tribuna
Michael Pettis: «Las reformas ralentizarán el crecimiento chino»
El catedrático de Finanzas en la universidad de Pekín apuesta por un crecimiento «más saludable» para el gigante asiático si implanta las medidas necesarias
Michael Pettis: «Las reformas ralentizarán el crecimiento chino»
Durante la tercera sesión plenaria del Comité Central del Partido Comunista de China, celebrada en noviembre pasado en Pekín, se propusieron reformas económicas con el fin de liberar el potencial productivo de la economía china y hacer que el país vuelva a un camino ... de crecimiento sostenible. No es sorprendente que las reformas propuestas desencadenaran un acalorado debate sobre su viabilidad y, de ser viables, sobre cómo afectarán al crecimiento chino.
Casi todos los analistas coinciden en que las presiones políticas dificultarán enormemente la puesta en funcionamiento de las reformas. Es muy probable que estas se topen con la oposición de los muy poderosos intereses creados que se beneficiaban del antiguo modelo de crecimiento, y seguramente no sea coincidencia que en los últimos tres años hayamos presenciado mucha más agitación política en las altas jerarquías chinas que la vivida en los 20 años anteriores.
Asimismo, casi todos los analistas se muestran de acuerdo en que si se ponen en marcha las reformas, el crecimiento de la productividad se disparará, lo que fortalecerá la economía china y la hará más productiva. Pero la unanimidad termina aquí. La mayoría de los analistas opina –y, de entrada, parece lógico– que este aumento en la productividad permitirá que China mantenga su actual tasa de crecimiento de entre el 7,5 y el 8% o que ésta incluso se incremente.
Lo más probable es que se equivoquen. Esta mayor productividad no conllevará un mayor crecimiento del PIB. Ni siquiera permitirá que la economía china siga creciendo a los niveles actuales. Al contrario, la puesta en marcha con éxito de las reformas hará que la tasa de crecimiento del PIB caiga enormemente.
Hay al menos cuatro razones por las que podemos esperar un crecimiento del PIB más lento pero a la vez más sólido si entran en vigor las reformas. La primera y más obvia es el exceso de dependencia de China del crédito para generar crecimiento, lo que implica tener que prestar aún más solo para evitar que los prestatarios incumplan los préstamos que tienen pendientes. Desde octubre de 2009 , Pekín ha tratado de controlar el crecimiento crediticio, pero cada vez que éste se ha ralentizado, las tasas de crecimiento del PIB han caído tan drásticamente que el Gobierno chino se ha visto obligado a ceder. Como el crecimiento chino depende más que nunca del crédito, cuando Pekín decida por fin frenar en serio el crecimiento crediticio, el PIB caerá enormemente.
La segunda es el cambio de los mecanismos que aceleraron el crecimiento transfiriendo los recursos del ámbito doméstico a subvenciones para la producción, la construcción de infraestructuras y el desarrollo inmobiliario. Estos mecanismos –entre los que se encuentran la depreciación de su moneda, el lento crecimiento salarial y la represión financiera– ejercen una presión a la baja en los ingresos de los hogares, incluso cuando subvencionan la producción e inversión. Esto llevó directamente tanto a niveles de crecimiento más elevados como a los desajustes de inversión y consumo de los que China adolece y ahora quiere corregir. A medida que Pekín revoque políticas que en su momento sirvieron para aumentar su crecimiento, el resultado se reflejará en una obvia ralentización del mismo.
La tercera es el reconocimiento por parte de Pekín de que los créditos baratos y la ausencia de responsabilidad han creado un exceso de capacidad en los sectores industrial e inmobiliario . Los gobiernos locales han apoyado este aumento de la capacidad para impulsar el crecimiento y, con ello, los ingresos y el empleo local. Cuando Pekín ponga en marcha medidas para acabar con el exceso de capacidad, veremos una inevitable rectificación del crecimiento anterior.
Por último, como años y años de exceso de inversión han dejado una enorme suma de deudas incobrables no reflejadas en el balance general de los bancos, el PIB de China se ha exagerado por la cantidad de las pérdidas no acreditadas. En la próxima década, mientras Pekín sanea su sistema financiero, esta deuda incobrable se reconocerá explícitamente o, lo más seguro, se cancelará indirectamente anulando los plazos restantes de los préstamos. Sea como sea, al reconocerse la deuda el crecimiento en los próximos años se reducirá automáticamente por la cantidad antes exagerada.
Estas reformas y otras –como los planes de protección medioambiental , la concesión de mayores derechos a los trabajadores migrantes (del campo a la ciudad), o la mejora del actual sistema educativo, que no potencia en absoluto la creatividad– harán que aunque la productividad económica china real mejore, las cifras de crecimiento de su PIB se desplomen con la puesta en marcha de dichas reformas. De momento la mayoría de los analistas debate sobre si, con el incremento de la productividad, la verdadera reforma conllevará tan solo un «soft landing», con una disminución de los niveles de crecimiento del PIB al 7 u 8% durante el resto del gobierno de Xi Jinping; sin embargo, a una minoría cada vez más numerosa le preocupa que el veloz aumento de la deuda lleve a China a un «hard landing».
A pesar de que el incremento de la deuda hace aumentar la posibilidad de un «hard landing», por el momento no preveo ninguno de esos dos resultados. Veo más probable un período prolongado, un «long landing» –el resto de esta década– durante el cual los niveles caerán anualmente en torno al punto o los 2 puntos porcentuales. La puesta en marcha de las reformas evitará que China sufra un «hard landing», sin embargo, también hará que las tasas de crecimiento sean mucho más bajas, aunque dicho crecimiento será también más saludable.
(Traducción: Nieves del Saz–Orozco Huang y Charles Saliba)
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