TOROS EN MARBELLA

Corrida de los Candiles de Marbella, el Starlite de los toros: triple puerta grande de Enrique Ponce, Alejandro Talavante y Juan Ortega

La desafinada espada de Morante le vuelve a negar el triunfo, de vacío pese a firmar la hondura y la categoría de la noche; floja corrida de Núñez del Cuvillo, con poco estilo y huérfano final

Morante vuelve al 2022

Enrique Ponce, Alejandro Talavante y Juan Ortega salieron a hombros Arenal Marbella Toros

Volvía la Corrida de los Candiles como nuevo puntal de la recuperación taurina marbellí. Unas velas iluminaban el paseíllo y la Banda Tejera lo amenizaba. Un detalle, el de los músicos, que no pasaba desapercibido para muchos aficionados: la banda de la Maestranza ... , contratada por la nueva empresa de Marbella. Un proyecto taurino que arrancó hace dos meses en la Costa del Sol sin que nadie sepa dónde y cómo terminará. El grupo empresarial, como la segunda corrida de su futuro currículo, llegó sobrado de argumentos: en un burladero, José María Pacheco e Iván Bohórquez –Rosauro Varo con ellos–; en otro, Miguel Báez 'Litri' y Fermín Bohórquez, apoyados en Raúl Gracia 'El Tato' y José Cutiño para la gestión.

A las once menos cuarto de la noche, tras la acicalada y luminosa puesta en escena, salía el primero de la grandota y desigual corrida Cuvillo. Ocho toros para cuatro toreros. La más nocturna de las nocturnas. Una apuesta que llenó el tendido de «sol» –casi dos horas después del crepúsculo de la tarde– y cubrió buena parte de la «sombra». Más de tres cuartos en unos tendidos con capacidad para 8.000 espectadores. Un éxito para una plaza que iba camino de bajar su persiana por propia decisión cuando hace apenas una década se anticipó lo más siniestro del sectarismo político. Por no faltar a este nuevo evento no faltó ni el calor, presente hasta la una y media de la mañana, cuando arrastraron al último del festejo, al compás del cierre de esta edición. Una crónica sobre la marcha.

Entrada la medianoche doblaba las manos Pesadillo, cuarto de la corrida y primero de Juan Ortega. Junto con el tercero, el de mejor condición de este primer acto. Un toro burriciego que tuvo buen embroque –ya en la muleta– y cierto estilo, aunque desparramase la vista y perdiese el objeto al final de cada viaje. Tuvo compás y ritmo lo de Ortega. Fue su estocada lo más redondo del momento. Por ejecución y colocación. Con pureza y verdad. De blanco se tiñeron los tendidos hasta premiar con las dos orejas al torero de la Huerta del Rey, las mismas dos orejas que ya guardaba en su esportón Talavante, entregado y animado con el vibrante tercero –Famoso–, más armónico y codicioso, aunque igualmente intermitente hasta que se descalabró en su epílogo.

Llegaba al ecuador un festejo con, hasta ese momento, más ambiente y artificios que contenido y recuerdos. Prácticamente en blanco, como el raso de su vestido, había rematado Enrique Ponce lo suyo con Andarín, el grandote y exhausto primero que a punto estuvo de echarse en su constante falta de equilibrio, ya fuera por su alimentación o por falta de preparación. No es que tuviera mejor estilo el bastote jabonero de Morante, pero sí quedó con buen son tras pasar por caballo. Se cumplía con éste el póquer morantiano. Cinco cartas como cinco motivos para la ilusión: Santander, Azpeitia, Huelva, El Puerto y Marbella. Sin grandes triunfos, pero con grandes sensaciones. Como el gesto de prolongarse con este segundo hasta encontrar el sitio para fijarlo, toque seco mediante, hasta someterlo en los que fueron los muletazos más hondos de toda la noche. Por su colocación, en el único sitio en el que los animales deben entregarse o najarse. Sin buscar inercias ni ventajas.

Ya era sábado cuando Enrique Ponce se encontró con Espantoso, un toro proporcionado en su horrendo nombre como en las revoluciones de su bravura. Sin humillar, pero con sobrada exigencia y transmisión como para hacer sudar al matador. Después de algunas series en líneas paralelas llegó la poncina; y tras la poncina, la estocada; y tras la estocada, el rabo; y tras el rabo, la eterna y definitiva vuelta al ruedo. Un dislate total. A las doce y media de la noche salió Elegante, una estafa en su nombre. Violento, sin fijeza y sin entrega, que pareció acusar las luces. Poco, más bien nada, pudo e hizo Morante con él. Otra alegría tuvo Aguaclara, el séptimo, que también duró poco. Más bien, pronto perdió su estilo. Rápido lo entendió Talavante, que ligó series y lo mató fantásticamente. Le quitó las moscas de la cara Juan Ortega a Hatero, el descompuesto octavo.

Resumiendo, que es gerundio: el espectáculo interesó y el público disfrutó. De eso se trataba. En Marbella hace años que se consolidó el festival Starlite como su principal referente de ocio nocturno, ¿por qué no soñar con algo así sobre el mundo de los toros? La Corrida de los Candiles, el Starlite del toreo. Que siga la marcha.

CORRIDA DE LOS CANDILES

  • Plaza de Toros de Marbella. Viernes, 9 de agosto de 2024. Algo más de tres cuartos de plaza. Dos horas y cincuenta minutos de festejo. Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo, desiguales en su presentación y juego, de poca duración los de mejor estilo. 1º, exhausto; 2º, sin estilo aunque manejable; 3º, con codicia; 4º, burriciego con buen estilo; 5º, explosivo y sin humillación; 6º, violento, sin fijeza y sin entrega; 7º, alegre aunque venido a menos; 8º, descompuesto.
  • Enrique Ponce, de blanco y azabache. Bajonazo (silencio); estocada (dos orejas y rabo).
  • Morante de la Puebla, de grana y oro. Cuatro pinchazos y media estocada (ovación); media (silencio).
  • Alejandro Talavante, de lila y oro. Estocada levemente caída (dos orejas); estocada (dos orejas y rabo).
  • Juan Ortega de rioja y azabache. Estocada (dos orejas); estocada (ovación).
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