La industria de los bioplásticos aún no encuentra la solidez
A pesar de su enorme potencial de futuro, el reducido nivel de madurez y competitividad de estas soluciones y la falta de una estrategia integral de apoyo lastran su despegue en el presente
De aquellos lodos, estos bioplásticos: el nuevo valor de la basura orgánica
Madrid
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Iniciar sesiónBasta con mirar a nuestro alrededor. Los plásticos se han convertido en una 'plaga' a lo largo y ancho del planeta. Son uno de los materiales estrella de la economía, pero la mala gestión de sus desperdicios genera unas consecuencias inasumibles para la salud de los ecosistemas ... . Representan el 85% de los desechos marinos y se estima que cada año se vierten en el medioambiente 52 millones de toneladas que, puestos en línea, darían 1.500 veces la vuelta a la Tierra. Es un problema omnipresente ante el que a la industria solo le queda un camino: elevar la tasa de reutilización y reciclaje de los plásticos convencionales, así como redoblar la inversión en alternativas con menor huella. Es aquí donde entran en juego los denominados bioplásticos, un concepto que engloba diferentes tipologías: los de origen fósil y biodegradables bajo ciertas condiciones; los biobasados, que se obtienen de materias renovables, como la caña de azúcar, pero no son todos biodegradables; y el mejor grupo en términos de sostenibilidad, que son los biodegradables y biobasados, dentro de los que el PLA es uno de los que más se utiliza.
La evolución por ahora es lenta y la producción no termina de pegar el estirón porque presentan dificultades como unos costes superiores a los de sus homólogos procedentes de fuentes fósiles. De hecho, solo suponen el 0,5% de los 400 millones de toneladas de plástico que se elaboran anualmente en el mundo, de acuerdo a European Bioplastics. Sin embargo, la concienciación social sobre la urgencia de cambiar la situación, unida a la sofisticación de este tipo de opciones fruto de la investigación dibujan un crecimiento a futuro. La asociación pronostica que la capacidad de fabricación aumentará desde las 2.180 toneladas en 2023 hasta las 7.430 en 2028. Por su parte, el tamaño del mercado mundial pasará de los 7.490 millones de dólares en 2023 a los 57.000 millones en 2032, exhibiendo una tasa compuesta anual del 29% durante el periodo mencionado, tal como recoge Fortune Business Insights.
Evolución de la producción
global de bioplásticos
En miles de toneladas
De base biológica no biodegradable
Biodegradable
1,813 (0,864 / 0,949)
2022
Datos provisionales
2,182 (1,136 / 1,047)
2023
Previsiones
2,670 (1,575 / 1,095)
2024
4,839
2025
2,241
2,598
5,871
3,127
2,744
2026
6,392
2027
3,644
2,748
7,432
2028
4,605
2,827
Fuente: European Bioplastics
Valor del mercado
de bioplásticos
En millones de dólares
56.990
7.490
2023
2032
Previsión
Fuente: Fortune Business
ABC
Evolución de la producción global de bioplásticos
En miles de toneladas
De base biológica
no biodegradable
Biodegradable
7,432
6,392
5,871
2,827
4,839
2,748
2,744
2,241
2,670
2,182
4,605
1,813
1,095
3,644
1,047
3,127
2,598
0,949
1,575
1,136
0,864
2022
2023
2024
2025
2026
2027
2028
Datos
provisionales
Previsiones
Fuente: European Bioplastics
Valor del mercado de bioplásticos
En millones de dólares
56.990
7.490
2023
2032
Previsión
Fuente: Fortune Business
ABC
Tanto empresas como científicos son conscientes de que, tarde o temprano, la tendencia ganará terreno. Elena Domínguez Solera, investigadora en Liberación controlada y calidad del suelo del Instituto Tecnológico del Plástico (Aimplas), asegura que debido a la creciente conciencia social y demanda de productos sostenibles con menor impacto medioambiental, los bioplásticos están siendo elegidos por un número cada vez mayor de compañías en el mundo, aunque reconoce que para incrementar su aceptación ha de llevarse a cabo «una estrategia integral política, social y económica».
Desde el punto de vista tecnológico, la experta cree que hace falta mejorar las propiedades y biodegradación de los propios bioplásticos; a nivel financiero, reducir los costes relacionados con la producción y facilitar su competitividad con los plásticos de origen fósil; en lo relativo a la gestión de residuos, defiende la creación de flujos específicos de recogida selectiva, tratamiento de residuos e instalaciones de reciclaje, así como sistemas de responsabilidad ampliada del productor. Por último, pide una sensibilización pública, facilitada por un etiquetado más claro y comprensible.
¿Qué tan adelantada va España en esta revolución? Domínguez Solera cree que tiene un posicionamiento favorable, impulsado por su compromiso con la sostenibilidad y la economía circular, «que se refleja en políticas que promueven la reducción de plásticos convencionales en escenarios donde el fin de vida es crucial y el desarrollo de alternativas biodegradables y compostables». Una postura respaldada por una amplia red de centros de investigación, junto con universidades y otros institutos, que facilitan proyectos innovadores en colaboración con la industria para mejorar las propiedades de los bioplásticos y su aplicación. «El sector alimentario y agrícola, en el que España es líder, también favorece la adopción, especialmente para envases y films biodegradables. Además, el país ha experimentado un crecimiento en la inversión en investigación y desarrollo, con acceso a programas de financiación europeos y nacionales que respaldan el avance de nuevas empresas y tecnologías en este campo», comenta.
Sin embargo, nuestro país sufre limitaciones que merman su competitividad. Una de ellas es la dependencia de la importación de las materias primas requeridas para los bioplásticos, «lo cual encarece los costes e impacta en la autonomía del sector». Por otro lado, la investigadora de Aimplas advierte de que la infraestructura para el tratamiento de bioplásticos compostables es insuficiente, afectando su gestión y disminuyendo su impacto ambiental positivo. «Los costes de producción de los bioplásticos también suelen ser superiores a los de los plásticos convencionales, lo cual resta competitividad frente a alternativas más económicas», añade. En el plano social, percibe que la concienciación, aunque en aumento, sigue siendo inferior a la de otros países, lo que dificulta la demanda y la inversión en el sector.
Jordi Simón Serra, director técnico de la Asociación Española de Plásticos Biodegradables Compostables (Asobiocom), dice que nuestro país es de los pocos dentro del Viejo Continente que ha comprendido que estos materiales, que son bioasimilados por microorganismos transformándolos en agua, sales, CO2 y biomasa, aportan nuevas soluciones en agricultura y consumo que ayudan a optimizar la gestión de la fracción orgánica. «Por ello, la legislación los incorpora, obligando su uso en algunas aplicaciones y recomendándolo en otras», puntualiza. Por ejemplo, el Real Decreto 293/2018, de 18 de mayo, sobre reducción del consumo de bolsas de plástico y por el que se crea el Registro de Productores, especifica que las bolsas ligeras y muy ligeras deben ser compostables.
A nivel europeo, afirma que el liderazgo lo ostenta Italia, si bien Francia también está trabajando en esta línea. En comparación con Asia o Estados Unidos., la región saca buena nota, pero arrastra una cuenta pendiente. «Salvo en Italia, la legislación tiene una debilidad en cuanto al seguimiento de su cumplimiento y las correspondientes sanciones», apunta el experto, que lamenta la incoherencia del continente. «No es posible legislar para las empresas europeas y que luego no se limite la entrada de productos contrarios a la propia legislación», subraya. Con luces y sombras, la apuesta por estas alternativas es imparable, aunque el reinado de los plásticos convencionales se antoja imposible de erradicar.
Solución de nicho
«Los biodegradables-compostables, que denominamos BioCom's, tienen su foco en el fin de vida, por lo que no son comparables con los plásticos tradicionales, sean de origen fósil o renovable», comienza por aclarar Simón Serra, convencido de que, pese a que el uso de los BioCom's irá al alza, continuarán siendo minoritarios. La razón es que «en general, no son una alternativa a los plásticos tradicionales sino que aportan soluciones nuevas que hasta ahora eran imposibles para los primeros: el fin de vida orgánico». La clave pasa por utilizarlos en aquellas aplicaciones para las que han sido diseñados y donde aportan valor.
El director técnico de Asebiocom explica que agricultura, consumo y gestión de residuos son sus sectores principales, mientras que si hablamos de artículos específicos, sirven para film de acolchado; mallas de emparrado; cápsulas de café; bolsitas de infusiones; monodosis; envases con restos de alimentos o bolsas de supermercado y bolsas para frutas y verduras (en su concepto de 3x1: transporte, conservación y gestión de residuos), entre otros.
Joaquín Martínez Urreaga, catedrático del Departamento de Ingeniería Química Industrial y del Medio Ambiente de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la UPM, expone que los biodegradables y biobasados son ideales para envases de alimentos muy ligeros, en los que el reciclado convencional no funciona bien, como el envoltorio de una magdalena, siempre y cuando sean compostables en condiciones industriales. Asimismo, se pueden utilizar para biomedicina (hilos de sutura, por ejemplo), impresoras 3D o algunas piezas de coche.
El porqué representan un porcentaje ínfimo de la producción de plásticos lo atribuye a un conjunto de factores. «Algunos biobasados se han sustentado mucho en la posibilidad teórica de que se obtuvieran de residuos de biomasa no aptos para alimentación, pero en la práctica, esto está muy limitado y hoy en día la mayor parte viene de almidón de maíz y de caña de azúcar que se podrían comer. Así el proceso es más eficaz y el precio del producto final se puede moderar para que sea solo dos o tres veces más caro que si procediese de plásticos convencionales», señala.
Otro inconveniente es que «para que los biobasados tengan las mismas propiedades que los convencionales hay que ponerles muchos aditivos, lo cual sube los precios y las fábricas apuestan por el beneficio inmediato». En definitiva, defiende que los bioplásticos crecerán, pero no cabe esperar que sean el material del futuro en un breve plazo de tiempo.
Análisis exhaustivo
En el proyecto 'Bio-Plastics Europe: Sustainable solutions for bio-based plastics on land and sea', de cuatro años de duración, 21 socios estudiaron el comportamiento de estos materiales en distintas aplicaciones con el objetivo de acercar sus conclusiones a las autoridades y a la ciudadanía. «Numerosas impresoras 3D que trabajan con PLA generan una cantidad ingente de residuos. En teoría, se pueden enviar a compostar, pero no lo hacen demasiado bien y, en cambio, se pueden reciclar sin problemas con un equipamiento asequible (un sistema completo ronda los 7.000 euros)», ejemplifica. El catedrático explica que ciertos materiales catalogados como biodegradables dependen mucho del entorno, como constataron con el PLA, que se degrada a la perfección en compostadoras industriales cuando existen los microorganismos, oxígeno, pH y temperatura adecuados, mientras que en el mar puede permanecer largo tiempo.
El grupo de Materiales Agroalimentarios Sostenibles, del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea 'La Mayora' (IHSM, UMA-CSIC), trabaja en distintas líneas de investigación y ha conseguido, por ejemplo, un bioplástico a base de la quitina de residuos de gambas en combinación con el glicerol que, en palabras de Susana Guzmán, investigadora postdoctoral, «tiene propiedades antioxidantes y antifúngicas, además de ser muy biodegradable en agua del mar».
Las startups también desempeñan un papel fundamental en esta revolución. DAN*NA desarrolló y patentó a nivel mundial, tras seis años de trabajo, un nuevo copoliester llamado PLH. «Inicialmente nos inspiramos en el PLA, producido a partir del ácido láctico obtenido de fuentes renovables, como los carbohidratos de origen vegetal», cuenta su CEO, Xavier Marín. Su enfoque, partiendo también de fuentes renovables de origen vegetal, era crear un nuevo bioplástico escalable a nivel industrial, pero con mejores propiedades y para un uso más transversal. En su caso, utilizan el ácido láctico y una macrolactona de origen vegetal.
Marín destaca que su bioplástico PLH, pensado para producir todo tipo de film, cuenta con excelentes propiedades mecánicas, como una resistencia y durabilidad comparables a las del polietileno y el polipropileno, dos polímeros convencionales muy utilizados en la industria. Además, en función de su uso, pueden controlar la biodegradación, desde pocos meses a varios años. «Aparte de reciclable, es biocompatible con el cuerpo humano, y ya se ha validado satisfactoriamente para la regeneración de hueso y cartílago in-vivo», agrega.
La empresa tiene una capacidad de producción de 300 toneladas, pero ya está inmersa en el siguiente escalado para dar respuesta a la demanda. Recientemente, ha cerrado una ronda de inversión de 1,1 millones de euros, liderada por BeAble Capital, de la que Marín se muestra muy satisfecho: «Buscábamos un inversor con conocimiento industrial que nos aportara valor más allá de la financiación, y de estos en nuestro país hay muy pocos, por lo que la complejidad fue elevada».
El 85% de los desechos que hay en el mar son plásticos
VEnvirotech nació en 2018 por la pasión de Patricia Aymà, que quería que la biotecnología saliera del laboratorio y se apuntó a un programa de emprendimiento de Banco Santander (Yuzz) en el que conoció a Jordi Margarit y Noelia Márquez. Juntos dieron forma a un modelo de negocio que hiciera rentable la sostenibilidad.
Una de sus soluciones es Alpha, producida exclusivamente con bacterias que se alimentan de residuos orgánicos. «El bioplástico es su reserva energética (lo que vienen a ser los michelines que se nos acumulan a los humanos si comemos de más). Nuestro trabajo consiste en alimentarlas haciéndolas creer que luego pasarán hambre para que acumulen el máximo posible (hasta un 80% de su peso)», detalla la CEO, Márquez, que destaca que es «el único bioplástico a día de hoy producido con residuo orgánico», además de que tiene una flexibilidad por encima de lo habitual, es muy rápidamente biodegradable y es biocompatible.
En el departamento VEomaterials producen bioplásticos ad hoc para sus clientes: «Estas formulaciones incorporan directamente residuo tratado como carga. Como ejemplo, tendríamos el carbonato cálcico, que lo incluimos a partir del tratamiento de cáscara de huevo». Generan así materiales con una menor emisión de CO2 y optimizan cada uno de ellos a la producción, igualando tiempos de inyección de bioplásticos a los plásticos fósiles. En este porfolio tienen formulaciones con infinidad de residuos: cáscara de huevo, bagazo, papel, grano.... Sus principales clientes son empresas agroalimentarias, y han cerrado tres rondas de financiación, de 250.000 euros, dos millones y once.
Los bioplásticos continúan su senda para instalarse, al fin, en el corazón de la industria.
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