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El ridículo, Marlowe, el ridículo

«Pobre Zinedine Zidane, a los que se ha encontrado. Algunos no son ni sombra de lo que han sido»

Fernando R. Lafuente

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Las palabras que un moribundo Kurtz le dirige a Marlowe, alucinado éste del espectáculo espantoso que ha visto remontando el río Congo, en la extraordinaria novela de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas, son: «el horror, Marlowe, el horror». Sin el acento trágico de ... la ya clásica narración de Conrad, llevada al cine de manera magistral por Ford Coppola, y traducidas al lenguaje de un mundo tan frívolo, vocinglero y efímero como el fútbol, y, también, traducidas las palabras de Kurtz a un esperpento nacional como es el Real Madrid de este final de Liga, cabría decir: «El ridículo, Marlowe, el ridículo». Porque la pantomima ya ha pasado de castaño a oscuro. Muy oscuro. O te ríes o sales corriendo. O ambas cosas a la vez. Es un inmenso ridículo, un monumental papelón, una galáctica tomadura de pelo lo que estos jugadores, jóvenes, millonarios, admirados (¿) están ofreciendo desde la noche triste del Ajax, a la afición, a su entrenador y, por qué no, a ellos mismos y a sus carreras deportivas. No es que jueguen bien o jueguen mal es que son, o se han convertido, en un manifiesto andante a favor del ridículo futbolístico, salvo alguna honrosa excepción.

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