Abel Resino dice adiós, Quique Sánchez Flores es el relevo
Cerezo ficha al hombre que pedía, después del «no» de Spalletti a García Pitarch
Convulso, revolucionado, el Atlético ha vivido dos días de anarquía que Enrique Cerezo solucionó con la decisión salomónica de despedir a Abel Resino por la mañana y fichar inmediatamente a Quique Sánchez Flores como nuevo entrenador de la primera plantilla. Fue la excepción ... de coherencia que confirmó la regla. El presidente no podía permitir que el toledano dirigiera al conjunto rojiblanco ante el Mallorca, después de haber buscado un sustituto durante dos días. Santi Denia ha cogido las riendas para el partido de esta tarde, a la espera de que Quique tome el mando.
Ha sido Cerezo, nuevo responsable deportivo, quien ha puesto cordura en una travesía por el desierto que Miguel Ángel Gil agravó al exponerle en la noche de la tragedia londinense que dejaba la parcela puramente futbolística del equipo en sus manos.
Tensión en la despedida
Con las manos libres, Cerezo ordenó a Jesús García Pitarch que se pusiera manos a la obra. El director deportivo recibió dos negativas para hacerse cargo del conjunto. Primero, de Michael Laudrup. Después, de Luciano Spalletti, el antiguo preparador del Roma, que posee una buena oferta del fútbol ruso.
Descartados los dos hombres seleccionados inicialmente, el presidente señaló que el elegido debía ser Quique (Madrid, 2-2-1965). García Quilón, su representante , viajó a la capital de España para negociar el contrato. Debutará el martes, en Copa, frente al Marbella.
Resino soportó un final amargo, injusto. Era el pagano de un proyecto repleto de parches (Reyes, Cléber, Jurado, Juanito), con Asenjo como único fichaje real. Condenado desde la goleada sufrida ante el Chelsea, García Pitarch le criticó públicamente en las últimas horas por no contestarle al teléfono desde hace tres días. Una tensión que reflejaba el distanciamiento que la crisis de resultados había producido entre los dos primeros responsables futbolísticos de la casa. Sentados uno al lado del otro en la despedida del entrenador, no aclararon el litigio de la incomunicación. «Tenía el teléfono en silencio después de un montón llamadas», decía Resino. Su inmediato superior no insistió en el asunto. El conocimiento de sus acusaciones tampoco era un comportamiento para ensalzar. «Lo he dado todo. Somos un club castigado por los resultados», explicó el destituido en la hora del adiós.
El capitán, Antonio López, ensalzó la entrega del despedido y escenificó el apoyo que recibirá Santi en un partido clave para salvar la situación. «Estamos dolidos. Abel nos ha dicho que sigamos luchando por el objetivo, quedar entre los cuatro primeros. Ahora, por el respeto y la confianza que se merece Santi, hay que ganar al Mallorca».
El preparador provisional inyectó su ilusión ante el compromiso adquirido. «Coger esta responsabilidad no es un papelón. Voy a disfrutar estos dos días como un sueño y lo único que quiero es ganar».
Acabar con la desconfianza
Sánchez Flores esperaba la rúbrica del acuerdo con la ilusión que no demostró Laudrup. «No tengo miedo de afrontar el reto» manifestaba mientras Quilón trabajaba en su contratación. Vivirá una aventura difícil. Deberá acabar con el síndrome de desconfianza que han generado en la plantilla las cinco derrotas sufridas en diez encuentros, tres en Liga y dos en Copa de Europa. Un síndrome similar abocó a la entidad al decenso en el año 2000. Tendrá que eliminar esa sensación.
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