España contra España

Ciento veinte minutos. Mucho pase (1.055, en concreto). Dos tiros a puerta. Tanda de penaltis. Tres fallados. Fundido a negro. Luis Enrique, el líder, debe dimitir. La selección ya no vale. La lista fue un error. Es un fracaso. Tabla rasa. Viva la involución. Hasta aquí, el sucinto análisis de media España.

Vaya por delante que creo que se pecó. De ingenuidad, para ser más exactos. Luis Enrique y su equipo nos hicieron creer que se podía repetir la hazaña de 2010 y superar, así, el trauma que nos persigue desde tiempos inmemoriales, con esa única excepción. Nos invitaron a soñar con un combinado que tiene a ocho jugadores por debajo de los 23 años. Creímos que había futuro aunque no nos insistieron en que todo proyecto necesita tiempo. Que se podía ganar un Mundial o no, pero fijando el foco en consolidar una selección a 10 años vista. Que teníamos la madurez de entender que el contexto de 2010 no tiene nada que ver con el actual. Que no tienes a los mejores jugadores del mundo hoy, aunque quizás dispongas del germen para tenerlos mañana. Y que, cuando se logró la estrella, también hubo partidos planos. Recuerdo, especialmente, uno ante Paraguay, rival al que le anularon un gol legal, por cierto. La diferencia con el de ayer: Villa no perdonó la que tuvo y Casillas se coronó en aquel partido. España estaba en semifinales.

Comprendo lo difícil que le resulta a la otra media España defender esta otra postura. Tanto, como comprendía a los que se quejaban de listas, planteamientos, streamings y andamios, sin reparar en que esta selección fue semifinalista en la última Eurocopa y subcampeona de la Nations League, ese 'torneo de la galleta', casi ofensivo, porque somos más de caviar. ¡Dónde vamos a parar!

No se preocupen. Hay pecado. Habrá castigo y, seguro, penitencia. Cuatro años agazapados en una esquina, esperando este momento, garantiza una expiación a la altura que nos merecemos. Por osados.