Los vasos comunicantes entre ciencia y mercado

Algunas iniciativas ya tratan de hacer confluir esos universos paralelos en los que viven ciencia y sector privado. Un ejemplo es CaixaImpulse Consolidate , un programa de la Fundación la Caixa que persigue acelerar la creación de empresas basadas en la innovación en salud. Dermoglass ha sido uno de los primeros proyectos en tomar impulso gracias a esta palanca de crecimiento. El equipo liderado por la doctora Elisabeth Engel , investigadora del Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC) y catedrática de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), ha patentado una tecnología que, mediante la aplicación de biomateriales, permite hacer frente a la plaga de las úlceras crónicas . «Nuestra tecnología se basa en partículas que restablecen la vascularización en los tejidos de las zonas afectadas por largos periodos de inmovilización en una cama o en una silla de ruedas. Al volver a tener vasos sanguíneos es muchísimo más fácil y rápida la llegada de nuevas células para regenerar la piel», explica la doctora Engel.

La farmacéutica Laboratorios ERN ya ha comprado la licencia de estas partículas. «Nuestro desarrollo inicial era un apósito, pero con ellos vamos a codesarrollar una crema», añade Engel. Un ejemplo de esa colaboración público-privada (el IBEC tiene como patronos a dos consejerías de la Generalitat) que aún no es moneda demasiado común en nuestro país. Aunque el impacto de la pandemia puede comenzar a derribar los muros . «Cada vez hay más programas públicos que ponen el eje en las empresas para asociarse con grupos de investigación. Y las compañías han visto que tienen que innovar y muestran un interés real en que lo que nosotros desarrollamos en los laboratorios pueda llegar a los pacientes. Pero muchas veces aún ven proyectos como el nuestro como tecnología poco madura y arriesgada. Se ha avanzado mucho, pero aún queda una gran distancia con los países más avanzados », subraya la catedrática de la UPC.

No hay gloria sin riesgo, pero la innovación es un viaje largo y costoso . «Llevar al mercado un prototipo desarrollado en el laboratorio necesita no solo de un proceso de escalado, sino además de toda una serie de certificaciones y de testajes que resultan muy caros para los grupos de investigación. Nosotros llevamos cinco años trabajando en Dermoglass y, al margen del coste del desarrollo del prototipo, ya solo mantener las patentes cuesta unos 40.000 o 50.000 euros al año », afirma Engel. La investigadora es escéptica sobre la posibilidad de que la pandemia marque un antes y un después en el esfuerzo inversor en ciencia en España y en el Viejo Continente: «Justo ahora Europa ha decidido reducir casi un 30% de su financiación en investigación... vamos a entrar en una crisis económica importante y al final la ciencia lo acabará pagando ». Y también los investigadores. «Hay mucho talento biomédico en España. El problema es que no lo retenemos. Hay oportunidades para la gente para entrar en Ciencia, para hacer el doctorado, pero luego esas oportunidades se van limitando muchísimo y no hay una carrera científica profesionalizada . Entonces la mayoría se marcha del país, triunfa y ya no los podemos recuperar», lamenta Engel.