Los especuladores quieren hacer su agosto

La volatilidad desatada desde el pasado viernes hace prever otro verano de infarto para el país en los mercados

MONCHO VELOSO

Basta con que sople un poco el viento para que las llamas se aviven. O que la flema de la Unión Europea provoque otro verano incendiario en España. La inacción del Banco Central Europeo (BCE) amenaza con acentuar la desconfianza más o menos racional de ... los inversores sobre las cuentas públicas de nuestro país, la capacidad de recuperación de la economía española y el saneamiento de bancos y cajas. Tanto Moncloa como los analistas prevén otro agosto de volatilidad extrema en los mercados. Y los especuladores lo aguardan para su goce y beneficio.

«Se están dando todos los ingredientes para que así sea» , avisa Miguel Ángel Rodríguez, de la agencia de inversión XTB. La petición de ayuda financiera de la Comunidad Valenciana al Estado prendió la mecha el pasado viernes. Los inversores temen que otras autonomías sigan igual camino . La decisión de dejar hasta septiembre la identificación de las entidades financieras que van a precisar ayuda de Bruselas genera también incertidumbre. «Todo eso va a mover la desinversión, y los especuladores solo la van a intensificar», augura Rodríguez.

Agosto es el mes propicio para ello: hay menos liquidez en el mercado, con lo cual las operaciones de los especuladores magnifican los vaivenes . Y, por lo tanto, es uno de los meses que más temen en las capitales europeas. El gobierno italiano, por ejemplo, avista ya un duro ataque especulativo contra Italia. Contra esa eventualidad, y según la prensa italiana, Roma ultima un plan de emergencia, informa Ángel Gómez Fuentes. Conscientes de esa realidad, tanto el primero ministro italiano, Mario Monti, como el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, exigen que el BCE, tras 18 semanas sin comprar deuda de los países bajo presión, actúe ya.

Ataque a la deuda pública

Porque el ataque de los inversores contra España ya está en marcha. Lo ejecutan mediante los seguros contra el impago de deuda o «credit default swaps» (CDS) , productos que protegen de un posible impago a quien invierte en títulos soberanos o de empresas. El inversor compra esos CDS a un tercero que cubre esa hipotética perdida a cambio de una prima periódica. Si la desconfianza sobre la deuda aumenta, y por lo tanto su rentabilidad, el precio del CDS también sube.

Los fondos alimentan esa desconfianza sobre un país y su deuda para encarecerlos y venderlos más caros y, al mismo tiempo, comprar bonos y obligaciones con rentabilidades cada vez más altas. A día de hoy, los CDS de España son los quintos más caros del mundo, por detrás de los de Argentina, Venezuela, Ucrania y Portugal.

Veto a las posiciones cortas

En Bolsa sucede algo similar con las ventas en corto, una operación habitual de los «hedge funds» por la cual piden prestadas acciones a un tercero y las venden a otros confiando en que su precio bajará. Al término del préstamo de esos títulos, y si su pronóstico se ha cumplido, el especulador recompra los títulos a un precio menor y se embolsa la diferencia.

La ferocidad de estas prácticas en agosto obligó el pasado verano a la CNMV, en coordinación con los supervisores bursátiles de otros países europeos, a prohibirlas sobre los bancos. Se levantó seis meses después. Hoy los «hedge funds» controlan el 6,2% del capital de Bankinter, el 5,9% de Popular y el 2,8% de las acciones de Sabadell. Además, especulan con el 2,6% y el 3,1% de Sacyr y FCC, el 3,2% de Acerinox, el 1,6% de Zeltia y el 10,5% de Indra, entre muchas otras compañías sobre las que operan los bajista. Los presidentes de varias de estas empresas vienen reclamando a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) que frene de nuevo a los especuladores.

El supervisor bursátil ha decidido este lunes imponer de nuevo su veto , sin esperar a una acción conjunta a nivel europeo —solo Italia ha hecho lo mismo— y protegiendo a todas las empresas cotizadas, no solo a los bancos, como hizo el pasado verano. El objetivo es expulsar del parqué a unos especuladores que pretenden su segundo agosto a costa de la crisis.

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