CATALUÑA PROHÍBE LOS TOROS
«Para mí, Cataluña ha muerto»
El mítico matador Joaquín Bernardó evoca en ABC los tiempos en que Barcelona «era la capital del mundo del toro»
Ya es una leyenda, pero dentro de un par de décadas su figura se convertirá casi en un personaje de ciencia ficción en Cataluña. Un muchacho de Santa Coloma de Gramanet, de padres y abuelos catalanes que llegó a ser matador de toros. Un hombre ... que llegó a participar en más de 200 festejos en Barcelona . Una figura que conoció una Ciudad Condal con dos plazas funcionando a pleno rendimiento -La Monumental y Las Arenas- y que incluso pasó a la historia de la tauromaquia encerrándose con seis miuras ante sus paisanos una tarde de 1972. Es Joaquín Bernadó, para muchos aún hoy el mejor torero catalán de la historia, que sabe mejor que nadie qué ha sido, es y será la tauromaquia para los catalanes.
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«La afición a los toros me vino por mi padre, que fue el primero que me llevó a ver una corrida», afirma el maestro Bernardó. Cuando era aún un niño su familia se trasladó de Santa Coloma al barrio del Raval en la capital catalana. Allí recuerda ver tabernas de ambiente taurino , con carteles antiguos y tertulias. «Había gente a la que no le gustaban los toros, por supuesto, pero no se hablaba de antitaurinos ni prohibiciones», recuerda.
Barcelona, capital del toreo
El maestro Bernardó debutó en la plaza de Las Arenas el 4 de julio de 1953. Recuerda que por aquel entonces la Ciudad Condal era la capital del toreo. «Madrid te convertía en figura, pero en número y calidad de festejos Barcelona ganaba por goleada», comenta.
Cosas de la vida, Bernardó guarda una medalla de oro concedida nada más y nada menos que por el Ayuntamiento de Barcelona en 1983. Se la entregó Pasqual Maragall, en ese momento alcalde. «Recuerdo que me dijo que me premiaban por mi estilo artístico y que los toros eran muy importantes para Cataluña», asegura.
Bernardó, hoy profesor de la Escuela de Tauromaquia de Madrid, pasó ante las cámaras de ABC para compartir en un vídeo sus recuerdos de la Barcelona más taurina. Una Barcelona que corre el riesgo de perder una de sus señas de identidad tradicionales a partir de 2012. «Para mí, Cataluña ha muerto», sonríe taciturno.
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