CICLISMO
Wiggins-Froome: Dos gallos en el mismo corral, un clásico de la historia del ciclismo
Bartali y Coppi, Hinault y Lemond, Delgado e Indurain, Armstrong y Contador... fueron compañeros no siempre bien avenidos
Wiggins-Froome: Dos gallos en el mismo corral, un clásico de la historia del ciclismo
Chris Froome, nacido en Kenia pero de nacionalidad británica, tira de manual para referirse a Bradley Wiggins, nacido en Bélgica pero también súbdito de su Graciosa Majestad. «Es mi jefe de filas. En el futuro quizá me toque a mí». Un talento puro ... frente a un pistard reconvertido en serio candidato al triunfo en el Tour de Francia. El gregario de 27 años frente al líder de 32. Dos gallos en el mismo corral (el equipo Sky), un clásico de la historia del ciclismo que no siempre ha acabado en pacto amistoso.
Froome, cuya explosión se produjo en la Vuelta a España 2011, donde protagonizó un trepidante duelo con Juanjo Cobo , a la sazón vencedor de la carrera, terminará dando un «golpe de Estado» si sigue vinculado al Sky y a Wiggins. Podrá ocurrir durante los próximos días, si Bradley desfallece en alguna etapa de alta montaña, o el año próximo. Pero sucederá. Es ley de vida. Camino de Andorra, Jan Ullrich hizo lo propio con Bjarne Riis en 1997. Y Miguel Indurain «prejubiló» a su patrón, Pedro Delgado, en un ataque fulgurante en el Tourmalet en el Tour de 1991. En ambos casos no hubo «sangre».
Sí la hubo en la década de 1980 entre Bernard Hinault y sus pupilos, Laurent Fignon y Greg Lemond. Los dos últimos astros que ha dado el ciclismo francés separaron sus caminos, pero Hinault resistió el empuje del norteamericano en 1985 (el último Tour ganado por un ciclista galo) antes de sucumbir un año después. Compañeros bastante «picados» en La Vie Claire, Lemond le quitó el maillot amarillo a Hinault en la 16ª etapa, entre Pau y Le Granon. Al día siguiente, en Alpe d'Huez, el orgulloso campeón atacó llevándose a rueda a su compañero. Ganó la etapa, pero ambos entraron juntos en meta, de la mano, simbolizando el relevo generacional. Hinault no tardaría en colgar la bicicleta, y Lemond ganaría dos Tours más.
Aquel gesto del Alpe d'Huez recordó a uno de los más hermosos de la epopeya ciclista, el protagonizado por Gino Bartali y Fausto Coppi en el Tour de 1949, cuando en el Aubisque (¿o quizás fue en el Tourmalet?) Coppi le pasó el bidón a Bartali (según otras versiones, fue al revés). En aquellos tiempos disputaban la carrera francesa selecciones nacionales, e Italia estaba dividida entre los partidarios del enjuto Ginettaccio florentino y el elegante Campionissimo . En realidad nunca hubo enemistad entre ambos, aunque sí una enconada rivalidad deportiva.
Otra cosa fue la relación entre Lance Armstrong y Alberto Contador. El heptacampeón del Tour convirtió sus victorias en julio en algo funcionarial. «En otras épocas se ponía en juego una dramaturgia cuyas dos instancias esenciales eran la inspiración sublime y el decaimiento trágico de los héroes, dramaturgia que mantenía y vivificaba el mito», escribe Marc Augé en su «Elogio de la bicicleta». «Como en La Iliada, los héroes más vulnerables, los héroes con un talón de Aquiles, eran los más fascinantes».
Antes de su primera retirada, Armstrong jamás entregó una imagen doliente como los grandes campeones de antaño , como Indurain en Les Arcs, en 1996. Al contrario: ganó 7 veces, se fue a su casa, descansó tres años y pretendió ganar una octava como si tal cosa. Entonces Contador, compañero en el Astana, irrumpió en el capítulo final de la carrera del texano para incluir la palabra «derrota». Algo que Armostrong no encajó nada bien. «Pistolero, aún tienes mucho que aprender» , dijo. «Vive siempre en el mismo sitio, tiene sus amigos, su familia, su país, sus aficionados. Estoy impresionado por el deportista, pero nada más», sentenció tras ser superado por el corredor madrileño en el Tour de 2009.
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