El otro diario de los Juegos
Mi ídolo
«Daniela Terol se cayó una vez y se levantó sonriente, con el pulgar en alto, saludando al público. Me meto yo ese golpe y me tienen que dar la extremaunción sin sacar el botiquín»
Enviados a la intemperie
Enviado especial a París
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Iniciar sesiónEn el reparto de deportes que hemos hecho los enviados especiales a París yo me he pedido los más frikis, con perdón y sin ánimo de molestar. Ese es mi mundo. Para ver fútbol ya tengo la Liga y hay demasiado catedrático suelto por ahí. ... Lo bonito de los Juegos son esas disciplinas a las que no les hacemos ni puñetero caso durante cuatro años y luego, de repente, como si nos entrara la prisa, pillamos la agenda, a ver si los deportistas conservan los mismos números de la otra vez, y les preguntamos en plan colega, como los de la radio, qué hay de la medalla, joder, que ya va siendo hora de que ganéis alguna. El caso es que este domingo fui a ver el skate, que es el monopatín de toda la vida.
A los periodistas nos asombra mucho que las participantes tengan quince años o así. A mí también me resultaba raro y lo preguntaba muy enjundiosamente en las ruedas de prensa, arrugando el ceño y poniendo cara de intelectual francés, como si estuviera escribiendo un ensayo sobre la precocidad neuronal y la educación socrática. Luego fui a ver el skate y me di cuenta de que esas preguntas mías eran una majadería. ¡Para cogerse un monopatín y tirarse por esas rampas hay que tener los huesos de plastilina y las rodillas a medio hacer! Daniela Terol, por ejemplo, se cayó una vez y se levantó sonriente, con el pulgar en alto, saludando al público. Me meto yo ese golpe y me tienen que dar la extremaunción sin sacar el botiquín.
Así que ni Nadal ni Alcaraz ni Biles, mi ídolo olímpico es el señor Andy Macdonald, que es un cincuentón casi de mi quinta que se ha clasificado para hacer skate en los Juegos Olímpicos. Sus dos compañeras en el equipo británico tienen 16 años. Podrían ser sus hijas y quizá lo sean, es cuestión de preguntarlo con discreción. Ese hombre tiene que ser un portento. Supongo que su aspiración será acabar la competición sin morirse, pero me gustaría mucho que ganase una medalla y luego donase sus ligamentos a la ciencia. Hay que darse cuenta de que sus rivales aún le dan al Dalsy y este tipo tiene que andar ya metiéndose el Tramadol en vena. Sería magnífico e incluso edificante que ganase el bronce y luego, en la fiesta de los campeones, el oro y la plata fueran a batidos de fresa y Macdonald se acodase en la barra del bar con su medalla de bronce, le guiñase un ojo a la camarera y le pidiese -espléndido, poderoso, definitivo-, un gin-tonic como una catedral.
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