faenas históricas

Curro Romero, la sublimación del toreo por obra y gracia de un faraón

El camero realizó el 30 de abril de 1984 una extraordinaria faena al toro «Flautino» de Gabriel Rojas

Curro Romero, la sublimación del toreo por obra y gracia de un faraón

fernando carrasco

Hablar o escribir de la Historia de la plaza de toros de la Maestranza es hacerlo de Curro Romero. Torero de Sevilla por la gracia de Dios. Antes y después del devenir de este coso desde que debutase el 26 de mayo de 1957 ante ... el novillo «Radiador». Faenas para el recuerdo, tardes históricas a lo largo de cuatro décadas —con cinco puertas del Príncipe le contemplan— y siempre, siempre fiel a su concepción del toreo, a su filosofía de la vida.

Y dentro de esta dilatada presencia en su plaza, lo que son las cosas, una de las faenas que más se recuerdan sucedió en la Feria de Abril de 1984. Un torero unido a una obra esculpida a un toro, «Flautino», de Gabriel Rojas que, treinta y un años después la seguimos reviviendo como si hubiese pasado ayer.

«El doble del faraón», tituló su crónica en ABCde Sevilla Joaquín Caro Romero, currista hasta la eternidad, quien comenzaba diciendo: «El que toreó ayer, lunes, en la Maestranza no era Curro Romero. La responsabilidad del faraón era tanta que decidió a última hora enviar a la plaza a su doble, a su sosias. No podía ser el verdadero Curro Romero. ¿O sí? En sus malas tardes, que son ya demasiadas, uno llega a creerse que Curro no existe, que a Curro se lo ha inventado Sevilla, que todo es fruto de un espejismo, de una enajenación, de una locura de amor ante un fetiche encontrado con el tesoro del Carambolo».

Tras tan memorable comienzo de crónica, Caro Romero —poeta con mayúsculas— señalaba que «uno cierra los ojos y lo ve toreando todavía. Tan despacio, tan despacio, relamiendo de gusto a la afición, relamiéndose a sí mismo, vestido de grana y azabache, sacándose del relicario de su corazón la espina de tantos sinsabores, que parecían no tener fin».

Sobre la faena a «Flautino», Caro Romero sigue describiendo de manera increíble lo que pasó en el albero maestrante: «El temple, la majestad, la gracia y el pellizco de los ángeles, la morosidad y la amorosidad de cada pase eran caricia de gloria y repique giraldero de mecida de palio por la angostura de un pasillo piramidal».

Y finalizaba. «Hasta ayer no me di cuenta de que Curro Romero tiene un doble (...). Curro Romero estuvo sentado en los tendidos».

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