo es reforzar y orientar estos medios hacia una diplomacia económica, que apoye a las empresas españolas y aproveche sus potentes activos y redes internacionales. Pero también es preciso poner en pie una acción exterior que tome partido por los derechos fundamentales y el imperio de la ley. La carrera diplomática está desmoralizada y desconcertada y no basta con poner fin a las colocaciones de afines. Es necesario, finalmente, revisar a fondo la cooperación al desarrollo, el apoyo demagógico a las «civilizaciones aliadas» y las contribuciones de dinero público español sin seguimiento alguno a los organismos multilaterales.
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