ciclismo | tour de francia
Sky, el equipo que limpia debajo de la cama
Tras arrasar en la pista, el Sky y Wiggins revolucionan el ciclismo para lograr el primer Tour de un británico
J. Gómez Peña
Cada noche, a las dos o las tres, un auxiliar del Sky deja la cama, coge el coche y parte hacia la meta que espera esa tarde a sus corredores. Llega, cámara en mano, y graba aún de noche los tres últimos kilómetros . ... Hace el camino de vuelta -muchas veces de más de 200 kilómetros- y entrega el vídeo mientras los ciclistas bajan a desayunar. Luego, Cavendish y sus lanzadores se reunen para ver la grabación. Ahí está lo que les espera: las curvas, las isletas, los desniveles. Al tiempo que ellos estudian el trazado, otro auxiliar recoge sus colchones, hechos especialmente para ellos . Los llevan de etapa en etapa. Y de viaje hacia el hotel del día siguiente está ya el auxiliar que, antes de que desembarquen allá los corredores tras la jornada, desinfectará las habitaciones. Guerra a los ácaros. Así es el Sky del líder del Tour.
Cuando hace tres años la formación británica, crecida en la pista, irrumpió en el ciclismo profesional ya lo advirtió: venían para cambiarlo todo. El nuevo ciclismo. La perfección. La tecnología. «Nuestra forma de trabajar será un precedente» , asegura Wiggins. En los Juegos Olímpicos de Pekín, en 2008, los ciclistas británicos arrasaron en el velódromo y auparon a su país al cuarto lugar del medallero final. Dave Brailsford fue el constructor de ese triunfo. Hoy es el mánager del Sky. Se formó en gestión de empresas. Y así funciona en el ciclismo. Tiene un principio: El atleta es el corazón del proyecto». Que no le falte de nada. Que salga a la pista convencido de que nadie tiene un bici mejor, se alimenta mejor o está mejor preparado. Los detalles son la clave.
En los Juegos de Pekín, Wiggins y Cavendish formaron parte de la selección británica de pista. Eran parte fundamental del plan de Brailsford. Nada al azar. Bicicleta de laboratorio. En Pekín, ninguno de los ciclistas asistió a la larga y agotadora ceremonia de apertura. Más descanso. Wiggins se rapó la cabeza antes de la prueba de Madison para rebajar el calor. Un auxiliar le daba bebidas isotónicas mientras esperaba junto al podio en la ceremonia de entrega de medallas. Veían decenas de vídeos de sus rivales : descubrían así manías como la del holandés Theo Boss, que siempre que atacaba lo hacía iniciando la pedalada con el pie derecho. Recurrían a sus buzos especiales de pista y, una vez acabada la prueba, los guardaban de inmediato para evitar que los rivales estudiaran su composición...
El año pasado, después de caerse en el Tour y mientras preparaba la Vuelta, Wiggins se entrenó dentro de un invernadero para habituarse al calor que le esperaban en la ronda española. Horas así, sudando a litros, sobre el rodillo. En la selección británica, Brailsford lo transformó todo: «No dejes que la tradición te impida progresar». Diseñaron sus propias bicis, su ropa y sus cascos en un centro de alto redimiento. Top secret. Lo estudiaron todo, incluso la mente. Un psiquiatra especializado en el tratamiento de asesinos , violadores y otros reclusos de prisiones de máxima seguridad, sentó en su diván a las estrellas del equipo anglosajón. A los ciclistas más agresivos les aportaba temple; a los miedosos, los convertía en depredadores. Chis Hoy, triple campeón olímpico en Pekín, era un chico inseguro antes de conocer al psiquiatra.
En 1995, Hein Verbruggen, presidente de la Unión Ciclista Internacional (UCI), descalificó al ciclismo británico . Dijo que era el «agujero negro de este deporte en Europa». Trece años después, en Pekín 2008, Gran Bretaña se comió el velódromo. Logró 14 medallas: ocho oros, cuatro platas y dos bronces. Brailsford se puso al frente del ciclismo de su país en 2001. Lo cuestionó todo. Empezó desde cero y metió a su deporte en un laboratorio. En 2003, un tal Bradley Wiggins logró el oro en el Mundial de persecución. De ahí partieron hacia los éxitos olímpicos en Atenas 2004 y Pekín 2008. Ya eran los amos de la pista . Entonces se autoimpusieron otro reto. El gran salto. El Tour. La carrera que nunca ha ganado un británico.
El 5 de julio de 1962 Tom Simpson dio el primer paso: fue el primer ciclista de su país en vestirse de amarillo. Un hito. Murió cinco años después subiendo el Mont Ventoux, consumido por el calor y las anfetaminas. Pero antes había sido el primer líder británico del Tour. Aquella noche inicial de amarillo, bromeó: «Si llueve en Wimbledon (así se suspendería el torneo de tenis) tendré más espacio en los periódicos de mañana. Si no llueve, pasaré inadvertido». El ciclismo profesional de ruta no atraía en Gran Bretaña. Su lugar era el velódromo. La semana pasada, el Sky de Brailsford, Cavendish y Wiggins copó la prensa británica , a la altura de la final de Wimbledon entre el suizo Federer, el ganador, y el británico Murray. Han venido a cambiarlo todo.
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