Fractura en el CGPJ ante la elección de dos magistrados para el TC

Lejos de haber conseguido suficientes apoyos para estos u otros candidatos, vocales del CGPJ se muestran molestos con su presidente , Gonzalo Moliner, porque en el último mes no habría hecho todo lo que supone que está en su mano, dicen, para lograr el máximo consenso posible cara a estos nombramientos. Tan solo se habría limitado a mantener un encuentro con todos los vocales a propósito de este Pleno para recordarles que es fundamental llegar a un acuerdo y no reincidir en la maltrecha imagen del CGPJ desde el «caso Dívar». No fue la única reunión. Ayer tuvo otra, pero en esta ocasión solo con un grupo de vocales, los mismos que le votaron, lo que ha terminado de encender los ánimos de los otros ocho consejeros (entre los que se encuentran cinco de la APM), que le acusan de «sectario» por ignorarles, cuando su obligación como presidente tenía que ser precisamente la contraria. Estos vocales señalan que Moliner debería lograr para los candidatos del TC el máximo respaldo posible, pues se trata de dos nombramientos muy significativos en los que el Consejo tendría que dar una imagen de unidad. Sin embargo, dicen, se está conformando con sacar adelante estos nombramientos con una mayoría ajustada.

Por este motivo, a veinticuatro horas del Pleno no está ni siquiera claro que Xiol (presidente de la Sala Primera del Supremo) y Enríquez (de la Sala Tercera) consigan los trece votos necesarios para sacar adelante estos nombramientos porque si la candidatura de Cándido Conde-Pumpido (en vez de Xiol) no ha llegado a ningún momento a descartarse por parte de algunos vocales del sector progresista, ahora se ha sumado también el del exsecretario de Estado Juan Carlos Campo. Como alternativa a Enríquez también suena el nombre de José Manuel López García de la Serrana, aunque con bastantes menos posibilidades que el primero.

Hay abiertas, por tanto, distintas opciones, y no parece que se vaya a despejar la incógnita antes del Pleno. Fuentes del Consejo indicaron que, aunque lo ideal sería alcanzar un acuerdo antes, si esto no es posible se harían cuantas votaciones fueran necesarias hasta que en alguna surja la mayoría suficiente para sacar adelante el nombramiento. Se reproduciría así la situación que desembocó en la elección del propio Moliner como presidente del Consejo, cuando llegaron a ponerse sobre la mesa una veintena de nombres ante la incapacidad de los vocales por lograr un candidato de consenso.