Todo irá bien
Caso Negreira, los hechos concretos y la vergüenza general
El Sevilla y otros clubes tienen derecho a indignarse, pero también el deber de medir su gesticulación en relación con su historial
Laporta le echa un cable a Alexia Putellas
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Iniciar sesiónEl caso Negreira es lo que parece y muchas cosas más. El Sevilla y otros clubes tienen derecho a indignarse, pero también el deber de medir su gesticulación en relación con su historial. Es cierto, pero sólo en parte, que el Barcelona pagó –no tanto ... a Negreira como a través de Negreira– para obtener de los árbitros un trato mejor del que había recibido hasta entonces. Los distintos presidentes (Laporta incluido) sostienen que lo hicieron para garantizar la neutralidad, en la eterna creencia culé de que los árbitros favorecen al Real Madrid.
Otra cosa es el recorrido penal que pueda tener este caso. Para establecer que los pagos que realizó el club a través de Enríquez Negreira y su hijo se destinaban a adulterar la competición tendría que presentarse la prueba de un árbitro concreto que hubiera aceptado alguna suma de dinero, y de una o unas jugadas determinadas en las que hubiera tomado una decisión injusta para ayudar al Barça. Es poco probable que esta prueba aparezca. Los esfuerzos retóricos del juez Aguirre por dar cauce penal a la censurable actuación del Barcelona a lo largo de los años no sólo parecen algo forzados sino que tal exageración certifica que en el fondo no hay nada real que perseguir y por ello hay que recurrir a la metáfora.
Pero el corazón del caso Negreira no es Negreira ni los favores arbitrales al Barça. El corazón es el 'villarato'. Cuando Villar llegó a la Federación, lo primero que quiso es asegurarse el cargo contentando a un estamento tan importante como el de los árbitros, y creó a tal efecto un 'fondo de reptiles' para ser amables con ellos. Los expresidentes Núñez y Gaspart entendieron que al Barça le convenía tener buena relación con Villar y le ayudaron con pagos a través de Enríquez Negreira. Facturas a cambio de trabajos no realizados. Villar tuvo lo que quería. El Barça se sintió más protegido y se empezó a hablar del 'villarato'. Todo esto hay que entenderlo en el contexto del fútbol español, en que casi todos están metidos en algo. El caso Negreira sale a la luz cuando el Barça se burla de las constructoras españolas y otorga las obras del Camp Nou a la turca Limak. Esto también es importante.
Por eso, más allá de los sentimientos, que todos tenemos los nuestros, habría que preservar un cierto sentido institucional que desde luego no pasa por desairar a un club que de momento no ha sido condenado por ninguno de los delitos o prácticas que el Sevilla le ha reprochado. Cuando al Sevilla se le perdonó por la cara el descenso a Segunda B –y la práctica desaparición– por no pagar sus impuestos, o cuando el presidente Del Nido ingresó en prisión, nadie despreció al club ni se negó a almorzar con sus dirigentes.
El fútbol español es demasiado importante para estar gobernado de una manera tan zafia. Al Sevilla le ha faltado prudencia para modular su reacción e información y peso para entender la verdadera profundidad de la trama. El juez Aguirre ha disparado grandes ráfagas pero al bulto, y sólo con el tiempo sabremos si en realidad ha cazado algo. El Barça se escurre entre conceptos generales vergonzosos y hechos concretos difíciles de probar.
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