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¿Qué se está negociando exactamente en el tratado transatlántico de libre comercio?

La última visita a Europa de Obama ha servido para dar impulso a la decimotercera ronda de negociaciones sobre el TTIP

ROSALÍA

La última visita a Europa de Barack Obama ha servido para dar impulso a la decimotercera ronda de negociaciones sobre el Tratado de Libre Comercio entre la UE y EE.UU., TTIP (Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión), que ha arrancado ya en Nueva York y sobre la que los negociadores informarán públicamente el viernes.

¿Cuál es el calendario de la negociación?

Cuando comenzaron las negociaciones en 2013, se fijó como objetivo facilitar los intercambios entre dos regiones que suman el 60% del PIB mundial y un mercado de 800 millones de consumidores, pero detrás hay también con un fin más ambicioso: armonizar regulaciones y, de ese modo, fijar estándares para el resto del mundo. Por ahora hay avances, pero las conversaciones encallan en los apartados que tratan sobre el clima y sobre los plazos políticos. Si no se salvan las principales diferencias en el próximo trimestre, con un borrador aceptable listo para el verano, y si no queda firmado antes de la salida de Obama de la Casa Blanca, será muy difícil retomar la discusión en el futuro.

¿Qué se está negociando exactamente?

Se intenta armonizar la regulación en siete áreas específicas: materiales cosméticos, productos de ingeniería, nuevas tecnologías, materiales médicos, pesticidas, productos farmacéuticos, textiles y vehículos. Por ejemplo en capítulos sensibles como los cosméticos, donde Europa tiene estándares de protección más elevados, hay que negociar una lista de 1.372 sustancias prohibidas para los cosméticos europeos y permitidas en EE.UU.. También se negocia cómo solucionar, una vez en vigor el acuerdo, posibles disputas entre empresas de uno y otro lado del Atlántico. Se comenzó con una cláusula de arbitraje técnico , preferida por EE.UU., y ahora se discute un tribunal específico formado por jueces.

¿Se eliminarían los aranceles?

En realidad los aranceles aduaneros entre Estados Unidos y Europa son ya prácticamente inexistentes, un 2% de media. Las materias primas abonan entre el 1% y el 3%, mientras que la ropa o los zapatos soportan una cuota del 30%. El máximo exponente es el arancel que paga el tabaco europeo sin liar al entrar en EE.UU., un 350%. Pero en este capítulo apenas hay problemas.

¿Qué normas serían derribadas?

Todavía no ha sido acordado, pero se está hablando de monopolios como trayectos internos de compañías aéreas en EE UU., normas proteccionistas como las denominaciones de origen europeas para productos agrarios, subvenciones políticas como las que disfrutan Airbus o Boeing o normativas excluyentes como los requisitos para poner una farmacia o para ejercer de abogado o arquitecto. La negociación pretende, allí donde el nivel de protección es similar, establecer el mutuo reconocimiento, de forma que una autorización en la UE valdría en EE UU, y viceversa. Y allí donde las posiciones sean distintas, ir a una regulación cada vez más semejante. Para la UE es fundamental eliminar las discriminaciones para las empresas europeas en EE.UU. y que se apruebe cuanto antes la Autoridad de Promoción Comercial, una autorización por la cual el Congreso estadounidense puede aprobar o rechazar un acuerdo comercial, pero no incluir enmiendas.

¿Quién se opone?

En Europa, se oponen organizaciones y partidos de extrema derecha y de extrema izquierda, además de gremios profesionales como los abogados, que viven de las dificultades legales que han de superar las exportaciones. Los nacionalistas temen ser invadidos por productos estadounidenses y los sindicalistas temen perder estándares laborales más elevados y que disfrutamos ya en Europa. En EE.UU. se quejan las grandes empresas, porque no les gusta el mayor acceso que tendrían las firmas europeas a contratos públicos en el país norteamericano. La normativa para proteger esas inversiones europeas es uno de los principales escollos en la negociación. A un 18% de la población estadounidense no le gusta el TTIP mientras que en Alemania, por ejemplo, la oposición asciende a una tercera parte de los encuestados.

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