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David Gistau - Nadar entre tiburones blancos

Mandíbula de cristal

La primera derrota mental ya había sido la decisión de salir sin ninguno de los "fantasistas" que están protagonizando la mejor noticia de futuro en el Madrid

Los clásicos actuales son menos interesantes que cuando tenían el agravante pasional del duelo Mou/Pep. Además, las victorias del Barcelona en Chamartín ni siquiera son dramas lacerantes, puesto que la era de Messi las convirtió en una rutina. Ésta de ayer, sin embargo, sí ... contiene un mensaje fatídico para el Real Madrid, que en verdad creyó haberse exorcizado al Barsa con la tunda de la Supercopa, justo cuando en teoría comenzaba un largo ciclo hegemónico acreditado por los títulos en el cual, a día de hoy, nadie con dos dedos de frente puede creer. La era gloriosa de Zidane, que sin duda lo ha sido, comprimida en dos temporadas escasas, ha resultado tener un componente gaseoso. Llevaba dentro el recuerdo de su propia muerte temprana, como Shelley. Exactamente como ayer el equipo que, después de un medio tiempo de sentirse dominante aunque fuera en términos estériles, se desbarató y desquició al entrarle una sola mano de Luis Suárez como si tuviera lo que los cronistas de la época de Alcántara llamaban un "mentón de cristal". La primera derrota mental ya había sido la decisión de salir sin ninguno de los "fantasistas" que están protagonizando, con su aparición, la mejor noticia de futuro en el Madrid. Esto fue más llamativo que la propia derrota: los efectos destructivos del primer gol, la pérdida temprana de confianza, los nervios prematuros muy bien reflejados en los encomiables intentos de Sergio Ramos por aumentar su récord de autoexpulsiones en el lance del manotazo a Suárez.

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