TOROS EN LA FERIA DE SAN MIGUEL 2024
Borja quiere, pero no puede, en el gran derrape de Garcigrande
Se queda a las puertas del triunfo ante el único toro con opciones de la decepcionante corrida de Justo Hernández, condenado además por su más que preocupante espada
Tuvo que morir Jaime de Armiñán para que en la Maestranza volviese a sonar Juncal. Sintonía de una época, serie de una generación. Se arrancaba la Banda Tejera con los sones de Vainica Doble como estímulo contra el hastío de una insufrible corrida de toros, ... con una ganadería rotundamente desdibujada. Cuánto daño le hizo, o nos hizo, el recuerdo previo de Victoriano del Río, tan diferente en láminas, estilos y fondo. Tuvo al menos este Diablillo, quinto de la tarde, el ímpetu que no tuvieron sus hermanos. Proporcional a la disposición de un Borja Jiménez que venía a comerse el mundo, aunque de tanto nadar no llegó a la otra orilla. Preso de una mala corrida, condenado por una preocupante espada y señalado por una ambición descontrolada. De su propiedad hubiera sido la única oreja de la tarde, la que debió pasear si se hubiera acordado de aquella suerte suprema que tan bien interpretaba antes de esta transmutación salmantina. Las raíces jamás se deben olvidar.
Trajo Justo Hernández un Ligerito, que sólo por su nombre llevó al delirio a más de un entusiasta morantista. Poco o nada tenía que ver con aquel: más descarado y absolutamente desfondado. Sólo rompió el quinto, que al menos tuvo empuje. Justo lo que pedía un Borja Jiménez que por dos veces se postró ante la oscuridad de la puerta de chiqueros, sin rehusar ninguna entrada en quites y apostando en cada inicio de faena. Mucho más entonado en distancias ante el quinto, aunque igualmente sobrado de resortes. Siempre inaugurando las series por un pitón para después aprovechar la flexibilidad de estos animales para cambiar el curso de su muleta hacia el lado opuesto. Demasiado previsible, como demasiado le exigía a sus toros hasta el final de la cadera. Eso sí, suya fue la faena de más enjundia de la tarde. Bellos fueron un par de lances a este quinto Diablillo –con el compás demasiado abierto– que brindó a su hermano Javier y que recibió nuevamente de rodillas con la muleta.
Sonaba Juncal y el de Espartinas, vestido de champán y oro, sintió, como José Álvarez, a una plaza entregada. Una entrega proporcional a la suya, siempre dispuesto en su bélica causa. Se había desmayado con la diestra cuando, bendita sorpresa, sacó su muleta por detrás para cuajar un eterno natural. Y así fue toda su faena, de idas y venidas, de un pitón al otro. Insistente, arrebatado y muy encima del astado. Tanta ambición le impidió cuajar al toro como se merecía, pero convenció a una plaza que no dejó de bullir durante toda su faena. No le dio respiro al toro. Como en sus naturales, siempre iniciados entre trincherazos o pases de pecho por la diestra. Lo dicho, todo muy previsible. Como previsible era el fallo con su espada, el lunar de su mayúscula temporada. Que vuelva a llamar al maestro Antonio Ruiz 'Espartaco' (padre) que tanto bueno le enseñó.
Fue ésta la gran oportunidad de apuntalarse en una cima que, pese al montante de su campaña, sigue quedando lejos. Era el día para mojarle la oreja a Roca, ese que algunos dicen que lo tiene vetado como para tratar de subirse al carro de otros. De la pena no se puede vivir. Y para reivindicar un sitio lo primero que debe hacer es reivindicarse en estos sitios. Que no todo son las orejas, como no todo es torear en cualquier sitio. Porque convendrá el bueno de su apoderado que no es lo mismo venir en este cartel a San Miguel que a un mano a mano en Cabra con un rejoneador o a Bilbao un 13 de octubre con seis novillos. La categoría, que lo engloba todo.
Fue una tarde como para darle un baño al del Perú, que estuvo extraordinario con el tercero y desganado con el sexto. Que a medio gas le mostró las costuras al 'vetado'. Se había llevado el ídolo de las masas el más bonito, armónico y expresivo del irregular conjunto de Justo Hernández. Si no embistió aquel Bandolero –tercero– fue por un calambre en los cuartos traseros, o porque no estaba de Dios que hoy embistiera alguno. Tuvo calidad, pero siempre muy limitado. Sus formas, las de Roca, ya los distanciaban de sus alternantes: largos, ceñidos y pulcros sus muletazos ante este Bandolero. Que de tanto aguantar, a la par que insistir, le robó una serie con la que amagó Tejera a tocar. Y Roca lo mandó a callar. Con el sexto, sin opciones y con el fin de su temporada a las puertas, no se dio coba. Tanto como para tirarse a los blandos con la espada.
Manzanares, en su línea. Suficiente con una línea.
Feria de San Miguel
- Plaza de Toros de La Real Maestranza de Caballería. Sábado, 28 de septiembre de 2024. Segunda corrida de la Feria de San Miguel. Lleno de 'no hay billetes'. Dos horas y quince minutos de festejo. Presidió Fernando Fernández Figueroa. Se lidiaron toros de Garcigrande, decepcionantes, de poco fondo y juego. 1º, descastado; 2º, sin poder ni fondo; 3º, de buen estilo aunque acalambrado; 4º, descompuesto y sin entrega, un regalito; 5º, impetuoso; 6º, desfondado.
- José María Manzanares, de obispo y oro. Tres pinchazos y estocada (silencio); pinchazo y estocada tendida y caída (silencio).
- Borja Jiménez, de champán y oro. Pinchazo y media estocada (silencio); tres pinchazos y estocada (vuelta al ruedo).
- Roca Rey, de catafalco y azabache. Pinchazo hondo (ovación); bajonazo (silencio).
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