Dubai nos recuerda que aún hay crisis

El mismo día que saltaba en Europa la noticia de la prórroga pedida por la constructora pública dubaití para hacer frente a sus pagos, terminaba en el emirato árabe la feria Big 5 Show (Feria Internacional de Edificación y Construcción de Dubai), un evento al ... que acudieron cien empresas españolas dispuestas a hacer negocio.

Pero, a pesar de los acercamientos en los últimos años, nuestro país no va a sufrir, ni de lejos, los mayores envites de los impagos árabes si estos llegan a producirse. Tal «honor» se lo guarda para sí Reino Unido, y concretamente su sector financiero, que una vez más ha demostrado una muy deficiente medición de los riesgos y al que los dubaitíes deben 49.500 millones de dólares, por 11.300 de la banca francesa y unos 10.200 de la alemana, según un informe de Royal Bank of Scotland con datos del Banco de Pagos Internacionales. En el disparadero, las mismas entidades que incluso han tenido que ser rescatadas: Lloyd’s, RBS, ING...

Aunque en este caso, el secretismo ha sido tal que la frágil y peligrosa situación de Dubai no ha sido «vox populi» hasta que la amenaza de «default» se ha producido. Y los problemas de esta plaza del Golfo Pérsico no pueden evitar recordarnos a los de España: fiebre constructora, exceso de capacidad y endeudamiento exterior. «El boom inmobiliario no ha sido muy diferente en magnitud al que ha vivido España, aunque España tiene una economía y Dubai es un gran centro comercial», asegura Fernándo Fernández, profesor del Instituto de Empresa.

Lugar de lujo y negocios

El propio Fernández califica el problema de Dubai como «el típico efecto riqueza mundial: la crisis producida por el empobrecimiento de los ricos del mundo. La idea de sus autoridades era convertirse en un lugar de lujo y negocios del mundo árabe y asiático emergente. Dubai quería ser el gran centro financiero, comercial y lúdico de este área, pero ahora su Gobierno no tiene capacidad para hacer frente a sus pagos por la caída del valor de sus activos».

Y no hay que olvidarse de este dato: es el sector público el que ahora tiene problemas: «El que ha reconocido que no tiene ingresos para pagar la deuda es un gobierno, por lo que todos los países con endeudamiento muy alto estarán muy nerviosos», asegura.

Deuda y más deuda

Juan Laborda, profesor del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB), tiene por su parte muy claro lo que ha ocurrido. En primer lugar, una burbuja inmobiliaria espectacular, «como también la han tenido países occidentales como Irlanda, Estados Unidos o la propia España». Esta burbuja ha sido además financiada desde fuera, por lo que se le suma una apabullante deuda externa. Una deuda que, como también comentaba Fernando Fernández, es pública y no privada, pues la ha contraido el propio Gobierno dubaití a través de su constructora principal.

El caso de Dubai, además, señala Laborda, «nos recuerda que un país con mucho ahorro también puede tener problemas, no sólo los países que necesitan ahorrar como Estados Unidos».

Pero ahora, la pregunta es obvia: ¿existen más zonas en el mundo con una situación similar a Dubai? ¿Puede amenazar con la quiebra otro emergente? Laborda apunta a uno, y muy grande: China. «Porque también tiene una gran burbuja inmobiliaria, aunque en este caso financiada por sus grandes bancos nacionales».

Y Laborda es bastante pesimista: «Es frustrante que después de la crisis, una crisis que no ha acabado, no haya nada de crítica ni corrección, parece que ya hemos salido». Por ello, «hay que desapalancarse y aprender de los errores».

Gran paradoja

Pero la apuesta ha sido la más evidente: construcción y turismo internacional. Un Las Vegas en el desierto arábigo basado en sectores muy cíclicos y, ante todo, muy dependientes del exterior. Un paraíso con miles de trabajadores extranjeros en el que no existen sindicatos y el conflicto social (huelga) está prohibido. En definitiva, otro de los muñecos rotos que deja la crisis internacional que estamos viviendo, y cuyos problemas financieros sirven como aviso a navegantes: las amenazas no han acabado y siguen estando al acecho a pesar de la recuperación auspiciada por el dinero público.

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