Eden Hazard: talento inmenso, final decepcionante

Sin la perspectiva de sus cuatro temporadas en Madrid, protagonizadas únicamente por lesiones, pintas de exfutbolista y minutos de zozobra en partidos resueltos, su temprano ocaso parecería cruel. Sin embargo, su anuncio estuvo bastante lejos de sorprender a nadie. Sin equipo desde junio, sin rumores de fichajes en el siempre murmulloso mercado veraniego, el destino de Eden pareció estar escrito por Gabriel García Márquez. Ni las mieles de Arabia, ni la posibilidad de jugar en su país natal consiguieron convencer a uno de los jugadores más brillantes de la década pasada. «Debes escucharte a ti mismo y decir basta en el momento adecuado», escribió en su escueta carta de despedida antes de dar las gracias al personal y marcharse.

Al amargo poso que deja Hazard en su adiós le acompaña, de manera indivisible, el infortunio. Porque si Thomas Meunier no hubiera destrozado el peroné de su compatriota en un Real Madrid - PSG de 2019, el curso de los acontecimientos quizá hubiera sido diferente. Era su decimotercer partido de blanco y el extremo, inmerso en una adaptación precipitada tras su óptimo papel en Rusia 2018, se acercaba entonces a un nivel diferencial. Es más, estaba jugando un partido sensacional, pero en el minuto 69 de aquel duelo de Champions League en el Santiago Bernabéu cambió su suerte.

Comenzó entonces un calvario físico. Encadenó demasiadas lesiones en ese maltrecho tobillo derecho reconstruido con placas y clavos, y cuando regresó al césped lo hizo siempre cohibido. «Lo que no sé es si mi tobillo volverá a ser el mismo de hace diez años. Así es la vida», dijo, cargado de estoicismo, ya en 2021.

Tampoco fue la misma su alegría jugando al fútbol. Jamás regresó aquella capacidad innata para el engaño, ni su asombrosa absorción de impactos en conducción, ni los goles imposibles de un diablo con una enorme amalgama de recursos ofensivos. Desprovisto de motivación, su fútbol restante demostró ser una simple caricatura de lo que un día fue. Quedó en un segundo plano, asumió sin egoísmo un rol complementario -e importante en la salud del grupo- desde el banquillo y asistió con cierto orgullo al éxito de su equipo tanto en las Ligas ganadas como en el último éxito blanco en la Copa de Europa. Prometió luchar para volver en pleno éxtasis festivo en Cibeles, aunque la realidad fue otra.

Tal vez Hazard haya sido una víctima más de las altas expectativas, pero, igualmente, su legado es innegable. El belga sorprendió al continente en aquel Lille campeón de Francia en 2011, se erigió como la cara visible del penúltimo Chelsea estable y fue uno de los mejores futbolistas del planeta durante un buen puñado de años no demasiado lejanos del día de hoy.