Fútbol
Koke, el héroe que rechazó al Barça y nunca se marchó del Atlético
Pudo irse al club azulgrana a cambio de más oro, más laureles, pero Koke no abandonó al club rojiblanco. 600 partidos después, el idilio sigue
Un Barcelona-Atlético con ADN cambiados
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Iniciar sesiónTenía 22 años, una edad radiante, y afrontaba el verano de 2014 con un cóctel emocional confuso, intenso hasta su máxima expresión. Koke Resurrección acababa de ser campeón de Liga con el Atlético de Madrid, había perdido de manera inverosímil la final de ... la Champions League ante su vecino blanco y, cuando parecía asaltarle al fin la calma, el entonces incipiente mediocampista recibió una llamada inquietante. El emisor era precisamente el Barcelona, rival este domingo de los rojiblancos en Montjuic (21.00 horas, Movistar LaLiga).
Los catalanes ofrecían mas oro y prometían más laureles en aquella época de derroche infinito y posterior autosabotaje; veía el Barcelona en el de Vallecas la templanza necesaria para comenzar a sustituir a un Xavi en su ocaso y estaba decidido a pagar los 60 millones de euros de la cláusula de rescisión del joven mediocentro. Koke meditó su decisión junto a su familia y en pocos días respondió con el corazón. ¿Cómo se iba a marchar del mejor Atlético en décadas? ¿Cómo iba a abandonar tan temprano al club de su vida? Como no hizo Griezmann en una situación similar varias campañas después, el canterano se quedó en casa, aceptó una mejora salarial notable y continuó su lenta construcción como leyenda rojiblanca.
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Tras nueve años de aquel lejano episodio, el ahora capitán del Atlético de Madrid, futbolista con más partidos en la historia del club (600), sigue siendo imprescindible en los planes de Diego Pablo Simeone. Algunas canas salpican su pelaje, evidencian la temprana treintena, pero al compás de un Atlético de fútbol maravilloso, Koke ha recuperado su mejor versión en la presente temporada, donde lo ha jugado todo a excepción de cuatro partidos entre agosto y septiembre que se perdió por lesión.
La continuidad de este futbolista de manera perenne en el equipo de Simeone se puede explicar, por ejemplo, con su desempeño el pasado martes en De Kuip, cuando el Atlético confirmó su presencia en los octavos de final de la Champions League. El internacional español, destructor y arquitecto, puso la primera piedra en la cimentación de la salida de balón ante la presión alta del Feyenoord, dio sentido a las cabalgadas de Riquelme y Llorente y fue el principal nexo de unión entre el bloque bajo atlético y la mediapunta, el lugar donde Griezmann disfruta a su libre albedrío.
Sin embargo, entre tantas alegrías, el Atlético se reencuentra hoy con una angustia de casi 20 años de antigüedad. Porque, pese a la vuelta a la grandeza de la mano de Simeone en la última década, los rojiblancos no han ganado un partido de fútbol en el estadio del Barcelona desde el 5 de febrero de 2006, cuando un Atlético bastante menor que el actual, entrenado por Pepe Murcia y ahogado en las medianas de la clasificación, venció 1-3 en el Camp Nou frente al líder. Hoy, tercero en Liga, con un partido menos e igualado a puntos con el Barça, el equipo madrileño tiene una oportunidad preciosa para saldar deudas con su pasado.
Una renovación espinosa
Obviamente, en el imaginario atlético no existe la idea de un futuro a corto y medio plazo sin su capitán. La lógica indica que Koke debe retirarse de rojiblanco, la única camiseta que vestiría en su carrera, bajo un homenaje de época en el Metropolitano. Ese supuesto es aún lejano para el jugador de 31 años y lo único seguro es que el próximo mes de junio acaba su vinculación contractual con el club.
La renovación parece la consecuencia más evidente, aunque, sin embargo, el mismo futbolista transmitió sus dudas tras el último encuentro de Liga contra el Mallorca. «No sé hasta dónde llegaré. Estoy disfrutando mucho. Estoy muy contento del trabajo hecho hasta ahora. Soy atlético de toda la vida e intentaré estar los máximos partidos posibles. No depende de mí. Ojalá pueda estar el máximo tiempo posible», explicó. Podría entonces el madrileño negociar libremente con otro equipo a partir de enero, aunque ese devenir se intuye improbable. Porque tanto la entidad como el jugador están condenados a entenderse.
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