El nuevo ideario de Susana Díaz pone en evidencia el desgaste de Rubalcaba

Díaz estará hoy en La Moncloa con Mariano Rajoy. Y aunque su experiencia presidencial es todavía breve, sus comparecencias han dado de sí ya para vislumbrar diferencias sustanciales con Rubalcaba. Una fundamental en lo ideológico: la presidenta exhibe un socialismo «españolista» sin complejos frente a la deriva y los titubeos del secretario del PSOE, cada vez más cómplice de las confusiones del PSC. «Desde Andalucía defendemos la unidad de España, sin ninguna duda, y personalmente creo que España es un proyecto nacional con gran futuro», defendió a principios de octubre ante un multitudinario público compuesto de empresarios, compañeros de su partido y periodistas. El mensaje, pensaron muchos, nítido de Felipe González y con el que, como él mismo recordó hace poco, nunca perdió unas elecciones en Cataluña.

Existe un segundo contraste, que también tiene que ver con las formas, y es la intención expresa de «colaboración» que la política andaluza ha hecho con respecto al Gobierno frente a la declaración de ruptura de relaciones que Alfredo Pérez Rubalcaba ha interpuesto entre él y el Ejecutivo del PP.

Los primeros pasos de Susana Díaz como dirigente autonómica han gustando a muchos de los suyos y también a muchos fuera. Tras su estreno en Madrid se alabó su lenguaje nuevo , con el que lanzó mensajes directos que nadie se ha atrevido a pronunciar antes en el PSOE. El más sorprendente, cuando, sin nombrarle, criticó a José Luis Rodríguez Zapatero diciendo «creo que no fue un acierto afirmar que se aceptaría cualquier texto del Estatuto que viniera de Cataluña». Un pensamiento que, simplemente Rubalcaba no podría decir en voz alta al haber sido ministro de aquél, su heredero y, además, activo negociador en la gestación de los acuerdos que llevaron a gobernar al PSOE con los independentistas catalanes.

Díaz también se ha mostrado como una presidenta valiente. Lejos de las ambigüedades y de las medias tintas con que Rubalcaba intenta contentar a casi todos a la vez -con mucho cuidado de no molestar al nacionalismo-, la mandataria de Andalucía ya ha prevenido contra la tentación de «resolver el problema catalán reconociendo su singularidad» a costa de las otros. Por ejemplo Andalucía, le faltó decir cuando añadió que cada vez que hay «acuerdos secretos siempre solemos pagar los mismos, y tradicionalmente los andaluces», supuesto en el que advirtió que «donde hoy tenemos un problema, pasaríamos a tener dos».

El cliché de «mujer y joven» frente a veterano más o menos gastado por las décadas en el poder no sirve para resumir la distancia que separa a Susana Díaz de Alfredo Pérez Rubalcaba. Con ella surge otra voz, muy aplificada ahora por los focos y los titulares, que reclama que el PSOE vuelva a ser el partido que era.

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