Desde mi grada

Sorolla y los toros

Las cartas de Sorolla permiten conocer cómo se preparó: «Voy a Tablada para hacer un estudio de un toro, que no es posible que venga donde trabajo, para hacerlo directamente»

Modernizar la Fiesta de los toros

En el cartel de la Feria de Fallas, un abigarrado conjunto de toreros sale del sombrero de Joaquín Sorolla, que nos mira, en su autorretrato. Es un justo homenaje, en el centenario de su muerte. Coincide con un momento de renovada admiración ... por el pintor valenciano. Todos los días hay colas delante de su museo madrileño. Su exposición conjunta con Singer Sargent, en el Thyssen, probó que no era inferior a este cotizadísimo autor de retratos norteamericano. Mi amigo Antonio Buero Vallejo, que también era buen pintor (recuérdese su dibujo de Miguel Hernández, en la cárcel), me contaba su costumbre: un domingo, iba al Prado, a ver a Velázquez; el siguiente, al Museo Sorolla…

A Sorolla le hería lo cruento de la corrida pero pintó notables cuadros taurinos. A un pintor del aire libre –señala Lafuente Ferrari– le convenía mucho este tema. Precisa Fátima Halcón: le interesaba la corrida desde el punto de vista cromático, más que la lidia. Su gran amigo Pedro Gil Moreno le impulsó a visitar Andalucía, donde se hizo amigo de los Miura, de Andrés Parladé, del bibliófilo duque de T'Serclaes, y pintó varias escenas taurinas: 'Apunte de una corrida de toros', 'El picador', 'Capea en Torrente' y 'Antes de la corrida', que alcanzó hace poco una importante cotización en la subasta de Sotheby's.

Para su éxito internacional fue decisivo el encargo del magnate Huntington de una serie de cuadros sobre provincias de España, para la Hispanic Society de Nueva York, en los años de la Primera Guerra Mundial. Dos de los dedicados a Sevilla tienen tema taurino. Las cartas de Sorolla permiten conocer cómo se preparó: «Voy a Tablada para hacer un estudio de un toro, que no es posible que venga donde trabajo, para hacerlo directamente».

El primer cuadro, 'El encierro', presenta un amplio panorama de garrochistas andaluces conduciendo los toros, de variado pelaje, en un paisaje con cactus y un blanco cortijo. Cruzan los toros unas vías del tren: un homenaje –se supone– a Huntington, magnate de esa industria. Para documentarse, visitó Sorolla fincas ganaderas de Sevilla (Miura) y Salamanca (Pérez Tabernero): el espectáculo del toro en el campo le pareció «extraordinario y dramático». También se basó en las fotografías de Beauchy, que ahora pueden verse en la exposición 'Las culturas del toro en los museos estatales'.

Para el otro cuadro taurino, no eligió Sorolla ningún momento de la lidia –quizá para no herir la sensibilidad de los norteamericanos– sino el inicial 'Saludo de la cuadrilla': presenta, de frente, a varios matadores y a un alguacil velazqueño. Elisabeth Gué Trapier los ha identificado como Juan Belmonte –Sorolla asistió a un memorable éxito suyo en Sevilla–, Frascuelo, Mazzantini y Félix Robert, el primer matador galo, que lucía un mostacho. No pudieron coincidir los cuatro ni tampoco está claro que Sorolla los tomara como modelo: lo que le importaba es la insólita perspectiva frontal y los fuertes contrastes de colores. Se ha relacionado la escena con la que describe su paisano Basco Ibáñez: «El desfile de jacarandosas figurillas que, a la luz del sol, destacaban sobre la arena del redondel».

La luz, la gran protagonista de la pintura de Sorolla, le cautivó también en las dehesas y en las plazas de toros.

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