Un implacable Sinner se corona en Miami

El planeta tenis echaba de menos su estilo, tan semejante al de Federer aunque se escabulle Dimitrov más que nunca de esa comparación, ahora en la treintena. Pesó demasiado. Miami corea «Grigor, Grigor» porque se celebra la vuelta de este tenista elegante que desarrolla en este 2024 (y finales de 2023) una versión igual de brillante, pero mucho más mordaz y sólida que aquella que mostró en sus mejores tiempos, con esa eclosión en 2017 con cinco títulos, destacado el Masters 1.000 de Cincinnati y la Copa de Maestros.

Es esta la tercera final de Miami para el italiano, tras las de 2021 y 2023. Es la tercera final de Masters 1.000 para el búlgaro, después de aquella que conquistó en 2017 (Cincinnati), y la que le impidió sumar Djokovic en París-Bercy, el pasado mes de octubre. El mejor del año, 21 triunfos y solo una derrota (ante Alcaraz en las semifinales de Indian Wells), contra el mejor de los últimos meses.

Lleva el búlgaro unos meses de dulce, rejuvenecido, 20 victorias, cuatro derrotas, título en Brisbane, y, concentrado, ceño fruncido, acosa desde el inicio a Sinner con derechas prolongadas y ese revés a una mano que devuelve la tradición, y la efectividad, ante la potencia. Pero a Dimitrov le cuesta más sacar la confianza y es este Sinner mucho Sinner. Aunque no haya sido tan firme en esta semana, se ha crecido en los dos últimos choques, implacable ante Daniil Medvedev en semifinales (6-1 y 6-2), y escabulléndose de las dudas propias iniciales, consolidado su triunfo en saber escaparse del acoso del búlgaro y frenarlo en el ímpetu con un juego potente desde el fondo y seguridad en su servicio.

Dimitrov intenta dar un paso adelante con ese break en contra que se encuentra cuando mejor estaba jugando, pero se queda enganchado en la opción que tiene él, apenas en el turno anterior, y es Sinner el que se impulsa. Y ya no baja el nivel ni la velocidad de piernas ni de reacción. Imparable hasta hacerse con el primer set y cerrar el puño sin que se atisbe ninguna alteración en su rostro. Pretende el búlgaro empujar al italiano con dejadas y subidas a la red, sacarlo de esa comodidad desde la que lo empieza a mortificar. Pero es imposible. Le falta algo de la chispa que tuvo contra Alcaraz y Zverev. Y, por muy bien que lo hace, por mucho que encuentra buenos tiros, lo devuelve todo el de San Cándido, en todas partes, en plena ebullición, con la que castiga al búlgaro con pasantes milimétricos cada vez que sube a la red, y con ángulos todavía más pronunciados si su rival se inclina por ellos.

Brinda el italiano una consistencia abrumadora, y apenas se sostiene Dimitrov con el servicio en el segundo parcial. Desnortado, incapaz de encontrar resquicio alguno, trata de divertirse a pesar de todo, que es una semana, y unos meses estupendos, y la certificación de que dará que hablar en lo que llega. Lo celebra la grada, encantada con su esfuerzo y su resurgir, en la treintena y con revés a una mano con la que desafía al tenis que ya se impone hoy. Lo ha hecho con Alcaraz y con Zverev. Sinner es demasiado.

A pesar de la derrota, Dimitrov devuelve el revés a una mano al top ten, pues se levantará este lunes como nueve del mundo, recuperando la élite seis años después. Sinner todavía se enciende más, encaramado a la segunda posición del ranking en detrimento de Alcaraz, que pasa a ser tercero (8.645). Y ojo porque el italiano apenas defenderá 585 puntos en la temporada de tierra. Djokovic, que sigue líder con 9.725 puntos, defenderá 2.315; Alcaraz, 2.265.