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Giro de Italia

Dumoulin y Jerusalén golpean a Froome

El inglés, que se cayó entrenando, pierde 37 segundos con el último ganador del Giro

Dumoulin, a punto de cruzar la meta AFP

JOSÉ CARLOS CARABIAS

En la zona chic de Jerusalén, tiendas caras y galerías de arte junto a hoteles de lujo, solo hay cuestas con edificios en tonos ocre y jardines con turistas. Unas manzanas más allá reposan al asedio de visitantes los símbolos de la ciudad: la roca del Templo Sagrado y la cúpula dorada de los musulmames, el Muro de las Lamentaciones y la comunidad judía rezando cada día, el santo Sepulcro de Jesucristo y la Via Dolorosa donde se cruzan las tres culturas. Pero Jerusalén, en términos ciclistas y sede de la Gran Partenza del Giro, son colinas . Once cimas que ondulan la ciudad. En el descenso de una de ellas comenzó a sufrir Chris Froome . Padece el inglés y disfruta Tom Dumoulin , el holandés que ganó el último y lo inaugura reluciente: se impuso en el prólogo y enriqueció su maillot arco iris de campeón del mundo con la maglia rosa.

Los coches de los equipos rotulados con la publicidad pertinente, y que les ha cedido en Israel la organización del Giro, aparcan en la rampa de salida, un suave ascenso hacia la embajada americana. Allí solo se habla de la caída de Chris Froome , del accidente que ha fracturado una vértebra al bielorruso Siutsou y del enganchón sin consecuencias del colombiano "Supermán" López. Se habla, sobre todo, de Froome y la mala hierba que pisa.

En el recodo a derechas donde asoman tiendas de souvenirs y una fabulosa explanada con hierba incipiente, antes del punto intermedio del kilómetro 5.100, Froome se ha dado un buen golpe mientras entrenaba a las 11 de la mañana . El costado derecho magullado desde cualquier punto de vista: hombro, cadera, rodilla... Nada escalofriante ni brutal, términos tan al uso. Chapa y pintura, y a correr de nuevo.

Pero Froome, que busca en el Giro una redención del positivo por salbutamol sin saber si podrá correr o no el Tour , sale a la contrarreloj con precaución extrema. Gestiona cada descenso como si no hubiera un mañana. Frena mucho antes, no roza la valla, no ataca la curva. Catenaccio a la inglesa. Su pedaleo tosco y sus chepazos antiestéticos, que pasarán a la historia como uno de los menos armónicos que se recuerden, llevan la contraseña del día: no arriesgar, no perder el Giro en Jerusalén.

Tom Dumoulin no se ha caído y luce radiante el jersey de campeón del mundo de contrarreloj en la salida, también en ascenso. Sobre Froome pesa la sombra de un caso de dopaje ligth, el susto matinal, el temor... El entramado de subidas y bajadas, asfalto saltarín y curvas peligrosas, le va perfecto a su enemigo holandés. Dumoulin, ganador en la meta, se abre la maglia rosa por el pecho y proclama. "Si llevo los dos maillots más bonitos del ciclismo".

Dumoulin se ha instalado en el espíritu zen, en la ausencia de obligaciones para todo un vencedor del Giro y campeón del mundo. "La lección más importante es disfrutar de lo que hago", cuenta en rueda de prensa . No se quiere señalar como el defensor del título en el Giro. Parte de cero, dice. Pasa página sin etiquetas.

En la meta en cuesta del centro de Jerusalén, Dumoulin aventaja en 37 segundos a Froome, inesperado tanteo. El australiano Rohan Dennis disimula su sonrisa petrificada: ha dominado la crono todo el día y le ha superado el último en llegar por solo dos segundos. Fabio Aru encabeza la otra nómina de derrotados (+50 segundos). También "Supermán" López (+56). Pello Bilbao es el mejor español, sexto (+18). Dumoulin no quiere saber nada de diferencias ni de rivales. Modo zen. Si solo cuenta ganar, entonces solo se puede perder.

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