Ajedrez

Magnus Carlsen amplía los límites de su reinado

MUndial de ajedrez relámpago

Gran actuación del español David Antón

Magnus Carlsen llega tarde al Mundial de Ajedrez Relámpago

Magnus Carlsen, feliz con el nivel de su juego en los Mundiales de partidas rápidas y relámpago Lennart Ootes

Hasta donde alcanza la vista, Magnus Carlsen no tiene rival. A los 32 años, está en la plenitud de su carrera. Su único punto débil es la falta de motivación y la ausencia de nuevos retos. Es como un Nadal sin Federer ... o, sin salirnos del tablero, un Kasparov sin Karpov. Este mismo año renunció a defender su corona más preciada, la de ajedrez clásico. No termina de aparecer un sucesor que lo estimule de forma consistente y más de uno pensó que era el principio del fin. El noruego se metió además en refriegas extrañas, relacionadas con las trampas, pero a la hora de la verdad, cuando se sienta a jugar, no se deja distraer por nada. Acaba de ampliar los límites de su reinado con dos nuevos títulos en Almaty, antigua capital de Kazajistán. Recupera la triple corona.

El número uno ganó primero el Mundial de Ajedrez Rápido. Este viernes se ha impuesto también en el de ajedrez relámpago. No hay nadie que domine así todas las modalidades de juego, a cualquier velocidad. Es como un atleta de otro planeta, un Usain Bolt capaz de imponerse también en maratones.

El gran maestro noruego suma 15 campeonatos del mundo: los cinco que ya tenía de ajedrez clásico, cuatro de rápidas y seis de relámpago. Es una proeza que se antoja insuperable. Suma más títulos que todos sus rivales juntos. Los ganadores del año pasado, Nodirbek Abdusattorov y Maxime Vachier-Lagrave, no han estado ni cerca de reeditar sus triunfos. La presión en esos casos es enorme. El primero terminó al menos en el puesto décimo, pero no fue capaz de ganar ni una de las seis últimas partidas que jugó en el Mundial de rápidas.

En el Mundial femenino, ganó la heroína local Bibisara Assaubayeva, de solo 18 años, que retiene su título frente a jugadoras con mucho más Elo. Segunda fue la india Humpy Koneru y tercera, la rusa Polina Shuvalova, empatada a puntos con la china Zhongyi Tan, que había ganado el Mundial de Rápidas.

En el absoluto, la plata fue para Hikaru Nakamura y el bronce para el armenio Haik M. Martirosyan, todo un descubrimiento en este torneo.

Carlsen, fortaleza mental

En cuanto a Carlsen, el Mundial de Ajedrez Relámpago empezó mal para él. Fue insólito que casi perdiera su primera partida por llegar tarde, cuando solo le quedaban 30 segundos en su reloj. Después, alternó rachas ganadoras, intratable, con otras de tablas, sabedor de que ya no necesitaba afrontar excesivos riesgos. Son partidas muy rápidas, que no suelen durar más de diez minutos,

Magnus sufrió la primera de sus dos derrotas contra Ian Nepomniachtchi, pero luego demostró su fortaleza mental, única en su especie, y recuperó el camino de la victoria. La mayoría de las veces, le bastó con llegar al final e imponer su inigualable técnica. Nepo, por cierto, tuvo un problemilla con su vestuario, porque el primer día se presentó a jugar con una camiseta que rendía homenaje a Messi, con los colores albicelestes y el mensaje «¿Qué mirá bobo?».

Nepomniachtchi, un ruso con el corazón argentino

Hubo otras polémicas, frecuentes cuando las manos se mueven más rápido que las cabezas. El maestro de 12 años Nicolay Averin vio cómo le birlaban medio punto después de ganar por tiempo al gran maestro egipcio Ahmed Adly. Este reclamó que los amigos del niño le estaban molestando y los árbitros le dieron la razón, además de dos segundos extra, suficientes para lograr unas tablas.

Entre los españoles, David Antón tuvo una gran actuación, pese a que perdió algunas oportunidades fantásticas frente a varios monstruos. Terminó con 12,5 puntos, en el puesto 29, cuando partía en el 70. 'El Niño' jugó un torneo increíble, contra una colección de rivales que da miedo: Grischuk, Artemiev, Andreikin, Van Foreest, Tomashevsky, Vidit, Harikrishna, Yu Yangyi, Mamedyarov, Rapport, Fedoseev, Caruana y Mamedov. Por si no fuera suficientemente duro jugar 21 partidas en dos días, lo sentaron frente a todos estos sospechosos habituales. En un torneo suizo es la prueba de que lo estás haciendo bien.

Se puede comparar con la lista de rivales de Hans Niemann, la estrella de los últimos meses, que no jugó contra nadie con más de 2600 puntos Elo. Acabó con 12 puntos, solo medio menos que Antón, pero su juego estuvo muy por debajo. Ya veremos si cuando escampe sigue siendo un jugador capaz de llegar a la élite.

Alvar Alonso, por su parte, hizo 11 puntos, mejor de lo esperado, y se dio el capricho de ganar a Tomashevsky, Aryan y a Paco Vallejo, quien nunca estuvo a gusto en estos Mundiales, aunque terminó empatado con Alonso.

David Antón fue el mejor español en Almaty y todo el torneo en las mesas más duras Lennart Ootes

En los momentos decisivos, Magnus Carlsen vivió ajeno a las polémicas, pero no a la presión. Al fin y al cabo es humano y en las últimas rondas le costó cerrar el torneo contra jugadores inferiores. Algunas situaciones las salvó con oficio, pero Alexey Sarana le ganó con una facilidad insólita, lo que daba emoción a las últimas dos rondas. El campeón seguía líder, porque sus perseguidores tampoco ganaban cuando debían, pero la clasificación se apretaba. Nakamura, Duda y el propio Sarana le pisaban los talones.

En sus dos últimas partidas ganó a Shimanov y a Abdusattorov y se aseguró la triple corona. Cuando el prodigio uzbeko abandonó la última partida, el campeón alzó los brazos al aire y sonrió, satisfecho de su actuación, otra demostración impresionante de talento y tenacidad.

Carlsen culmina así otro año sensacional, que corrobora su dominio, solo alterado por circunstancias ajenas al tablero. Es el ajedrecista 'centauro', el último dinosaurio que todavía prefiere 'tocar madera' a jugar por internet y a la vez el primer campeón que se ha crecido a la par que los ordenadores, cada vez más superiores a la especie humana. Magnus parece un replicante por la calidad de su juego, pero en realidad es un pellejudo con un talento excepcional. Por delante, solo tiene el reto de superar los 2900 puntos Elo en ajedrez clásico, un salto digno de Bob Beamon. O de una máquina.

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