cUENTAS SIN CUENTOS
No es sólo Doñana, el campo se seca
Nuestros agricultores necesitan ayudas inmediatas, pero no son suficientes. El agua es un bien cada vez más escaso y hay que poner en marcha medidas para reducir su consumo y hacer un uso más eficiente de la misma
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La polémica sobre el proyecto andaluz para regularizar los regadíos en Doñana ha puesto encima de la mesa un problema que va mucho más allá de esta zona concreta de España, la sequía y la necesidad de abordarla desde un punto de vista integral, ... sin tener en cuenta los colores políticos de las administraciones. No se trata de un problema puntual que se solucione con ayudas o subvenciones temporales a los agricultores, que sin duda este año van a ser necesarias, se trata de tomar medidas estructurales que afectan a toda la sociedad, desde los ciudadanos hasta los agricultores, los empresarios y por su puesto, los distintos niveles de la Administración.
Mucho me temo que la sequía y los climas extremos han venido para quedarse y lo primero es asumirlo. Y a partir de ahí ir tomando poco a poco las medidas necesarias para adaptarse a la nueva situación. Probablemente tendremos que ir adaptando los cultivos de nuestros campos a aquellos que necesiten poca agua, aunque eso suponga cambiar los hábitos de muchos agricultores. Aunque de momento, lo que este año nos estamos encontrando es que han pagado mucho más caras las semillas, los fertilizantes,... y la escasez de lluvia está provocando ya enormes pérdidas en muchos cultivos. Las ayudas, por tanto, van a volver a ser imprescindibles para evitar que miles de agricultores, que han invertido no solo su trabajo y su esfuerzo, no vayan directamente a la quiebra.
Las nuevas tecnologías deben jugar, además, un papel fundamental para aprovechar al máximo un bien cada vez más escaso. Un buen destino de los fondos europeos sería la instalación de depuradoras o cambiar tuberías antiguas para poder aprovechar las aguas residuales y evitar las fugas que se producen en muchas instalaciones, sobre todo en los miles de municipios pequeños que no tienen fondos para invertir en estos menesteres.
Las depuradoras también son importantes en un país como el nuestro rodeado de mar. Pero también en este punto son fundamentales los avances tecnológicos. España es una potencia en desaladoras, pero su puesta en marcha estuvo teñida de muchas críticas por el enorme consumo de energía y su impacto medioambiental. Reducir ese consumo energético y ese impacto en el entorno es posible y necesario aunque sea caro. Y estas aguas pueden servir para suplir esta falta de agua en la industria, la agricultura y, si es necesario, también en el consumo humano.
La repoblación forestal cubriendo de árboles las cimas de las colinas y las partes altas de las cuencas de recepción, y estableciendo fajas forestales contra la pérdida de agua y la erosión para estimular la infiltración, es otra de las medidas que los expertos ponen encima de la mesa para hacer un mejor aprovechamiento del agua. Y utilizar la tecnología para evitar el desperdicio de las lluvias torrenciales que se producen sobre todo en la costa por el calentamiento del agua del mar es otra de las fórmulas que antes o después habrá que plantearse.
El agua es un bien cada vez más escaso, y necesita del compromiso de todos, ciudadanos, empresarios y políticos, y de la combinación de todo tipo de medidas, para hacer frente a una sequía cada vez más pertinaz. Para que tengamos éxito en esta batalla, y podamos acomodarnos a la nueva situación sin llevar a la ruina a los agricultores, o sin tener que renunciar a nuestro negocio turístico, es necesario que cada uno pongamos nuestro granito de arena, dejar a un lado los colores políticos de las administraciones, e incluso el amor por el terruño, para poder compartir agua o trasvasarla desde donde sobre hasta donde se necesite.