R.MADRID 5 - ATHLETIC 1
Pegada de caballo en un Madrid certero
Es lo que tienen los equipos grandes, te miran mal y ya te han metido cuatro. El Athletic plantó cara, pero el Madrid se la rompió en cuatro zarpazos rápidos, con garra afilada
JOSÉ MANUEL CUÉLLAR
Es difícil jugar en el Bernabéu y al Athletic, concretamente, se le suele poner cuesta arriba porque tradicionalmente viene aquí y se queda atrás, sonrojado, deprimido, acomplejado. Las cifras le delatan: una victoria en los últimos veinte años.
Pero Caparrós es un luchador, un tipo ... que nunca se rinde. Transmite e insufla arrojo a los suyos, que parecieron otros. Un equipo cuajado y valiente. Le quitó el balón al Madrid y le propuso partido. El problema es que al equipo de Mourinho eso le da igual, porque si no le vale con un bazooka le basta con una pistola de miniatura. Tiene pegada y puntería suficiente para liártela le pongas el partido en pendiente, en curva o cuesta arriba. Con escasa posesión de balón, el Madrid optó por hacer de lanzadera: con metros por delante, los blancos tienen peligro doble. Di María encuentra huecos, Ozil espacio para sus toques de primera y Cristiano para correr a gorrazos a toda la defensa contraria.
Si Caparrós cometió un error fue en el costado izquierdo propio. Amorebieta en vez de Aurtenetxe, el joven valor de la cantera de Lezama. El primero, que va justito como central, flojea en exceso de lateral, se descentra, se descoloca y no encuentra sitio. Además, acababa de salir de una lesión. El caso es que entre pitos y flautas, Di María le arrastró al centro, le descolocó y luego no supo frenar ni el pase a Higuaín ni la maniobra posterior de éste para fusilar a Iraizoz.
Sin tiempo siquiera para bostezar, el Madrid estaba por delante. El Athletic, puños prietos, camisa abierta, se fue a por el rival con valentía sin igual. Coraje con una moneda al aire que cayó en cruz. Un pase largo de Di María, un toque prodigioso, de genio, de Ozil, y la llegada en tromba, cual caballo al galope de Cristiano para meter un zurdazo abajo impecable.
Otro Athletic, cualquiera de los que vinieron aquí años atrás, se hubiera hundido, pero este no. Siguió con su plan preconcebido, insistiendo en la banda derecha donde Iraola y Susaeta le hicieron sufrir como nunca a Marcelo, poco apoyado por sus volantes. En el empeño, los bilbaínos tuvieron el premio del gol a pesar de las buenas paradas de Casillas. Marcó el de siempre, Llorente, viejo objeto de deseo de Florentino, que acabará consiguiéndolo. Eso sí, el ariete riojano estaba en fuera de juego, de esos tan complicados de ver que ni siquiera un lince como Undiano pudo apreciarlo. Había partido.
Puntilla veloz
O eso parecía. El Athletic salió de nuevo atrevido, esperenzado, con luz en el horizonte. El Madrid se lo apagó en dos minutos. Entró en la cueva bilbaína, buceó ligeramente y enseguida vio los puntos flacos del rival: ingenuidad y poca picardía. Un penalti, claro y absurdo, de Susaeta dio paso al tercero de Sergio Ramos y otra sinrazón, en forma de falta de Amorebieta, propició el cuarto, en una folha seca de Cristiano que se tragó enterita el bueno de Iraizoz.
Luego no hubo partido. Se acabó. Por mucho que quisiera el Athletic, aquello ya no tenía vuelta de hoja. Con dominio de balón, entereza y valentía había dado la cara, pero se la habían partido con una pegada de caballo, la que tiene el Madrid.
Al final, minutos de basura. El Athletic, mucho mérito el suyo, insistió y estuvo a punto de estrechar el partido. Topó con el de siempre, con Casillas. Las luces fueron para los de arriba, pero él fue el mejor.
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