Las grandes paradojas de una reforma financiera demasiado larga de fiar
Los sucesos de bankia otorgan credibilidad al enésimo ajuste del sector bancario. el lobo de la reforma viene ahora en serio, pero eso no implica que el crédito termine por llegar a la maltrecha economÍa española
josé antonio navas
A buen seguro que José Ignacio Goirigolzarri no se hará construir un gimnasio ni una sauna como los que había en la planta noble del BBVA. Al flamante presidente de Bankia la única apariencia que se le supone es el apoyo inequívoco del Gobierno para ... pilotar desde su torre de Puerta Europa el gran desafío que representa en España la interminable reforma financiera y su objetivo inmediato, que no es otro que reactivar de una vez por todas el canal del crédito bancario en la petada economía nacional.
El ministro Luis de Guindos se ha encargado personalmente de superar las resistencias de Francisco González para que el bueno de «Goiri» saliera del dique seco en el que estaba parado desde hace tres años, cuando el presidente del BBVA le comunicó su jubilación forzosa con una pensión de casi tres millones de euros anuales. El presidente de Bankia tendrá ahora que capitalizar esos derechos porque de lo contrario estaría cobrando dos sueldos simultáneos y eso es algo que ni siquiera el Einstein de las finanzas, como es conocido por su contrastado cociente intelectual, puede permitirse en los tiempos que corren.
Goirigolzarri ha conseguido todo y más de lo que Rodrigo Rato venía negociando con Mariano Rajoy para asegurar la solvencia de Bankia. El diseño original del rescate elaborado por el banco de negocios Lazard implicaba una aportación de dinero fresco por importe de 7.000 millones de euros como contrapartida para encarar la devolución en cómodos plazos de los otros 4.500 millones que la entidad recibió a finales de 2010 en participaciones preferentes del llamado Frob 1. El nuevo presidente ha sido más precavido y para que nadie se llame a engaño ha decidido de acuerdo con el Gobierno hacer pelillos a la mar, quitándose de encima las deudas pendientes que ahora se convertirán por arte de birlibirloque en nuevas acciones del Estado. A cambio, la entidad recibe un chute de ayudas públicas por importe efectivo de casi dos billones de las antiguas pesetas.
En resumidas cuentas eso viene a ser la supuesta nacionalización de Bankia y es que a cualquier cosa llaman chocolate las patronas porque la cuarta institución bancaria del país ha sido desde el primer día una empresa política bien pertrechada bajo control del sector público. Antes eran las cajas de ahorros las que actuaban como dueñas y señoras en beneficio de las diferentes comunidades autónomas implicadas en el proyecto. Ahora la tutela pasa a manos del Gobierno central, pero de una forma muy singular porque ni Fernández Ordóñez ha enviado a los interventores del Banco de España ni, que se sepa, está prevista la consiguiente subasta o liquidación necesaria como ha ocurrido siempre con las entidades que han pasado a mejor vida en las sucesivas crisis financieras de nuestro país.
Más que una expropiación lo que ha hecho el Ministerio de Economía es decretar un cambio de gestión en la entidad teóricamente nacionalizada como aviso a navegantes y preparación artillera de un giro radical en toda la estrategia de combate contra la crisis financiera. El dragón de la recesión echa fuego sobre las entidades de crédito y la reforma bancaria se ha convertido en un quiero y no puedo donde nadie termina de reconocer los verdaderos males que aquejan al sector. El ejemplo de Bankia puede dar fe de ello y si no que se lo pregunten a Francisco Celma, socio de Deloitte, que se negó a firmar las cuentas de la entidad financiera. Eso sí, el hasta ahora presidente ya se olía la tostada pues no en vano fue el propio Rato quien hace tres meses llamó primero a Goirigolzarri con la intención de nombrarle consejero delegado, una oferta ciertamente incauta y que el interesado no tuvo ningún reparo en rechazar.
El tiempo se ha encargado de colocar a uno en el lugar del otro mediante un desenlace paradójico, con el Estado obligado a tomar el control de un banco público para asegurar su gestión bajo criterios de empresa privada. El mundo al revés como santo y seña del rumbo financiero que marcan los timoneles de Bruselas siguiendo las indicaciones de Angela Merkel y Mario Draghi en su papel de mayordomo distinguido del Banco Central Europeo.
Rajoy y Guindos se han cuadrado ante las autoridades monetarias con un decreto que pretende dejar a la banca española más limpia que una patena. La ortodoxia contable de la Unión Europea no permite marear más la perdiz con el sector financiero, pero las nuevas provisiones inmobiliarias no son tampoco la mejor manera de liberar capital con destino a posibilitar el crédito bancario que necesita el país para salir de la crisis. En el laberinto del euro se ha abierto la veda con España y, por lo que se ve, la instrucción es disparar a todo lo que se mueva. Esperemos que el último cartucho de la reforma financiera no salga también por la culata.
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