El segundo palo
El dedo
«El club es suyo y pueden hacer con él lo que les dé la real gana, pero tomarle así el pelo a sus propios aficionados me hizo daño»
De Primero de Odio
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Iniciar sesión«Cuando un dedo apunta al cielo, el tonto mira al dedo» (Community manager del Atlético de Madrid)
No recuerdo un modo más sibilino de atacar a la afición colchonera que el utilizado por el departamento de comunicación del club con esa escena de ... la almibarada Amélie. Y resulta novedoso ver a los Gil faltando al respeto a sus seguidores con pellizquitos de monja cuando siempre lo han hecho por las bravas, sin anestesia. La última que yo recuerdo, aunque hay mil ejemplos, fue cuando dejaron circular el falso rumor de que la comisión social iba a tratar el asunto del nuevo escudo y, al plantarse los socios en el Metropolitano como niños con zapatos nuevos, alguien les dijo que ni siquiera estaba en el orden del día: ¿Dónde está la bolita? El club es suyo y pueden hacer con él lo que les dé la real gana pero tomarle así el pelo a sus propios aficionados me hizo daño incluso a mí.
Yo a Nino, el coprotagonista de Amélie, le diría que no se quede sólo con el refrán de ese crío porque hay más. Por ejemplo, y también a propósito de manos y de dedos, me viene a la cabeza un viejo proverbio que advierte que «cuando apuntas con el dedo, recuerda que otros tres te señalan a ti».
Y que nadie me malinterprete porque de ningún modo estaría yo pensando ni por un instante en esos perioatléticos que llevan veinte años impartiendo doctrina desde el púlpito contra el Villarato y que ahora aplauden a rabiar el surrealista comunicado de su amo, señor y CEO o que se llenan la boca con la igualdad, la libertad y la fraternidad en el mundo pero que se pusieron de perfil ante la aterradora imagen, que recordó al Ku Klux Klan, de ese muñeco de trapo colgando ahorcado de un puente con la camiseta de Vinicius.
El dedo es en realidad la segunda cartulina amarilla a Ceballos y el cielo es el sueldo del entrenador mejor pagado del mundo que tiene desde enero a su equipo fuera de todo y pendiente de meterse a la desesperada entre los cuatro primeros de la Liga para jugar la próxima Champions.
El Chelsea acaba de romper todos los registros de la riquísima Premier pagándole al Benfica ciento veintiún millones de euros por Enzo Fernández: ¿Dónde hay que meterse el jodido dedito cuando se trata de analizar el fracaso de Joao Félix, que costó seis millones más que el argentino y ha tenido que largarse por la puerta de atrás? Arreglado: ¡Florentino, dimisión! Dedo y cielo.
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