La última huida de Laporta

Pero cuando al cabo de unos días Laporta le explicó a su amigo el cambio, inesperadamente Yuste se negó en redondo. El argumento oficial es que le gusta mucho su actual ocupación; el extraoficial es que no sólo no sabe nada de marketing sino que no quiere verse involucrado ni ser cómplice de las añagazas comisionistas del presidente, por muy amigo que sea. Laporta no tuvo más remedio que abortar la operación, causando el disgusto de Joan Soler, ofendido por la no concesión del ascenso prometido y que en un repente de dignidad, se ha apartado del día a día de la Junta, no acude a las reuniones ni va al palco los días de partido. Además, fruto también de su indignación, Soler ha filtrado que quiere dejar el club, pero con el matiz de que lo quiere hacer sin causar ningún estrago a Laporta, con el que no ha tenido inconveniente en viajar recientemente a Azerbaiyán para abrir una nueva escuela de fútbol del club, en una demostración de que el negocio es más importante que cualquier escrúpulo y dando una pista inequívoca de por qué el presidente lo quería como segundo suyo en otra área igualmente jugosa como la futbolística.

Soler dejará el club cuando tenga la sensación de haber exprimido suficientemente su cargo y lo hará por motivos personales y sin hacer escándalo. Rafa Yuste no ha caído exactamente en desgracia, o por lo menos no todavía, pero ya no forma parte del núcleo duro que toma las decisiones junto al presidente. Laporta tiene un objetivo muy claro para su segunda presidencia, no tiene ningún rubor para perseguirlo a cara descubierta, y cualquiera de su entorno que se interponga en su camino, aunque sea recomendándole prudencia para evitar males mayores, tiene el ostracismo como único destino.