esbozos y rasguños
Sopa recalentada
Ancelotti se ha encargado de no estropear el equipo de buenos jugadores que le fue confiado
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónDijo Ancelotti en vísperas del partido contra el Bayern de Múnich algo que sonó a aforismo: «Hay dos tipos de entrenadores: los que no hacen nada y los que hacen mucho daño. Yo intento ser de los primeros». Admito que me quedé un rato dando ... vueltas a esa reflexión. De algún modo sonó similar al juramento hipocrático de un cirujano: «Ante todo no hagas daño». Es decir: no estropear el equipo de buenos jugadores que te ha sido confiado. No tocar demasiadas cosas y limitarte a conseguir que no se olviden de jugar de manera grupal. Y permitir que los jugadores brillen por sí mismos. Es, sin duda, una visión inteligente de su propia profesión y de sí mismo.
Cuando Ancelotti regresó a Madrid de manera un tanto sorprendente para volver a tomar las riendas del club blanco, se le recibió con algo de escepticismo y cierta sorna sorda. Se le veía como un plato de sopa recalentada. Venía del Nápoles y del Everton, clubes un par de escalones por debajo de las aspiraciones blancas. Parecía un entrenador de transición, alguien de trato fácil, dócil, que conocía los pasillos del club blanco y que no iba a complicar la existencia a los directivos del club hasta dar con alguna de esas grandes ballenas de los banquillos que pudiera quedar libre.
Y Ancelotti, una a una, fue callando bocas. Sin parecer esforzarse demasiado en ello. Sin perderse en guerras estériles y jamás colgándose medallas por sus aciertos (que no han sido pocos). Dejando que se le pinte como un simple gestor de emociones. Como si los asuntos de pizarra y estrategia no fueran con él. Pero el mejor truco del diablo fue hacer creer al mundo que no existía.
Lo más admirable del entrenador italiano, por encima de su palmarés, es que jamás pone excusas. Cada verano le acaban quitando algún jugador fundamental de su once (Di María, Xabi Alonso, Casemiro, Benzema) y jamás se le escucha lamentarse por ello. Es más: parece como si íntimamente lo llegara a celebrar, porque eso le plantea un reto, un jeroglífico nuevo por resolver en la página de pasatiempos durante el desayuno mientras lee el periódico.
Esta Liga del Real Madrid tiene muchos nombres propios: Bellingham, Rüdiger, Valverde, Lunin. Jugadores que salieron al rescate del equipo cuando peor se puso todo, jugadores que hicieron turnos extras para cubrir las bajas sobrevenidas de los Courtois, Militao y Alaba, ausencias que en condiciones normales habrían dejado el agujero del tamaño de un meteorito en cualquier otro equipo. Pero Ancelotti, el de la sopa recalentada, el que decían que ya estaba de vuelta de todo, el que tendría que estar retirado y jugando al golf, supo inventar un hueco para Bellingham, apostar por Tchouaméni como central o confiar en Lunin, cambiando de opinión a tiempo.
Ancelotti seguirá poniendo nerviosos a unos y otros por su manera de dosificar minutos o por no confiar demasiado en los jóvenes. Y él sonreirá socarronamente, con la ceja enarcada, encajando con deportividad las críticas. Porque su función principal es «no hacer daño». Y si puede, ganando algún título por el camino. En eso está, en eso sigue.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete