Desaceleración y riesgos cara a 2019

«Quizás el mayor peligro para el crecimiento mundial sean las disputas comerciales sin que la frágil tregua acordada en el G-20 constituya mucho alivio»

Los principales líderes mundiales durante la cumbre del G-20 en Buenos Aires REUTERS

Carmelo Tajadura

Las perspectivas para la economía mundial en 2019 presentan bastantes riesgos que acechan al crecimiento económico.

Para empezar, EE.UU. podría estar caminando hacia una recesión (en 2020), aunque no haya signos evidentes por el momento. Pero pesan los más de nueve años ... que dura ya la expansión, algunos indicadores desfavorables del sector inmobiliario y, sobre todo, el aplanamiento y posible inversión de la curva de tipos de interés (cuando a dos años son igual o más altos que a diez), lo que ha constituido un buen indicador adelantado de recesión en otras ocasiones. Incluso la Fed parece temerosa de seguir subiendo tipos y dice estar ya cerca del nivel neutral (el que no acelera ni frena el crecimiento). Es posible que la subida al 2,25/2,5% prevista para el próximo 19 de diciembre sea la última de este ciclo.

Pero quizás el mayor riesgo para el crecimiento mundial sean las disputas comerciales sin que la frágil tregua acordada en el G-20, sobrevalorada al principio, constituya mucho alivio. Por otra parte, la amenaza de una ralentización económica en China lleva varios años sobrevolando y, si ocurriese, afectaría gravemente en todo el mundo.

En Europa, cuyo PIB sólo creció un mínimo 0,2% en el tercer trimestre, los problemas abundan, debido sobre todo al sesgo populista. Así, el Brexit ha sido un fiasco espectacular y la duda ahora es si el perjuicio acabará siendo muy intenso o relativamente limitado (con España entre los más damnificados, dado nuestro superávit comercial con Reino Unido y el impacto en el turismo). Italia no crece y no pueden descartarse nu evas iniciativas heterodoxas que los mercados castiguen y nos veamos afectados de rebote por nuestra condición de periféricos. En Francia los chalecos amarillos han provocado la adopción de medidas que suponen más desequilibrios, así como empeoramiento de las previsiones de crecimiento. Y en Alemania el Ifo reduce al 1,1% la tasa de avance económico para 2019.

Otro factor a tener en cuenta es la menor laxitud monetaria esperada, al irse superando las extraordinarias y no convencionales políticas de expansión cuantitativa. En unos días el BCE dejará de hacer compras netas y en 2019 la Fed profundizará en su desinversión, lo que podría aumentar la volatilidad en los mercados y afectar a los activos financieros, retroalimentando las dificultades.

En este contexto, la tasa de crecimiento de España está retrocediendo. En 2015 crecimos en el PIB un 3,6% y luego el 3,2% en 2016, al 3% en 2017 y acabaremos 2018 en el 2,5% o 2,6% (tasa que se decidirá casi por centésimas). Para 2019, además del incierto escenario descrito, tenemos también nuestros propios riesgos particulares. Por ejemplo, el suicidio político y económico catalán -donde hace falta un cambio de dirigentes- que retrae la inversión y desestabiliza todo el Estado. O el débil gobierno de Sánchez, que dificulta notablemente la toma de decisiones económicas. Aunque, en realidad, casi es mejor que no se aprueben los presupuestos ni algunas otras medidas porque así nos ahorraremos actuaciones claramente equivocadas.

A pesar de todo esto, la previsión oficial del Gobierno para 2019 sitúa el crecimiento del PIB en el 2,3%, poco menos que el de 2018. Y, sorprendentemente para mí, también lo sitúan por ahí bastantes analistas, quizás influidos por el efecto manada y el temor a equivocarse en solitario.

Yo creo que corremos el peligro incluso de situarnos por debajo del 2%, pero prefiero quedarme con una lectura constructiva: todavía vamos a crecer bastante, desde luego más que nuestros socios europeos y, probablemente, más que en los años venideros. Además, si se confirmase un precio del petróleo más bajo durante 2019, las cosas podrían ir algo mejor. En este contexto, en lugar de gastar alegremente, lo sensato sería hacer los deberes : dejar de tener el mayor déficit estructural, y el único primario, de la UE; embridar la deuda; y acometer reformas que aumenten nuestro potencial de crecimiento. Pero con la tropa política que padecemos, tanto a un lado como al otro del espectro, todo esto no pasa de deseos navideños…

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