las ventas
Un soberbio Roca Rey desafía a la vida y al 7
Con una autoridad de mandón absoluto, corta una oreja de ley y el presidente le niega otra en una tarde en la que fue más Luis Miguel que nunca
La gran victorinada de San Isidro
Madrid
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Iniciar sesiónSe desbordó la pasión en el sexto, llave de la Puerta Grande que rozó Roca Rey, pero que el presidente negó. Porque si la primera oreja es del público, el público la pidió por mayoría. Desde el graderío y desde el 'tuitendido', donde se ... cuece el voto por correo del toreo. La bronca al palco llegaba hasta La Moncloa. Como los gritos de «¡torero, torero!» en las encendidas gargantas. Enfrentadas en la batalla de la anochecida: la sombra se arrostraba con el sol, pero el que se encaró clavado en la arena fue el matador, que mandó callar al 7. Harto de ruidos mientras se jugaba la vida.
Absoluta la autoridad de Roca Rey desde que apareció en escena con el tercero. Qué manera de dominar la embestida de un toro que medía más que un sastre. Descomunal el peruano, tanto que no se sabía si era el torero el que se abrazaba al valor o era el valor el que se abrazaba al torero. Una radiografía le hizo Celoso ya en el primer lance. Sonaba el silbido de las balas que escondía el pitón derecho. Aquel trance no le importó a los del estribillo gatuno, que observaban con desagrado a este 171. Derribó el de Toros de Cortés al picador y nunca se entregó en la lidia de Viruta. Cada vez más complicado se antojaba a estribor. Cruzado se venía, como reparado de la vista. Anda que le importó la condición a Roca, plantado en los medios frente al vendaval y al toro. Su silueta arrogante se 'acipresaba' en los medios de una Monumental que por primera vez guardó silencio. Un silencio de cementerio sólo roto por el rugido del Jaguar del Perú en dos pendulares. Fuerte el tirón hacia atrás para que Celoso pasara por la espalda y no se entretuviese con zonas de casto bautismo. La izquierda presentaría luego mientras Eolo arreaba. Pero el que arreó de verdad fue Andrés, que aguantó con la cornada envainada de Toledo las miradas de Celoso. Aplomadísimo, enseñoreando los cánones de las novelas de Pérez-Reverte: lealtad, dignidad y orgullo. Ahí tiene el autor de 'El italiano' argumentos para 'El peruano'. De taquillero a taquillero, de 'Reina del Sur' a 'Rey del Perú' y sin mares de miel en ninguna de las orillas. Madrid era ayer la guerra.
Se notaba un runrún en el ambiente distinto, el runrún de los acontecimientos. Si alguien dudaba de que la máxima figura no iba a catar el lado malo, es que no conocía su ambición. Allá que fue. Hundido sobre sí mismo, con media suela bajo la arena, con la muleta como único paisaje de fondo de Celoso. «O embistes o embistes», parecía decirle al enemigo. No había más opción para el toro. Hasta el fondo del océano bajaban sus manos, con un poder que acongojaba. El toro y el viento continuaban entonces engallados. Mientras, King Roca se aplomaba cada vez más. Desafiante, con una arrogancia de número uno y exponiendo lo único que importa: la vida. ¿Acaso saben de algo que valga más? Pero para Andrés había una cuestión mayor en juego: su código de honor. Roca mantenía la muleta puesta y dispuesta. Para Celoso no había más horizonte que la tela roja, tela de fuego del torero de valor infinito y mente de privilegiado que extraía hasta la última gota del toro. La testosterona rociaba el redondel donde el limeño cruzaba la raya. Porque eso es cruzar la línea y no estar detrás de la mata. Larga, intensa y emocionantísima la faena, en la que sonó un aviso antes de tirarse a morir en la hora suprema. El descabello y lo mucho que aguantan los palcos hasta asomar un pañuelo frenaron la doble petición. De ley la oreja.
San Isidro en directo: El Juli, Talavante y Roca Rey, con toros de Victoriano del Río
Ángel González AbadLa I Corrida in Memoriam en Las Ventas, al detalle en ABC.es
Maldecía a la salida el ganadero, satisfecho con el interés del conjunto –aunque ningún toro rompiese con total entrega–, el incumplimiento del reglamento en el sexto. Que tampoco es nada nuevo, pues ya se sabe que hay usías que se fijan más en si diez de un sector sacan el moquero a si lo pide el resto de la plaza. La cosa es que no enterró Roca ahora el acero después del derroche de soberbia. Ante el toro, ante la vida y ante los que no respetaban al que la ofrecía. Espeluznante la voltereta en el inicio de un pectoral a Jocundo, que le quiso afeitar el pecho, el muslo y la barba. Durísima la paliza, que no arredró al hombre que escribía la épica en medio de aquellos gritos de «¡torero, torero!». El torero con mirada a lo Luis Miguel Dominguín, que por algo es el número 1 de la década. Por su propio pie pasó a la enfermería, sin aspavientos ni quejas, tras la aclamada vuelta al ruedo.
Corrida in Memoriam Yiyo
- Monumental de las Ventas. Jueves, 8 de junio de 2023. Corrida in memoriam por José Cubero 'Yiyo' (se guardó un minuto de silencio). Cartel de 'No hay billetes'. Toros de Cortés (1º, 3º y 4º) y Victoriano del Río (2º, 5º y 6º), bien presentados dentro de la desigualdad y variado juego, con las exigencias de la casta pero sin terminar de entregarse en conjunto.
- El Juli, de corinto y oro. Estocada muy trasera y desprendida (aplausos). En el cuarto, pinchazo hondo trasero y tendido y cinco descabellos. Aviso (saludos).
- Alejandro Talavante, de lila y oro. Pinchazo y estocada tendida (silencio). En el quinto, estocada tendida (silencio).
- Roca Rey, de burdeos y azabache. Espadazo y dos descabellos. Dos avisos (oreja). En el sexto, pinchazo y otro hondo. Aviso (petición, vuelta al ruedo y bronca al presidente).
Había estrenado la tarde Barbuquejo, con el que El Juli se durmió con el capote. Despacito, que las prisas son para los delincuentes. Brindó a la memoria del Yiyo un ejemplar con temperamento y prontitud, con mejor embroque que despedida, donde punteaba los engaños. Toro con movilidad y exigencias –tónica del sexteto de Victoriano del Río–, muy aplaudido por los mismos que pedían mayor acople en la labor julista. Fea la trasera espada, negada en el cuarto, que sacó un transmisor fondo en su muleta de maestro.
Grandón pero de más simplonas hechuras el segundo. Y como era embistió: insípido. El zurdo era el mejor pitón. Lo sabía Talavante, que se dobló en el umbral del 7 a dos manos para tirar finalmente de su izquierda. Cero emotividad. Porque a Esperón –hizo honor a su nombre en banderillas– le faltaba chispa y el extremeño tampoco se la puso. Manseó el quinto, de espectacular lámina, famosa familia y cambiante embestida, que lo mismo ofrecía una buena que se revolvía. No se dio coba con Soleares, lunar negro de la reata.
La exposición había sido toda de Roca Rey. Si alguien se pregunta qué es mandar, que visione el autoritario código del peruano el 11-J. Soberbio de principio a fin.
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