Cuando Luis Aragonés aterrizó en la selección allá por 2004 se encontró con un buen equipo. Un grupo de jugadores que aún dependía en exceso de la «furia» y que se fue de las Eurocopas 2004 y del Mundial de dos años después con la ... sensación de haber podido hacer más.
Fue entonces, contra todo pronóstico, cuando Aragonés decidió seguir en el cargo. Quería una última oportunidad. Una, a su manera. Comenzó entonces una reconstrucción total de la selección. Dejó fuera a jugadores históricos, intocables hasta el momento, como Raúl González, y le dio al mando a la nueva generación.
Impuso un fútbol de toque alejado de la «furia». Juego ofensivo y alegre, más acorde con las características de los Xavi, Iniesta, Sergio Ramos o Fernando Torres. Un fútbol que sorprendió al mundo en Austria y Suiza, donde España levantó su segunda Eurocopa 44 años después de la lograda en 1964.
Era un camino nuevo que luego seguiría Del Bosque con éxito en el Mundial 2010 y la Eurocopa de 2012. Un triplete histórico del que Aragonés siempre se sintió parte importante como «padre fundador» de la nueva España. Gran parte de esos jugadores que alcanzaron la gloria con él le recuerdan como un mentor. El hombre que fue capaz de resucitar a la selección y darle un nuevo sentido.
Adiós al hombre que resucitó a la selección
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