Emilio de Justo y Roca Rey, volcánico duelo en la cumbre del toreo

Feria de Almería

Gloriosa reaparición de Emilio de Justo, que vuelve a lo grande y sale a hombros con Roca Rey, cogido de fea manera y mandón total de la Fiesta

Emilio de Justo y Roca Rey, a hombros en Almería efe

Hasta que llegó su hora ha pasado un calvario de corsés, de sesiones de rehabilitación con sangre, sudor y lágrimas. Hasta que llegó su hora, desde aquel 10 de abril en el que se fracturó el atlas y el axis, ha vivido encadenado a una ... lesión que pudo costarle la vida. Hasta que llegó su hora, esa hora de volver, han transcurrido 133 días y 500 lunas. Las noches de toros sin paseíllo se alargaban como el ciprés de Silos. Las vértebras y el cuello del hombre pedían calma al torero que suspiraba por volver y volver. Hasta que llegó su hora: el 21 de agosto fue. Y qué manera de regresar: Emilio de Justo, en estado puro.

Inmenso el saludo: aquellas verónicas de pata p'alante, los lances a pies juntos, el aleteo de las chicuelinas y una cordobina a cámara lenta. La sonrisa regresaba entonces al rostro del extremeño. No recibió el mejor puyazo este Esparraguero de Cuvillo, que embestía con muy buen aire. Y poco le ayudó el par en el mismo hoyo. Se derrumbó, aunque luego sacó un estupendo fondo, a más, como la faena de Emilio. ¡Qué torero! Poso y reposo tuvo su obra, iniciada sobre la diestra con el don del temple. La lógica rigidez del cuello que de pronto aparecía se olvidaba rápido con esa manera de sentir y amar el toreo. Las yemas de sus dedos lo deletreaban. Si bien estuvo a derechas, a izquierdas dibujó naturales monumentales. Los vuelos, al hocico; el pecho, ofrecido; y el toreo en esa flamenca palma de la mano. Qué calidad del colorado, bien presentado e idílico para un regreso. Y qué gran clase del cacereño, genial y crecido. Por Camarón toreaba. De pronto, dejó a un lado la ayuda, como el de la Isla dejaba la guitarra del Tomate en los martinetes, y con la mano de tocar las cuerdas se encendió con naturalidad. Desmayado, hundido el mentón, con jondas caricias como pases. Los de pecho 'made in' Torrejoncillo barrían el lomo antes de hacer un guiño a pies juntos a Manolo Vázquez. Faltaban las manoletinas mirando al tendido, abrochadas con un trincherazo y un arrebatado desdén. Rugía Almería, que se preguntaba si el recuerdo del percance empañaría la pieza. Un silencio de lejano Oeste se hizo, con el solo silbido de las balas. En las cercanías del desierto de Tabernas el mundo también se dividía en dos: los que tenían el revólver cargado y los que cavan. De Justo era de los primeros: el estoconazo llevaba la muerte escrita en el morrillo de Esparraguero. Incuestionables las dos orejas. Se abrazaba Emilio emocionado a los suyos. Se abrazaba a Enrique Ponce, que abandonó varias veces su burladero con Ana Soria para dar ánimos y consejos a De Justo. ¿Se imaginan al maestro de Chiva de apoderado tras su reaparición presentida?

Emilio de Justo, en el cierre por manoletinas al toro de su reaparición Arjona

No pudo arrancar mejor la tarde: de la gloria del reaparecido a la de Roca Rey, que tuvo el gesto de brindar a De Justo. Con poderío prologó por bajo a un toro con exigencias en una faena de ídem, en la que el Cóndor dominó completamente a Aguilito hasta pasarse los pitones por donde la testosterona hierve. Bramaba el tendido con el valor indomable del peruano, que mató de un espadazo y se ganó el doble trofeo.

Feria de la Virgen del Mar

  • Plaza de toros de Almería. Domingo, 21 de agosto de 2022. Última corrida. Tres cuartos de entrada. Toros de Núñez del Cuvillo, desiguales de presencia y de variado juego.
  • Emilio de Justo, de sangre de toro y oro. Estoconazo (dos orejas). En el tercero, metisaca en los bajos y estocada (saludos). En el quinto, pinchazo y estocada (oreja).
  • Roca Rey, de nazareno y oro. Espadazo (dos orejas). En el cuarto, pinchazo y estocada (oreja). En el sexto, dos pinchazos y estocada caída (saludos).

Bajó la presencia del tercero, que decía poco con su acapachada cara. A Ponce brindó y poncista fue su inicio genuflexo a un animal que se venía cruzado a veces. Decía un hombre de campo que uno nunca puede fiarse de un animal rabón, como no puede fiarse de ese tipo que no se fía de sus propios pantalones llevando tirantes y cinturón para sujetarlos. Muy Henry Fonda todo. El caso es que De Justo no se arredró y le buscó las vueltas, metiéndolo en vereda en una trabajada y esforzada labor.

Violenta cogida de Roca en el cuarto Arjona

Relamían los comensales de la grada la merienda-cena cuando el cuarto lamía la piel de Roca, ceñido en su firme quite. De «aquí estoy yo, el Rey de la taquilla». Tres cuartos lucía la plaza, que no es moco de pavo para una feria que andaba tan de capa caída. Hundido en la arena, erigió un estoico inicio por alto a un toro cada vez peor. Muy protestón Asturiano, cuyo bautismo escamaría a la alcaldesa de Gijón. Silbaban de nuevo los cartuchos en el Oeste almeriense, mientras el peruano se jugaba las femorales, aguantando los parones con sangre fría y desenfundando todas las armas de su valor. ¡Qué fiera! No le perdonó Asturiano en aquel imposible cambiado por la espalda. Tremendo el volteretón, izándolo a los aires y cayendo de espantosa manera en el ruedo. A la carga volvió, con un boquete en la taleguilla, un varetazo en el muslo y una raza de primerísima figura, que se embolsó su tercer trofeo. No hay músculo más resistente que el corazón de un torero.

Milimétrico el ajuste por Chicuelo de Emilio de Justo en el quinto. Toreramente se dobló; cada doblada más profunda, más inmensa. Dejó respirar al zambombo, que regaló potables embestidas. Y tras el tiempo medido, la pasión de las series, con un tacto de sastre inglés. Nadie diría que estuvo cuatro meses en el dique seco, pues rebosante fue su vuelta. Emocionado paseó su tercera oreja antes de besar la arena de la tierra en la que volvió a sentir el toreo, a sentir la vida.

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Entre los dos caminos posibles, Roca volvió a elegir el menos transitado en el sexto. Y eso marca siempre diferencias. Por la espalda, idéntica senda por la que resultó cogido, empezó su obra el mandamás, un ciclón de rodillas que rindió a toro y público. Arrogante miraba a todos, con un mensaje a Emilio de Justo, crecido en su mano a mano con el gallo peruano: «Bienvenido seas, pero aquí el que manda soy yo». El acero le privó de más trofeos ahora. Aun así, cuántas emociones. Un duelo en la cumbre, con sensibilidad y rivalidad. De los que hacen afición.

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