«Los voluntarios están tocados»

Psicólogos o sacerdotes huyen del protagonismo cuando se les pregunta cómo están. En el hospital, reina «un enorme vacío»

«Los voluntarios están tocados» efe

p. alcalá/a. coco

Es la primera vez que alguien le plantea esa pregunta. Así que duda unos segundos antes de contestar a lo más simple que nadie le ha pedido que conteste en 48 horas: «¿Y vosotros cómo estáis?» .

«Cansados. Agotados. Emocionalmente tocados. Han sido ... días duros y nos hemos tenido que enfrentar a situaciones de todo tipo. Las emociones... A veces empatizas, aunque no debemos, pero no siempre es posible y... Pero no lo pongas, que no quiero ser protagonista». Es uno de los 250 voluntarios que han participado con la Cruz Roja.

La modestia, el anonimato, una especie de vergüenza porque alguien les pregunte a ellos es común a quienes han estado «en todos los frentes» , certifica Lorena, jefa de comunicación de Cruz Roja que, aunque también estuvo desafiando al sueño, repite el esquema: «Pero no soy yo quien debe contártelo, yo solo estoy para ayudaros».

Aliento desde la fe

Al padre David cuesta arrancarle hasta su nombre. Resta cualquier importancia a que él y otro compañero pasasen la noche y el amanecer en el Cersia «por si alguien nos necesitaba. Y así fue». En el centro donde 70 familias esperaban alguna noticia de los suyos «estábamos para acompañarlos, hacerles ver que no estaban solos aunque la situación era muy difícil y que, en el fondo, Dios siempre está con los que sufren y más cuando son desgracias así».

El sacerdote recuerda que «la gente más que desolada estaba en un estado de ignorancia e incertidumbre que casi es peor que la desolación. Querían saber y es normal . Estaban nerviosos y angustiados». Fueron allí «a medida que nos enterábamos de la situación. Llegamos, nos presentamos ante los médicos que intentaban administrar la situación y nos dijeron que tenía que ser un trabajo en equipo , en conjunto, tanto médicos, personal psicológico y todos los que se iban presentando allí, y la verdad es que muy bien, nos agradecieron mucho el estar allí».

Psicólogo tras un accidente

Los psicólogos se multiplicaron llegando incluso desde toda España. Joaquín Pinilla, que fue víctima de un accidente de moto que le empujó a ser gerente hoy de una fundación que ayuda en este tipo de situaciones, cuenta que lo principal es ayudar a quienes «llegan desconcertados , sin saber por dónde empezar o incluso con problemas para costearse el viaje y el alojamiento».

Diez personas de Avata se repartieron los escenarios para «echar una mano». Tuvieron que aguantar de todo, fundamentalmente «ataques de ansiedad que terminaban en agresiones... Pero es normal. Son reacciones normales», dice. « ¡No estoy loca! No necesito un psicólogo . ¿Estoy loca, crees que estoy loca por estar como estoy?».

La escena se repitió muchas veces en la noche del 24. El agotamiento no parecía tocar a los voluntarios . Siempre acertaban con sus respuestas.

La asociación de hoteleros compostelana hizo sitio a periodistas, a familiares. «A quien lo precisara», dice su presidente. Pese a que la ocupación era cercana al cien por ciento. De allí también salieron los alimentos y el agua que repartieron entre otros Javier y José. «Hay que estar para lo que haga falta», decían a ABC esa madrugada.

Yenny Rebeca Araujo siente «un enorme vacío». Venezolana y desde hace 33 años en Santiago, pasó la noche en los quirófanos del hospital como auxiliar de enfermería. «Lo que entraba venía muy malito» , cuenta apenada. Ella no trabajaba esa noche, pero como tantos otros, no dudó en reincorporarse.

«El día de la catástrofe en Urgencias se presentó toda la plantilla con sus fonendos en la mano sin necesidad de llamar a nadie», cuenta la doctora Estrella López-Pardo, una supervisora.

Rezos y suerte en el hospital

A la puerta, Óscar intenta repartir suerte vendiendo cupones. «Hoy muchas ganas de venir no tenía». María Lucía, 90 años, sale de una sesión de rehabilitación. Ha pasado por la capilla. «Ay, Dios mío, cuánto tuvieron que pasar los viajeros», ha implorado.

«Los voluntarios están tocados»

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