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El último billete al infierno de Rato

Esta es la historia de Rato. Comienza en un avión en 1996 y acaba en un coche policial

El último billete al infierno de Rato Chema Barroso

Por Mayte Alcaraz

Un avión privado aguarda en Torrejón de Ardoz. Es de Abel Matutes. Está a punto de subir a bordo un amigo suyo, Rodrigo Rato y Figaredo (Madrid, 1949). Acaba el mes de febrero de 1996. Falta una semana para que el jefe de ambos, José ... María Aznar, haga historia y venza al PSOE, quemado en la pira junto a Mariano Rubio, Luis Roldán y Amedo. A Rodri (pocos se atreven a llamarlo así pero uno de ellos es el acaudalado Matutes, que le presta su avión) lo acompaña su fiel escudero, José Manuel Fernández Norniella. El jet se dirige a Palma. Rato, número dos de Aznar por Madrid, está de bolos políticos. Llega tarde y con la corbata en la mano. Se queja de casi todo: de que le presione su equipo, del madrugón y de que no ve a sus dos hijas: Gela y Ana, hoy dos jóvenes de 27 y 20 años. Queda un año para que nazca Rodrigo, el último de la saga. Hay dos periodistas -una, la que suscribe estas líneas- que le preguntan por su futuro en la sala de espera del aeródromo militar. Antes de echar una cabezada en el vuelo, contesta con un proverbio chino: los puentes se cruzan cuando se llega a ellos. Cierra los ojos y las ganas de hablar.

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