La Maestranza hecha un delirio por la histórica corrida de Victorino Martín

Toda la guasa inicial que traía en los capotes Mecatero, el cuarto de la tarde, muy fino en sus hechuras, que viró hacia la clase y la profundidad en último tercio, con un Manuel Jesús 'El Cid' pletórico, toreando al natural con el mismo prodigio de su etapa gloriosa. Mejorando lo del primero. Lo había pasado mal con el capote, sintiéndolo por sus zapatillas, sin facultades para irse, hasta que Javier Ambel saltó y le ordenó sus embestidas en una brega extraordinaria. Había preocupación en los tendidos, intuyendo que el de Salteras lo iba a pasar mal con la muleta, desconociendo que iba a torear como nunca: con la profundidad de sus mejores años, sumándole el poso de la vejez torera. Tiraba del animal con esa zurda escogida, sin toques, plantando la muleta desde los segundos pases de cada serie para únicamente tirar de él. Cuando el animal quería, como el animal quisiera. Cuanto más abajo lo llevase y más le obligase, mejor embestía. Un toro de bandera, al que no terminó El Cid de encontrarle el punto por la derecha. Quiso alargar nuevamente la faena, y ahora no se lo permitieron. Nadie quería que perdiera ese premio, que con el público de ayer hubiese sido doble. Le agarraba el pitón con la fuerza de quien ansiaba este regreso, que jamás hubiese imaginado tan glorioso. Con naturales de ensueño, con cadencia prodigiosa, con muñeca os milimétricos. La estocada fue de libro.

La emoción de la corrida de Victorino Martín ha continuado con Filigrana, el tercero, agradable por delante y serio en su tipo, al que le ha terminado cortando la oreja Emilio de Justo tras una nueva lección de buena lidia, en la que se ha reencontrado con su mejor versión, que parecía difuminada durante este arranque de temporada. Se gustó en el recibo, muy clásico, sacando los brazos en lances genuflexos. Se quedaba corto el de Victorino, lo aprovechaba para encarrilar los siguientes lances el extremeño. Rápidamente conectaban los tendidos con su lidia, como cuando lo llevó al caballo con el capote a ras, tirando del carde mito con los codos remangados. El público mostraba sus respetos, que era el modo de diferenciarse de los desinhibidos tendidos anteriores. La brega de la cuadrilla no fue la mejor, que casi se lo echan encima al matador mientras iba a pedir permiso. No se descompuso el torero, que al momento ya estaba enfrontilado a Filigrana, muy encajado, tratando de engancharlo como el que mece una nana. Con los vuelos, con la sutileza del toque, con la alegría de su voz. Buscaba tan adelante que sólo daba la opción de tomarla. Y Filigrana la tomaba, con ritmo, con más emoción que sus hermanos. Por momentos hasta parecía tener clase. Lo entendía a la perfección hasta que encontró el momento de desmayarse, encajado en los riñones, con el mentón fusionado con sus entrañas. Se distraía el tercero con una banderilla caída, y esperaba el matador a encontrar el momento para sacarle la muleta. Con mucha caricia. Por el lado derecho era más descompuesto. Extraordinaria ejecución con la espada, con un toque fuerte, esperando a que humillara. La pena es que cayó algo baja.

Emilio de Justo, que no pudo actuar el año pasado en la Feria de Abril tras su grave cogida del Domingo de Ramos en Madrid, ha cortado una oreja a su primer toro, Filigrano.

Manuel Escribano ha dictado una lección magistral de buena lidia con Portero, que parecía una vaca vieja en su salida. Por tipo y por comportamiento: sin poder, sin salirse de los vuelos del capotes. Que fue su tónica general durante toda la lidia. Portero era alto, aunque recto de lomo, con cuello y fino en su expresión. Pero le faltaba fuelle para transmitir la verdadera complicación que tenía. Que en las manos de Escribano parecía incluso suave. Ya en la primera tanda se creó un murmullo, cuando se empezó a revolver. El público se impresionaba por la brusquedad del gañafón, sin comprender las otras dificultades. Que eran muchas. Le daba tiempo el de Gerena, sin tocarlo, tratando de llevarlo muy en su línea. Aunque su línea fuera una circunferencia, hacia los tobillos. Por el izquierdo no pasaba. Y ahí seguía Escribano, clavado, magistral en tiempos, distancias y toques. Y al tercero caso se lo lleva por delante. Ahí se impresionaba el público, más por la épica que por la maestría con la que estaba lidiando. Tan exacto en todo. Y seguía oliendo la puñalada, que se anunciaba próxima. Hasta que decide buscar la maña: ganando el tranco, atacando con la voz, con el pico. Todo al pitón contrario. La faena ha tenido todo el mérito del mundo. Para saber paladearla, menos en la estocada, cuando se encogió Portero y Escribano se encontró los bajos traseros. Fuerte ovación.

Devolvía El Cid la ovación inicialmente recibida brindando en los medios la faena de Corretón, que parecía escogido para una reparación de esta índole. Altito, tocadito, sin remate, sin celo, aunque con mucha nobleza y cierta clase. La primera serie fue una reminiscencia del pasado, de aquella zurda de Salteras que encandiló al toreo. Ahora, menos ágil, más encorsetada, pero con los mismos mimbres: suavidad, largura y profundidad. Embarcaba el viejo maestro a Corretón desde el hocico, tirando de él muy en su línea. Y Sevilla se lo cantaba, loca por haberse reencontrado con un torero al que tanto quiso. Qué sigue casi igual en su figura, aunque con mayor número de canas en su poblada cabellera. Menos humillaba por el pitón derecho, por el que probaba y había que tocarlo más. Estaba cómodo Manuel Jesús, que se renunciaba a ir por la espada mientras sonaba la Banda Tejera. La cuadrilla se la ofrecía y él se negaba, que seguía rematando por bajo mientras Sevilla le gritaba «¡ole!». No fue la mejor estocada, muy defectuosa en su ejecución, pero aún así, y tras el descabello, asomaron leves pañuelos. Un ejercicio cariñoso de quienes conocieron al gran maestro que fue. Vuelta al ruedo.

Arranca la sexta corrida del abono con los tendidos prácticamente cubiertos. La plaza ovaciona a Manuel Jesús 'El Cid' tras romper el paseíllo, como homenaje por su vuelta a los ruedos.

La corrida de toros de Victorino Martín ha pasado por los pelos el reconocimiento reglamentario de este mediodía, quedándose sólo con los seis toros titulares tras rechazarse dos de ellos, los números 39 y 53, por tener ambos el «pitón izquierdo escobillado». Así, la corrida de este 'sábado del alumbrado' estará rematada por dos sobreros de distintas ganaderías: el primero, de Núñez del Cuvillo; el segundo, de Salvador Domecq, un habitual ya de los corrales del Baratillo.

Esta corrida supone el regreso a los ruedos de Manuel Jesús 'El Cid', que desde que anunció su deseo de reaparecer en los ruedos no ha logrado cuajar una corrida de toros antes de este día, asumiendo una doble responsabilidad esta tarde. Lo acompañarán en este sexto festejo del abono Manuel Escribano y Emilio de Justo, que no pudo actuar en 2022 tras su grave cogida del Domingo de Ramos en Madrid. El festejo comienza a las 18.30 horas.

Los toros, por orden de lidia, serán: Corretón (número 51, con 546 kilos), Portero (número 51, con 536 kilos), Filigrano (número 65, con 545 kilos), Mecatero (número 50, con 533 kilos), Patatero (número 69, con 505 kilos), Milan  és (número 26, con 493 kilos).