Volar con los ojos de otro

Sara Loehr, Celso Comesaña y Guillermo Rojo son esas voces que dirigen los pasos de Susana Rodríguez en triatlón y el 1.500 metros y a Gerard Descarrega en 100 y 400 metros. Son confianza, compromiso, vista, apoyo, seguridad, rapidez y un poco más. «Mi preparación física debe tener ese punto extra para mantener el margen con Gerard», dice Rojo. «Tienes que ir cómodo para poder hacer que ella esté cómoda. Correr rápido y pensar más rápido todavía », resume Comesaña. «Ir dos puntos por encima para avisar de que no hay nada delante, de que no pise aquí o allá, de que no se acerque a las rivales, de darle confianza», desgrana Loehr.

Los tres, por tanto, hacen una serie más, una vuelta más, un estudio más de la carrera. «Cuatro sesiones de natación a la semana, cinco cuando preparamos algo importante. Bici hago todos los días, series cortas, o largas los fines de semana. Carrera a pie cuatro o cinco sesiones», indica Loehr, que se entrena en Barcelona y solo se reúne con Susana, que vive en Pontevedra, en concentraciones. «Seis días a la semana: tres dedicados a la fuerza y tres de carrera en pista», es el menú de Rojo: «Soy yo el que debe tener un poco más para correr por fuera, adaptarme a sus zancadas, su braceo y que él no tenga que cambiar nada que le suponga un gasto energético». Lo tiene bien medido, experto como es en cómo responde el cuerpo en condiciones límites, pues sus estudios lo llevaron hasta la Estación Espacial Europea, donde se dedicó a entrenar a los futuros astronautas. Ha hecho un parón para Tokio, pero colabora en remoto con Austrian Space Forum, encargado de preparar a quienes viajen en la misión Amadee-20.

Además del físico, Comesaña, Loehr y Rojo deben doblar con ejercicios de concentración, para que en carrera todo salga fluido, sin cortes, sin miedos. Desaparecer de la pista, convertirse en una senda diáfana y cómoda para que el atleta ciego vuele por ella. « No puedes dudar, todas las decisiones se deben tomar con seguridad , aunque por dentro la sientas menos. No puedes dejar que lo note», explica Loehr, con una buena base como triatleta, referencia en la media distancia hasta que la carga por estar siempre pendiente de ganar esta u otra carrera y encontrar patrocinadores para sobrevivir fue demasiada. Lo dejó un año. Y después, una llamada: ¿quieres ser la guía de Susana Rodríguez en triatlón en Abu Dabi? «Sí. Conectamos enseguida y corrimos muy bien la prueba», recuerda. La llamada la había hecho Celso Comesaña, Guardia Civil y guía de Rodríguez en 1.500, en este doblete histórico que protagonizará en Tokio, pionera española en doblar disciplinas. «No buscaba a nadie en particular, solo quien la ayudara a mejorar en carrera para impulsarse en triatlón. Probamos y aquí estamos: el atletismo le ha dado ese punto de calidad en triatlón, que también le ha permitido mejorar en el tartán».

La responsabilidad de que alguien dependa totalmente de ellos es tanto dificultad como orgullo: «Si ella pisa mal en un bache que tú no le dijiste, se va la carrera al traste. Si vas a la calle que te corresponde con un mal paso y te tropiezas, va al suelo todo el mundo. Ella no sabe ni dónde vamos ni cuánto queda. Era complicado medir la distancia, ahora ni lo pienso. Por la respiración ya sé si va bien o no . Más que una relación de deportista y guía es una amistad», dice Comesaña. «La dificultad es no pasarse o quedarnos cortos. Le marco las curvas adelantándolo un poquito. Él se pega cuando va a salir a la recta, el momento más peligroso porque si se abre podemos pisar línea y nos descalifican. No hay mucho más secreto, tampoco hay tiempo. La confianza se trabaja en el día a día », afirma Rojo.

El guía de Descarrega sí ha probado a ponerse en la piel del atleta, a cerrar los ojos y dejarse llevar. «En algunas playas que son anchas cierro los ojos y me gusta correr rápido. Es una de las sensaciones más placenteras que he tenido. Es una de las máximas expresiones de fluir ». También lo ha probado Loehr, en tándem. «Me subí con Celso y a las dos vueltas le dije que me bajara . Corrí también un trocito, al final es práctica, pero vas muy inseguro. Parece fácil cuando Susana lo hace, ; cuando eres tú, no es sencillo ni ir en línea recta andando».

Son parte de un equipo de un deporte individual, su preparación es mayor que la del atleta al que acompañan, también fuera de la pista. Las lesiones se sufren por dos. Pero también las alegrías. Ninguno habría ido a unos Juegos por sí mismos. Lo hacen siendo los ojos de otro . «Siempre he soñado con ello, desde que era pequeño, y nunca distinguí entre ir a unos Olímpicos o unos Paralímpicos. Cuando lo pensaba, con 13 o 14 años, me ponía a llorar. Ahora estoy aquí, en los que trascienden el deporte. Es una pasada», reconoce Rojo, con la piel de gallina en la ceremonia inaugural. «Al cien por cien que nunca hubiera ido a unos Juegos. Pero estos además… Sin decirme nada, todos los deportistas te enseñan. Todos los niños tendrían que pasar por aquí 20 minutos. La lección es tremenda. Y para toda la vida». No hay medalla mejor.