La espada de Ginés y la izquierda de Téllez

Este martes, tres diestros de categoría y una de las mejores ganaderías actuales sólo consiguen media entrada. Los toros de Garcigrande, muy serios, muy 'de Bilbao', son manejables. Gracias a su gran espada, Ginés Marín corta una oreja. Sin trofeos, Ángel Téllez deja buena impresión, en su presentación en Bilbao.

La capacidad de Miguel Ángel Perera es mayor que su tirón, en la taquilla. La espada le priva de no pocos triunfos. Recibe con lances suaves al primero, que se deja pegar en el caballo, espera en banderillas (magnífico Curro Javier, como siempre) y sale suelto. Bajando la mano y mandando mucho, lo mete pronto en el canasto, en una demostración de poder y oficio. El toro va donde le lleva el torero, con una obediencia poco emocionante, y acaba rajándose. Mata a la segunda. Todo bastante bien pero ha faltado chispa en toro y en torero.

Vuelve a mostrar su oficio en el cuarto pero el toro a veces se para, puntea la muleta, y el largo trasteo no logra emocionar. Mata caído y muchos aplauden la estocada: así estamos…

Une Ginés Marín facilidad y estética, algo nada fácil de reunir. Está siempre en el filo de las primeras figuras. El segundo toro es pronto, repite, encastado. Ginés tarda en cogerle la tecla, en una faena aceptable, con muchos muletazos, pero no ha acabado de estar a gusto: seña inequívoca de que no ha dominado por completo al toro. Lo mejor, la estocada. Está matando muy bien. Es el descabello lo que desencadena el entusiasmo (así estamos): petición y vuelta. Acierta Matías al aguantar.

El quinto es un torazo de 638 kilos pero flaquea un poco. Ginés traza muchos muletazos aceptables pero el toro es pegajosito, la faena tarda mucho en remontar. Al final, la estética de algunos pases sube el entusiasmo general. Como el trasteo ha sido largo, suena un aviso pero la gran estocada merece la oreja.

Aplaudo la inclusión en los carteles de Ángel Téllez, una de las grandes revelaciones de San Isidro. Maneja primorosamente la mano izquierda pero, para afianzar su oficio, necesita torear más. Se acaba de anunciar que lo apodera Simón Casas: le puede dar más contratos. El gran público todavía no lo conoce. El tercero sale muy suelto, se crece, arrolla a un banderillero. Toda la faena de Téllez es con la izquierda, su gran arma: tragando mucho, logra algún natural bueno, deslucido por las constantes huidas de la res. Ángel ha aguantado con mérito pero no ha logrado dominar al manso, que se pone difícil para matarlo: lo hace a la segunda.

El último es un bonito melocotón, no tan dulce como los de Calanda, el pueblo de Buñuel. Téllez muletea con gusto y elegancia natural; sobre todo, cuando toma la mano izquierda. Ha alargado la faena y el toro acaba rajado. Mata con decisión. Sin trofeos, ha dejado una buena impresión.

Con su habitual ingenio, decía Cañabate, en ABC, que algunos toreros acuden a la plaza como el metódico funcionario acude a su oficina. No es el ideal.

En 'La mano izquierda de Dios', una película clásica, un aviador (Humphrey Bogart) , para escapar de China, se disfraza de misionero. Pero conoce a Gene Tierney: es un problema… La mano izquierda de Téllez no es divina pero sí tiene una personalidad y un arte poco frecuentes, en diestros jóvenes: ésa es su arma, su capital. Veremos si lo sabe administrar.

Posdata. Hace muy poco, el profesor José María Balcells ha publicado un amplio estudio sobre un ilustre bilbaíno: 'Tragedia en juego. Toros y tauromaquia en Miguel de Unamuno'. Descubre su amistad con los ganaderos Angoso y Argimiro Pérez Tabernero; el crítico El Timbalero; los diestros vascos Mazzantini y Uriarte; el pintor-torero Zuloaga; los estudiosos de los toros Legendre y Cossío. Su relación con la Fiesta es mucho más amplia y compleja de lo que se decía. Usa Unamuno como símbolo de la vida «las arenas del ardiente coso» y resume sus contradicciones con el nombre de un torero: «Juego en tragedia. Tragedia en juego. Lagartijo». Un aficionado más.