Rato desafía la Ley de Murphy mientras Mafo se escaquea: «Aquí y ahora el problema es Grecia»
Bankia representa la más inoportuna reválida de la economía nacional debido a la incapacidad del Banco de España para aprobar el bachillerato elemental de la reforma financiera
josé antonio navas
En su afán por buscar la paja en el ojo ajeno Miguel Ángel Fernández Ordóñez ha encontrado una extraordinaria viga a la que agarrarse para justificar los males de ese infierno pasado, presente y futuro que nos toca vivir: «Ahora nuestro gran problema es Grecia ... porque como falle el rescate se viene todo abajo», enfatizaba hace pocos días el gobernador del Banco de España mientras caminaba por los suntuosos pasillos del caserón de Cibeles en compañía del representante del Banco Central Europeo, José Manuel González-Páramo, el nombre que más suena para relevarle dentro de poco más de un año al frente de la suprema entidad reguladora.
Mafo trataba de solidarizarse con el drama que está sufriendo su jefe de filas, Jean-Claude Trichet, ante la amenaza cada vez más plausible de una reestructuración de la deuda griega. El argumento no es baladí porque el BCE puede quedarse tieso a poco que Angela Merkel se salga con la suya, pero la cuestión que se le planteaba al gobernador era mucho más doméstica y cercana a las preocupaciones que invaden al sistema financiero en nuestro país. Ni qué decir tiene que estábamos hablando de Bankia y su pretendida cotización en Bolsa, una cuestión de Estado que todavía no está ni mucho menos resuelta y con la que parece haberse cebado el infortunio de la impertinente Ley de Murphi.
El buque insignia de las cajas fusionadas y destempladas se ha convertido en una tostada untada de mantequilla incluso para Rodrigo Rato porque es muy difícil que algo pueda resultar bien ahora que todo está saliendo mal. El antiguo vicepresidente económico de Aznar tiene que mantener la pose hasta el último segundo para no hacer el ridículo en medio del agitado panorama financiero. Saltar a Bolsa ahora es una temeridad pero bajarse del tampolín ante los ojos de la comunidad internacional puede ser mucho peor, sobre todo porque nada ni nadie asegura un mejor porvenir para octubre o marzo próximo. Ni las muletas ergonómicas que le han regalado al Rey Don Juan Carlos pueden servir de apoyo al presidente de Bankia en esta hora de la verdad, cuando hay que entrar a matar con una decisión que sólo a él corresponde pero de la que depende la credibilidad de todo el mercado bancario y sus afligidas circunstancias en España.
Bankia necesita levantar en el mejor de los casos 4.000 millones de euros, al mismo tiempo que Enrique Goñi y Antonio Pulido buscan otros 1.000 para su proyecto de Banca Cívica. Estamos ante una cifra irrisoria del 0,5% del PIB, que se ha erigido en la punta de un maldito iceberg contra el que han ido a estrellarse una y otra vez los intereses creados de una política económica estrecha y renuente a cualquier tipo de cambio.
Elena Salgado y Miguel Ángel Fernández Ordóñez, tanto monta monta tanto, han dejado que Rato se emborrache de púrpura y salga al ruedo como si fuera el bombero torero, más solo que Gary Cooper y más chulo que un ocho, dispuesto a comerse a bocados el miura de Bankia con un triple salto mortal que además de poner en juego la integridad del artista obliga a contener la respiración a todo el público respetable. Botín, FG, Ángel Ron y hasta el mismísimo Fainé han elevado una novena para que Dios reparta suerte en ayuda de ese redentor que llegó del FMI y que ahora parece destinado a salvar todos los pecados del mercado bancario español.
Tiene guasa, pero maldita la gracia, que la maltrecha economía nacional deba enfrentarse con la inoportuna reválida de Bankia cuando ni el Gobierno ni el Banco de España han sido capaces de aprobar el bachillerato elemental de la reforma financiera. Las autoridades no han querido asumir las decisiones que se requerían para aquilatar el coste del problema reflotando las entidades solventes y liquidando las inviables porque eso suponía un enfrentamiento político y con las autonomías hemos topado que diría el caballero andante. En consecuencia se ha preferido trasladar la carga de la prueba a los más quijotes mezclando churras con merinas en una venta al mejor postor y a precio de saldo.
Las cajas de ahorros están obligadas a subirse al globo de la Bolsa en un momento especialmente volátil y además lo tendrán que hacer cargadas con su descomunal lastre inmobiliario. Por lo menos hasta que tome cuerpo ese proyecto en el que se han puesto a trabajar el banco de inversión Lazard y la consultora Aguirre Newman para constituir un gran fondo de activos, suelo y promociones diversas, aportados por los principales entidades financieras españolas y destinado a inversores extranjeros. Los promotores de la idea creen que es la única forma de abrir un respiradero a esa financiación mayorista colapsada bajo un cielo enladrillado. El desenladrillador que lo desenladrille...
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